Organizaciones políticas e intelectualidad orgánica
Nuestra izquierda ha cambiado tácitamente su forma de relacionarse con el conocimiento en la interna. Su modo, como organización (o conjunto de organizaciones), de proyectarse programáticamente, de generar teoría, de definir tácticas para objetivos estratégicos, de delinear estos objetivos, ha cambiado sustancialmente en la última década.
A nivel general existe poca elaboración programática. Basta analizar someramente la última discusión de programa a nivel de Frente Amplio (FA), recorrer superficialmente las páginas de Internet y demás órganos de propaganda, tanto del FA como de las organizaciones que lo componen, o analizar someramente las diversas propuestas de “actualización ideológica” que han circulado recientemente, para constatar esta afirmación. La elaboración intelectual, colectiva o individual, está sumamente descuidada y las organizaciones en general no la favorecen activamente. La construcción intelectual, en el mejor de los casos, está ligada casi en exclusividad a la gestión de Estado, a corto y mediano plazo.
Por otra parte, el vínculo histórico entre izquierda y sectores sociales productores de conocimiento (intelectualidad profesional) ha decaído. La participación orgánica de intelectuales profesionales -quizá como consecuencia de la crisis general de participación, quizá debido a otros factores- es notoriamente menor a otros momentos de la historia.
Luego de siete años de gobierno, la izquierda no ha conseguido construir hegemonía a nivel cultural y no gana terreno a nivel electoral (estancamiento o retroceso). Esto a pesar de que los indicadores, a todo nivel, son objetivamente superiores a cualquier gobierno anterior. La construcción de una sociedad distinta, más justa e igualitaria, claramente no pasa únicamente por el logro de mejores resultados económicos o de reformas parciales de aparatos del Estado. El sostenimiento de un proceso de cambio hacia este tipo de sociedad no está únicamente ligado a su buena gestión.
La batalla por una sociedad justa se da, sobre todo, en el plano cultural. La izquierda alcanzó el gobierno nacional bajo la consigna de “cambio”. Cambio hacia una sociedad distinta, pero, sobre todo, cambio de la gestión del Estado. En cierta medida ha cumplido con la segunda parte de la promesa, relegando, por acción u omisión, la primera. Los valores hegemónicos del capitalismo -individualismo, consumismo y las distintas formas de violencia que estos desencadenan- no son combatidos activamente desde las organizaciones de izquierda con planteos alternativos. Simplemente éstos no se generan. Sobre estos valores hegemónicos no es posible construir una sociedad distinta, se reproducen a sí mismos y sostienen el sistema actual. Toda reforma o cambio que atente contra ellos será resistida y estará destinado al fracaso.
¿Es posible contrarrestar valores tan arraigados?, ¿puede gestarse un cambio cultural de forma intencionada y planificada? La respuesta es: por supuesto que es posible. La historia de la humanidad está plagada de ejemplos de ello.
La construcción de hegemonía a nivel de las ideas requiere de una renovación del vínculo con el conocimiento, la producción y reproducción de nuevas formas de relacionamiento social, nuevas formas de relaciones de producción, fundadas en valores que permitan la construcción de una sociedad justa y solidaria.
La renovación del vínculo con el conocimiento requiere una profunda autocrítica a la interna de nuestra izquierda, una revalorización del trabajo intelectual al interior de las organizaciones, combatiendo la falsa contradicción “organización que responde a los intereses de los trabajadores” vs. Intelectuales. Un intelectual orgánico no es necesariamente un intelectual profesional trabajando en una organización política. Puede serlo cualquier integrante de una organización que produzca, debata y difunda ideas propias, con mentalidad autónoma. Puede serlo también un intelectual profesional que oriente sus reflexiones en la misma línea que la organización, nutriéndola, debatiéndola, transformándola.
Una organización que pretende transformar la sociedad debe construir alternativas hacia ese objetivo, que no se agoten en lo electoral o en la gestión del Estado. Alternativas que sólo son posibles si se trabaja hacia la construcción de una nueva intelectualidad orgánica.
Por: Santiago Alzugaray