Proclama de Prolegal
Hace 6.000 años que se consume marihuana y solamente cincuenta que se le hace la guerra. Primero fue Estados Unidos y luego, a través de las Naciones Unidas, prácticamente todos los países del mundo. El discurso prohibicionista se expandió como pocas veces en la historia de la humanidad. Un día, amanecimos con un policía que nos apuntaba al grito de “simplemente decí que no”. Ya sabíamos que no nos dejaban ser gays, lesbianas, trans, bisexuales; ya sabíamos que no nos dejaban abortar; ahora nos empezaban a prohibir el consumo de sustancias como la marihuana. Una vez más limitando nuestro derecho a disponer del propio cuerpo, aún cuando esto no implicara daños a terceros.
¿Pero todavía existe alguien que pueda argumentar que esta guerra no fracasó? ¡No! Porque su fracaso es más que obvio. Es fácil ver que la prohibición no es una solución: es ineficaz, peligrosa y absurda. Generó corrupción, ejércitos del narcotráfico más poderosos que los Estados, drogas de baja calidad y altamente dañinas que inundan mercados, usuarios problemáticos excluidos de los sistemas sanitarios, países malgastando escandalosamente sus recursos, emergencia humanitaria en las cárceles. ¿Quién puede decir hoy en día, con argumentos serios, que es exitoso este modelo? Nadie murió nunca por fumar marihuana, pero decenas de miles de personas mueren en la guerra de su prohibición. Hoy toda Latinoamérica busca soluciones regulatorias ante este rotundo fracaso.
Actualmente en Uruguay el consumo no está penado por la ley, pero igualmente cientos de jóvenes están en la cárcel por haber tenido encima menos de diez porros. ¿Y cuánto tiempo más vamos a tener que recurrir al mercado negro para conseguir un faso?, ¿hasta cuándo vamos a tolerar que vayan presas personas que cultivan su propio cannabis?, ¿Cuánto tiempo más vamos a permitir que autocultivadores como Alicia o Mauricio pasen meses en la cárcel por plantar para su consumo personal?, ¿cuándo será el día en que acepten que nuestra sociedad está formada por gente diversa, y que no todos tenemos que ser como los viejos poderosos nos dicen que hay que ser? Y ojo, porque ellos son los primeros: Obama ya aceptó que fumó bastante marihuana, Bill Clinton también. Y nuestros presidentes bien que se la dan con su Whisky importado. Aplaudimos a Paul Mc Cartney, y no decimos que hace años que él planta su propio cannabis; nuestro nuevo mártir es Steve Jobs, el genio creativo del capitalismo, que fumaba su porrito diario, primero por placer, más tarde para calmar los dolores de su enfermedad. ¡Cuánta hipocresía!
Por suerte pueden verse algunos avances. El Estado uruguayo ha reconocido el fracaso del prohibicionismo, pero sólo con decirlo no alcanza. Lo que se necesita es un cambio legal profundo. Aun habiendo riesgos en el consumo (y no son tantos: la marihuana crea menos dependencia que la cafeína), aun habiendo riesgos: ¿justifican el uso de la policía, el ejército, la justicia y la cárcel para evitarlos?
No podemos seguir esperando por nuestros derechos. Es hora de construir una sociedad verdaderamente justa, equitativa y de sujetos libres. Y tenemos bien claro que para construir esta sociedad es necesario también que se aprueben algunos proyectos que hoy esperan trámite parlamentario.
No pueden seguir existiendo abortos clandestinos en Uruguay: es inadmisible y ridículo que las mujeres sigan abortando en condiciones de riesgo. Es necesario aprobar la ley que legaliza el aborto ya.
No pueden seguir existiendo ciudadanos de primera que pueden casarse con quien quieran, y ciudadanos de segunda que no tienen derecho a eso. Es hora de que la ley reconozca la diversidad de las familias y las proteja a todas por igual. El parlamento debe aprobar sin más demora el proyecto de matrimonio igualitario. Los mismos derechos con los mismos nombres.
Por otro lado, es inaceptable que en Uruguay existan muertes por transfobia. Los asesinatos de las cuatro mujeres trans este año nos avergüenzan como sociedad, como nos avergüenza la manera en que han tratado la noticia los medios de comunicación, hablando de “hombres vestidos con ropa de mujer”, y no como personas que decidieron que género llevar en su vida. Es ridículo pensar que alguien no puede, ni tiene derecho, a cambiar su destino.
Todo esto nos hace pensar nuevamente en la necesidad de trabajar por una ley de medios. Para que la televisión, la radio y la prensa escrita sean medios de expresión real de todos y no solo de un puñado de poderosos que muestran siempre una faceta parcial y prejuiciosa de nuestra realidad. Porque son estos mismos medios los que nos estigmatizan como delincuentes o enfermos cuando no nos escondemos para fumar.
Nos oponemos tajantemente a la baja de la edad de imputabilidad que busca, a través del miedo, criminalizar a los y las jóvenes. Falsas soluciones que se fundamentan con mentiras. La juventud no es la culpable de la violencia con la que nos relacionamos como sociedad. Ni tampoco son las drogas como nos quieren hacer creer aquellos que buscan respuestas simplistas y mezquinas, chivos expiatorios, cuando bien sabemos que son las desigualdades sociales el principal problema. Necesitamos gobiernos y gobernantes que se preocupen por la tenencia de armas en la familia y no por plantas de marihuana.
No pueden seguir existiendo consumidores y consumidoras en prisión. ¡No más presos por plantar! Es necesario aprobar garantías legales que eviten que la justicia actúe con discrecionalidad.
La ley de drogas actual en Uruguay sólo habla de cuánto y cómo castigar. No incluye elementos educativos o de salud. Es un desastre. Hay que cambiarla, es elemental. El parlamento no puede demorar más: para mejorar una sociedad hay que ser audaz. Y la bancada del Frente Amplio hace ya meses que respaldó un proyecto de regulación, aunque lo tiene en un cajón. Es necesario aprobar la Ley de Regulación del cannabis para su consumo. Saludamos a los diputados Sebastian Sabini, Nicolás Núñez, Fernando Amado y Daniel Radío porque trabajando junto a las organizaciones sociales se ha llegado a una buena propuesta.
El proyecto cuenta con nuestro apoyo y debemos defenderlo, porque habilita el cultivo de ocho plantas por hogar y la tenencia suficiente para consumo personal. Además, crea los clubes de cannabis, posibilitando que quienes no quieran o no puedan cultivar por las más variadas razones se organicen, para abastecerse sin tener que recurrir al mercado negro.
Que quede bien claro: mientras sigan existiendo vecinos que denuncien a quienes plantan y una justicia que castigue a los consumidores; mientras siga vigente la ley actual de drogas vamos a seguir ocupando la calle para hacer oír nuestra voz.
No más vueltas: ¡autocultivo legal y clubes de cannabis ya! Para eso los necesitamos a todos y todas, en cada barrio, en cada laburo, en cada familia, en todas las calles. 2012 es el año y para que eso sea depende de todos y cada uno. Hablemos del tema, con un poco de información todos pueden entender que esta prohibición está mal y que sólo perjudica, como siempre, a los más jodidos.
Nosotras y nosotros fumamos, ¿y saben qué? Lo vamos a seguir haciendo. Sólo queremos un sistema más sincero y justo con una realidad que ya existe. Menos hipocresía, menos discursos baratos, más voluntad transformadora, más libertad.
Por Colectivo Mate Amargo