El rol de las izquierdas al sur del Rio Bravo

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A fines de la primera década del siglo XXI, más de una decena de países están gobernados en América Latina y el Caribe, por partidos o alianzas de partidos con signo de izquierda o progresistas. En la mayoría de los casos son nuevas formaciones que incluyen a trabajadores, campesinos, indígenas, desocupados, clases medias altas y bajas y, en menor medida, remanentes de sectores burgueses del período “desarrollista» por el que transcurrió la América Latina durante la primera mitad del siglo XX.

En todos nuestros países, las consecuencias del modelo neoliberal fueron desastrosas. Hambre, miseria, desocupación, marginamiento, violencia, droga, destrucción del aparato del Estado y sus empresas, una economía subordinada por entero a los intereses de las grandes metrópolis y sus empresas multinacionales. Nuestro continente, uno de los más ricos en recursos, se volvió el más desigual.

La principal razón que primó para constituir dichas alianzas fue la lucha contra del modelo neoliberal impuesto a sangre y fuego durante el último cuarto de siglo por el imperialismo. Estas alianzas, surgidas del calor de la lucha, expresan de forma contradictoria la visión del futuro para nuestras sociedades. Esas contradicciones deben ser resueltas, de tal manera que permitan avanzar, lo más posible en unidad, en la solución de los grandes problemas del continente. Armonía que no puede significar concesiones, ni la renuncia de los objetivos históricos de la izquierda revolucionaria. Identificar los cambios en el mundo y en América Latina constituye una nueva estrategia hacia el socialismo.

Las recurrentes crisis del capitalismo a nivel del mundo imperialista-globalizado, bajo un dominio absoluto e irracional del capital financiero, han conducido a éste por un camino que es necesario revertir para garantizar la existencia de la especie humana. Conflicto que se ha convertido, por el modelo depredador de los recursos, en crisis energética, alimentaria, ecológica y social. Ello plantea la interrogante de sí es posible resolver los grandes retos de la humanidad con nuevas soluciones por parte del sistema. De lo que sí tenemos seguridad es de que ninguna crisis hará caer el sistema por sí solo. El desenlace final será el resultado de las luchas por la creación y fortalecimiento de una conciencia socialista que vaya más allá de regulaciones o simples reformas.

La izquierda revolucionaria debe trabajar por fortalecer el ideario socialista como la mejor solución para los problemas de nuestros pueblos. Para ello es necesario convencer, movilizar, crear y desarrollar estrategias con tácticas acordes a cada momento político y evitar cometer grandes errores. El gran reto planteado para la izquierda en América, al sur del Río Bravo es trabajar para liberarnos de la dependencia imperialista, unir a todos los sectores que están en contradicción con las transnacionales y subordinar a las fuerzas reaccionarias locales a los intereses del socialismo. A nuestras sociedades y sus instituciones les hace falta una hoja de ruta que defina los caminos a transitar para lograr el desarrollo independiente de nuestra América.

Debemos luchar por romper con las formas tradicionales de producción atadas al sector agro-minero exportador y promover inversiones para que nuestras riquezas sean comercializadas con la incorporación de conocimientos y tecnologías; comenzando así por romper con el subdesarrollo, la dependencia y el intercambio desigual. Lograr que nuestros recursos obtengan mejores resultados por su valor agregado y no por los vaivenes financieros de la especulación internacional. Promover y controlar las inversiones que nuestros países necesitan, regulando el uso de nuestros recursos.

En aquellos países en donde se ha accedido al gobierno, el Estado juega un papel fundamental. Las instituciones y leyes deben representar los intereses de las fuerzas sociales y políticas que le dieron la confianza para jugar ese papel. Debemos convertir la “colinas” del Estado burgués en fortificaciones desde donde también combatir por el socialismo. Iniciando la ruptura con el sistema de dominación impuesto desde siglos anteriores.

Para lograrlo debemos ampliar los espacios democráticos conquistados por el pueblo, llevar adelante una buena gestión de las políticas; crear órganos de control popular sobre la gestión del Estado; crear, desarrollar y consolidar los gérmenes económicos -políticos de la futura sociedad, apoyando y fortaleciendo las empresas estatales, las cooperativas de producción y las empresas auto gestionadas por sus trabajadores.

Por todo esto es necesario avanzar en la participación, organización y movilización de las fuerzas sociales para profundizar los cambios. Esto será posible si las fuerzas de izquierda cuentan con un programa de acción, con pleno convencimiento, que permita una consciente disciplina y unidad de acción, que exprese los acuerdos alcanzados. Estas premisas son válidas tanto para el marco nacional, como internacional del movimiento, por la definitiva independencia y el socialismo.

