Mucho se ha escrito y se escribirá aún, en relación al nuevo mapa mundial, los nuevos bloques de poder que en el mismo se presentan, y acerca de los diferentes procesos de izquierda y progresistas que se vienen dando y distinguen, -con un toque regional y afectando de manera diferente las distintas realidades nacionales, la historia reciente de Nuestra América.
Es éste un intento de reflexión al respecto, que más que enunciar grandes conclusiones, intenta, -a partir de algunos puntos básicos- formular algunas preguntas que hacen al “por donde” entendemos que debe pasar el debate actual de la izquierda en el continente, y hacer algunos aportes desde nuestra siempre humilde opinión.
El capitalismo, la forma más desarrollada de la economía de mercado, es un sistema socio-económico con el siguiente esquema general:
Los sistemas de producción y distribución de bienes y servicios que no pertenecen a las personas que trabajan para producir estos, sino por una pequeña minoría que son llamados capitalistas, y que hoy representan menos del 1% de la población.
Los capitalistas también poseen el sistema financiero, es decir, bancos y entidades de crédito.
La gran mayoría de la población debe vender su fuerza de trabajo a los capitalistas para sobrevivir.
El objetivo principal de la producción es maximizar las ganancias para los capitalistas, para que puedan acumular capital tanto como sea posible.
Para maximizar los beneficios de los capitalistas debe luchar constantemente para obligar a los trabajadores a producir lo más posible por el salario mínimo.
Los capitalistas están organizados en compañías separadas que compiten por las cuotas de mercado, los productos básicos, las oportunidades de inversión rentables, etc.
La acumulación capitalista se aprovecha al máximo.
Hay una continua consolidación de estas empresas, porque muchos de ellos no pueden sobrevivir, con el resultado de que los monopolios o unas pocas empresas (oligopolio) son dominantes en muchos sectores.
A esto hay que agregar las consecuencias de la aplicación de este sistema: desigualdad, pobreza, desocupación, ausencia del estado, marginalización, etc. Por ejemplo cuando la desocupación es alta, los sueldos bajos, el resultado es la delincuencia y la miseria. Pobreza, desocupación, criminalidad son inherentes al sistema. No pueden faltar en el sistema capitalista.
Todos estos aspectos los hemos visto en todos los países que tienen este sistema económico, inclusive en aquellos que antaño se vanagloriaban de un sistema de bienestar óptimo, pero que desde la era Thatcher-Reagan comenzaron un proceso de desmantelamiento que se extiende hasta nuestros días.
En la actualidad estamos viviendo una nueva crisis del capitalismo, en especial una crisis financiera, pero también hay que mencionar en esto a la alta productividad, al elevado nivel tecnológico y a la famosa globalización que llego para quedarse. A esa masa enorme de productos y bienes hay que venderlos y para eso se inventa toda la parafernalia, pago en cuotas, créditos al consumo, tarjetas de crédito, etc. Todo esto produce un elemento fundamental, el mejor “producto” del capitalismo: el dinero. Que a su vez es usado por el famoso mercado financiero para especular en inventos que les da más riqueza a los ricos a través de la especulación en bonos de deuda, fondos de inversión, acciones, financieras, compra de propiedades, etc.
Podemos leer en el Documento Base del XVIII Foro de Sao Paulo:
La crisis en el centro capitalista, Europa, Japón y Estados Unidos, sigue su curso y se profundiza. A la debacle del sistema financiero, siguió la turbulencia de la deuda pública de los Estados, sobre todo en la Europa meridional: Grecia, Italia, España y Portugal. La recesión persiste en los países desarrollados y será probablemente de larga duración: ya se habla de la década perdida de algunos países europeos. El impacto directo de la recesión sobre las condiciones de vida de los trabajadores es inocultable: crecimiento del desempleo, caída de los salarios, recorte de prestaciones sociales, y mismo la disminución de las pensiones de retiro. Su impacto político es también notorio y se registra ya una crisis de gobernabilidad que pone en cuestión la viabilidad de la democracia liberal.
Frente a ello, crece la resistencia popular a la crisis y a las políticas neoliberales, dando lugar, en algunos países, al surgimiento de amplios movimientos sociales en Europa y Estados Unidos que se hacen llamar “indignados” u “ocupa”, que junto con la movilización de millares de trabajadores, desde las centrales sindicales, en países como Grecia, Portugal y España, marcan la resistencia popular a las medidas neoliberales. Todo ello en medio de un giro de la geopolítica mundial.
