Lo que se piensa, se dice y chau

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Martín-Barbero afirma que lo comunitario aparece, entre otros factores, como un intento por construir nuevos modos de “estar juntos”.

Al mismo tiempo, suelen ser la culminación de un proceso de organización o como impulsores del mismo. La revista “La torta frita” funcionó para un grupo de jóvenes del barrio “Bella Italia” en este último sentido; impulsando la organización del colectivo.

Revulsión colectiva

En enero de 2009, una barra de amigos, algunos con militancia política, social, sindical, resuelven organizarse para “decir lo que nadie decía en un momento en que todo parecía ordenado y en sus cabales” afirma Lucía, integrante del grupo.

Vale recordar que en ese momento gobernaba, por primera vez en la historia del país, el Frente Amplio y el Presidente Dr. Tabaré Vazquez, contaba con el mayor índice de popularidad registrado para un primer mandatario.

Rey afirma que “lo comunitario aparece también como un intento por construir esfera pública, espacios de diálogo y debate ciudadano, donde los medios pueden ser nuevas “plazas públicas”. (Rey, Germán (1997) “Otras plazas para el encuentro”). En ese sentido, ante el diagnóstico de que el tema de la pasta base no se trataba en los medios de comunicación como consideraban debía hacerse, iniciaron una serie de intervenciones “comunicativas” que se sintetizaron en la publicación, en Abril de 2009, del primer número de “La torta frita”.

Del muro de Berlín a la Teletón

Si bien la revisa estaba dirigida a los jóvenes del barrio, se instala la reflexión en el colectivo de si el medio y el contenido eran adecuados. El primer número solo contenía texto sin imágenes y buscaba brindar elementos para pensar la realidad cotidiana más allá del sentido común. Sin embargo, el lenguaje escrito es cuestionado por el grupo como medio de comunicación efectivo para llegar a los jóvenes. Al respecto, puede afirmarse que “la lógica escritural, que reemplazó a la cultura oral primaria como modo de comunicación, producción de conocimientos y configuración de prácticas sociales, ha entrado en crisis en las últimas décadas. Ha sido desplazada por la lógica audiovisual” (Hall, S. (1993): “La hegemonía audiovisual” en La mirada oblicual, Bs.As., La Marca.)

Al mismo tiempo, “los medios – en especial la televisión-, han constituido en los últimos años uno de los puentes centrales de pasaje hacia los nuevos regímenes políticos y culturales. Tanto es así que hoy podemos hablar de telepolítica para designar la relevante presencia “de los medios” (en particular la TV) en la construcción de la escena pública y la presencia “en los medios” del debate y la propaganda política. (Huergo, J. (1997) “Comunicación/Educación: ámbitos, prácticas y perspectivas” en Ediciones de Periodismo y Comunicación N°2, Bs.As).

Igualmente la “Torta Frita” continuó con el mismo estilo en cuanto a contenido, agregando fotografías y mejorando la calidad del papel. Si bien el objetivo de llegar a los jóvenes continua, se ampliaron los espacios y lugares a los que la publicación comenzó a llegar. Esto se debió, sobre todo, a que el colectivo encargado de revista se modificó, y se abrió la participación de espacios comunitarios del barrio (almacenes, comisión de vecinos, policlínica etc) sobre todo en lo referido a la distribución y financiación de la revista.

La vinculación con sindicatos de fábricas metalúrgicas enclavadas en el barrio en pleno conflicto, transformó al medio en un “micrófono de tinta” el cual fue sentido como propio por los trabajadores para comunicarse con los vecinos del barrio.

A su vez, los integrantes del colectivo, que militaban en diferentes espacios políticos, sociales y sindicales, transformaron a la revista en un amplificador de acciones, pensamientos, críticas y propuestas.

Desde la comunidad, en diálogo con las organizaciones sociales que la conforman, la “Torta frita” encontró su lugar y su modo. Al igual que muchas publicaciones que surgen de la necesidad de expresar miradas distintas de las ideas que surgen a partir de la realidad concreta y cotidiana de un barrio, que por desinterés, desconocimiento etc. quedan excluidas en la globalidad de los medios masivos.

El dúo Larbanois-Carrero lo expresa claramente en su canción “Santa Marta”:

“Santa Marta está informada
de la cumbre de Ginebra
si la reina estuvo enferma
o Palermo erró un penal.
Todo el mundo vive al tanto
de un millón de cosas nuevas
pero ya nadie se entera
lo que pasa en su ciudad.”

Mantener la publicación no es fácil, un medio comunitario suele depender de un financiamiento fluctuante y escaso. Vender torta fritas en las ferias cada sábado, lograr el aporte de comercios que forman parte de una cooperativa, incluso poner del propio bolsillo son alternativas para lograr los recursos necesarios .El esfuerzo en sostener cierta periodicidad y llegar al lector que leyó el número anterior, sumar lectores, etc. valen la pena y gratifican “cuando te encontrás con gente que dice que la leyó”.

El mensaje, la idea llegó. No importa si el lector está o no de acuerdo, la idea no es convencer sino expresar y generar contradicciones y conflictos que generen diálogo, debate.

Construir ciudadanía capaz de pensar y cuestionar los discursos hegemónicos, capaz de mirar al barrio y conectar las dificultades y problemas cotidianos con el panorama general que los medios masivos informan; son algunos de los objetivos de un medio comunitario.

Al unísono, desde nuestras comunidades nos toca apoyar y sobre todo estar dispuestos a leer y escuchar estas voces que intentan decirnos algo diferente, mostrarnos otras posibilidades para reconocernos y finalmente ser parte del diálogo y el debate.

Proyecto de Investigación 2010. UdelaR. Prodic “Los medios comunitarios en el nuevo contexto regulatorio”: Medios comunitarios, Comunidades, Ley de Radiodifusión Comunitaria.

Por: Paola Beltrán

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