Mucho se ha avanzado en el plano de la unidad, que todavía está determinada por los intereses de clases que predominan en uno u otro momento. Muchas veces, estos intereses se confunden con el marco estrecho de un sindicato o una parte de la sociedad. La responsabilidad no es solo de los corporativismos, sino de quienes no somos capaces de sustraerlos de estrechas visiones políticas y económicas. En otras situaciones, los instrumentos divisionistas y contrarrevolucionarios del imperialismo, utilizan las contradicciones en el seno del pueblo para mantener su dominio. Muchas veces es nuestra ignorancia o superficialidad la responsable de los desencuentros o las malas políticas.

Aprender a trabajar sobre las relaciones contradictorias que se produce entre gobiernos, organizaciones políticas y fuerzas sociales, para disputar a los poderes económicos mayores cuotas de distribución de riqueza, que beneficien la educación, la salud, la vivienda digna, los servicios a la población y el salario. Esforzarnos por enterrar las tradiciones liberales y anarquistas que promueven el individualismo, el oportunismo y la indisciplina. Por responsabilidad ante nuestros pueblos debemos de estar permanentemente rindiéndoles cuentas. Para que esto sea necesario, tenemos que ser representantes de la expresión de ese pueblo y no de componendas de salón.

Es oportuno recordar la frase de Artigas cuando proclamó…” mi autoridad emana de vosotros y ella cesa ante vuestra presencia soberana”.

Si los procesos revolucionarios y las organizaciones que han luchado por un mundo mejor hubieran sido capaces de promover una verdadera democracia, con participación y control popular, quizás viviríamos otra etapa muy distinta del género humano. La actual etapa del imperialismo permite pronosticar que la liberación no se producirá en un solo país como se produjo en épocas anteriores.

Los imperios, en la historia de América Latina y el Caribe, obtuvieron sus mayores triunfos manteniendo dividido a un continente que, por su cultura, tradiciones y economía, debió de ser uno. Para hacer frente a la nueva situación internacional del imperialismo y sus crisis, América Latina y el Caribe deben forzar la marcha en su integración. Ya no se trata de las ventajas de un mercado ampliado o de la complementación productiva, sino de potenciar las fuerzas de la región y establecer relaciones de cooperación y complementación que fortalezcan a la región y a cada uno de sus integrantes.

Pero el signo fundamental de la integración lo deben poner los intereses populares. No será la competencia capitalista, la explotación de los trabajadores y los recursos, la concentración y el monopolio quienes construyan ese mundo necesario. El progreso social irá de la mano de la democracia popular, la participación activa y organizada de los pueblos, la ciencia y la técnica aplicada a nuestros intereses, la formación de los recursos humanos que se complementen en especializaciones productivas, garantizando el bienestar general, la preservación de los recursos finitos, como la tierra, el agua y los minerales, que permita tener una soberanía alimentaria, y la transformación en bienes de uso y consumo necesarios para una vida digna y decente, y respete las culturas y tradiciones de los pueblos originarios.

La derrota del ALCA en Mar del Plata, la constitución de la UNASUR, la CELAC y el ALBA son pasos importantes, pero no suficientes. Unos países intentarán avanzar más rápido hacia la unidad, otros trataran de mediatizar sus objetivos. Debemos tener bien claro que serán las luchas nacionales de nuestros pueblos, coordinadas y complementadas con aquellos actores políticos y sociales a nivel continental y mundial, quienes llevarán adelante otro tipo de sociedad. Una sociedad en donde la solidaridad, la eliminación de la explotación del hombre por el hombre, la justicia social sean los fundamentos del futuro de la humanidad.

Los riesgos siguen latentes y las amenazas imperiales penden sobre nuestros pueblos. Si bien se avanza hacia una ruptura del unilateralismo, el capital financiero y sus aliados transnacionales no se entregarán sin luchar. El imperialismo en retroceso no caerá si no lo hacemos caer. Sus poderes, militar y económico, lo respaldan para continuar su compra de conciencias, invasiones militares, robo de nuestras riquezas y recursos humanos. Su lógica de la máxima ganancia continuará destruyendo fuerzas productivas para reproducir su sistema. El planeta no soporta más el despilfarro de recursos. La crisis capitalista globalizada, que golpea incluso a sus propios centros imperiales, ha despertado a actores que están contra la guerra, el enriquecimiento de unos pocos sobre la miseria de muchos, que han destruido conquistas sociales, poniendo a la orden del día la incertidumbre sobre el futuro.

Los pueblos se organizan y la Izquierda debe participar con ellos para avanzar, creando conciencia y organización para luchar por el poder.

A 500 años de la conquista de América por la Europa expansionista, nuevamente se escuchan los voces de Bolívar, Martí, Artigas, O’Higgins, San Martín, Sucre, Toussaint L´Ouverture, de la América insurrecta y se unen a las de Zapata, Farabundo Martí, Sandino, Recabarren, Luis Carlos Prestes, para que las luchas de Fidel, el “Che”, Sendic, Allende y Carlos Fonseca Amador, se multipliquen para conquistar un camino hacia la definitiva independencia.

Habrá Patria para Todos.

Por: Hugo Wilkins Méndez. Integrante del MLN-T radicado en Cuba. [email protected]

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