El debilitamiento de la hegemonía estadounidense y su afán por conservarla, apoyado en una estrategia belicista, contrasta con una creciente multipolaridad encarnada en el nacimiento de la CELAC, UNASUR y ALBA, al mismo tiempo que los BRICS incrementan su influencia planetaria, como parte del desplazamiento del poder mundial hacia el Sur y el Oriente. Cabe agregar que la crisis del centro capitalista va acompañada de una agresividad creciente y de su afán de militarizar diversas zonas del mundo.
Es en este mundo en que insertamos la realidad actual de Latinoamérica.
Y la ubicamos, más que como una excepción, como en un estado de transición política, solo a los efectos de este sintético artículo la vamos a analizar desde finales del siglo XX y los albores del siglo XXI.
Una de las características de este siglo, es que la disputa de modelos económicos se da ahora dentro del esquema capitalista, sin aparente proyecto que antagonice con él.
Es en estas luchas de hegemonías que tenemos hoy una clara disputa en cuanto a lo económico, teniendo aún a los EEUU como una clara hegemonía en cuanto a lo militar y comunicacional.
Este nuevo escenario representado como multipolar, presenta un escenario complejo y plagado de contradicciones, pero en donde se pueden distinguir dos claros bloques en “disputa” a nivel económico – comercial: por un lado el bloque del “antiguo centro” integrado por la UE y los EEUU, y por otro, el de los llamados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica).
En el terreno político, esta hegemonía del llamado “centro” ha sido “cuestionada”, por la llamada “periferia”, en lo que concierne a nuestro continente, a comienzos del S XXI, por el creciente ascenso al gobierno, -por la vía de elecciones- de gobiernos de Izquierda y Progresistas.
Es en este periodo que se instalan los gobiernos progresistas en nuestro continente y que se abre, de alguna manera, una época de transición de los viejos moldes reaccionarios y golpistas a una época que todavía nos cuesta definir. Porque todavía no logramos vislumbrar sus formas y su rumbo. -La época progresista-.
Aunque no logremos ver muy claramente el rumbo, tenemos claro algunos objetivos coyunturales en esa construcción; el combate a la corrupción, los cambios estructurales, la redistribución de las ganancias, el combate a la pobreza, el reconocimiento al rol de los sindicatos, la inserción de políticas de derechos humanos, el nivel de la salud, de la educación, la política de género, recuperación de las empresas de servicios por parte del estado, etc.
Plantea Valter Pomar «que la lucha EEUU-BRICS ocurre en el contexto del capitalismo, que América Latina y el Caribe es uno de los escenarios donde sucede esta lucha, y que en la región existe una variable excéntrica que debe ser considerada: la fuerte influencia de la izquierda. Y es esta influencia de la izquierda la que torna factible que América Latina y el Caribe se constituyan, no en un escenario pasivo sino, por el contrario, en uno de los polos del combate de carácter geopolítico que está en curso en el mundo. Es decir, permite hacer de la región uno de los espacios de reconstrucción de una alternativa socialista al capitalismo”.
Surgen así, una primera línea de preguntas:
¿Se han generado espacios reales en A. Latina, que cuestionen la hegemonía del modelo económico capitalista?
¿Se estará acumulando realmente hacia una alternativa socializante con estos procesos progresistas?
¿Se han desarrollado márgenes de independencia real del sur en relación al viejo esquema de “reparto mundial”?
¿Qué rol cumplen los espacios de integración iberoamericana?
¿Cómo se resuelven las contradicciones en torno a los intereses nacionales enfrentados de los diferentes países, cuando estamos “estancados” en “el cómo se saldan” las contradicciones internas e intestinas de nuestras naciones?
Pasado ya más de un gobierno progresista, y habiéndose concretado, -en las realidades particulares de cada país y dentro de un modelo económico poco rupturista- una mejora capital en la realidad inmediata de millones de habitantes de la región, concretado avances en derechos sociales básicos, sindicales, en materia de salud, constituyéndose así políticas que apuntan a palear las consecuencias más dramáticas de años de políticas neoliberales, cabe hacer una reflexión seria de cuál es, cómo debe seguir el proceso…
Y sobre todo, -y es la propuesta de continuidad de los próximos números de esta columna-, partiendo de la base de que no pueden existir proceso de liberación nacional, y mucho menos socialismo, si no se parte de la premisa de la “continentalidad de la lucha”; debemos plantearnos como problema el por dónde siguen los múltiples procesos de integración que como estados hemos emprendido, y sobre todo, cómo se magnifican los espacios de intercambio político, en el sentido de ir tejiendo, puliendo, construyendo, estrategias que nos aproximen al viejo sueño de la PATRIA GRANDE LATINOAMERICANA…
(esta historia esperamos continúe)
Por: Colectivo Internacional del Mate