“La historia, implacable degolladora de sueños, solo realiza lo posible” Enrique Broquen1Pensador argentino influyente en la izquierda de los 50 y los 60 en Uruguay.
A la luz de la situación concreta, recapitulemos peligros, afinemos posturas.
La “oligarquía” dueña del mundo, dirigiendo desde el “Club de Bilderberg” -la burguesía trasnacionalizada, sus socios menores y el séquito de funcionarios eclesiásticos, militares, políticos, intelectuales- apuesta al dominio del gran capital imperialista, cuyos centros están en Estados Unidos y la Unión Europea. Se opone a cualquier alteración de su orden, como la aparición de nuevos bloques de naciones (MERCOSUR, UNASUR o la CELAC). Trata de que no crezcan, que se desintegren, para afirmar la sujeción de los Estados Nacionales vía TLC y acuerdos militares. Observa con desconfianza o enemistad a Brasil, Rusia, China, India. En nuestra región, a este Brasil “populista radical” arrastrando con su fuerza en la empresa liberadora a Nuestra América, con “virus y bacterias” de cuidado, como los gobiernos o regímenes de Argentina, Uruguay, Bolivia, Ecuador, Venezuela.
La unipolaridad de Estados Unidos se ha esfumado y abierto camino un mundo multipolar, de potencias de diversas características e intereses disímiles, que poseen en común la oposición al poder excluyente de Estados Unidos. Los trabajadores y sus aliados deben ser sagaces, analizando caso por caso, quienes pueden ser aliadas circunstanciales, tácticas, y la eventualidad de que alguna pueda ser aliada por largo tiempo, estratégica.
El sistema mundial capitalista está atravesado por contradicciones nuevas que obligan a los trabajadores, a los pueblos explotados y a sus intelectuales orgánicos (individuales, y al colectivo, la herramienta política de vanguardia) a combatir por los objetivos finalistas, por objetivos de mediano plazo, y aún por programas mínimos, reuniendo en cada caso el mayor número de aliados, aunque no sean de fiar, aunque recorramos con ellos un trecho corto. De ahí que en Nuestra América haya proyectos nuevos, a veces contradictorios entre sí, y contradictorios con los remanentes de proyectos “viejos” de otros. Entre los proyectos nuevos figuran el ALBA, la UNASUR, la CELAC. Entre los segundos el MERCOSUR (que no es el que fue) que requiere ser empalmado con los primeros, o aquel que nunca ha servido a nuestros pueblos, y al que le ha llegado la hora de su entierro, la OEA.
En Nuestra América los países poseen fuerzas sociales transformadoras y fuerzas políticas resultantes de complejas alianzas de clases, de sectores o capas, de etnias originarias, de movimientos multiculturales. Desde la óptica de la vanguardia que pugna por soluciones finalistas, las fuerzas sociales y políticas existentes causan “dolores de cabeza”, propios de su heterogeneidad. Y deben avanzar no sólo pensando como unidades aisladas, sino facilitando las relaciones regionales, jamás entorpeciéndolas. A veces, lo que parece bueno en la Patria Chica, puede ser nocivo en la Patria Grande: soluciones concretas, consignas, candidatos.
Para alcanzar las metas finales, los trabajadores y sus aliados populares tendrán que ganar dos fortalezas en manos del bloque del gran capital: el poder (el león, en términos de Maquiavelo y de Gramsci) y la hegemonía (la zorra). Que aunque sean “animales” diferentes, deben complementarse porque no es posible mantener la fuerza sin la capacidad de convicción ni alcanzar ésta sin asumir la fuerza. Pero para poseer la astucia de la zorra los trabajadores debemos sepultar las “buenas intenciones”, de las que está empedrado el camino del infierno. “Buenas intenciones” manifestadas por variadísimos fundamentalismos, cuyo común denominador es la incapacidad para discernir la gama de contradicciones presentes en la realidad. Como en el cambalache discepoliano para los “auténticos” todo es igual Lugo, Franco o Carter, Mujica o Lacalle, Dilma o Serra, Cristina o Macri. Su visión es miope. Hay que llegar al final, al socialismo, al comunismo y ya. No importa cómo, ni la correlación de fuerzas, ni el grado de madurez de la clase trabajadora, ni la de sus aliados populares, ni la fuerza del imperialismo y sus aliados. En un día el socialismo, en otro el comunismo y en el tercero a descansar. No necesitarían como El Señor seis días de trabajo para descansar en el séptimo. El punto de partida son los principios del Bien que tienen ellos (los de la secta), los demás son enemigos. Pretenden convencer con el programa máximo socialista, y el mínimo de un diputado para que desde el desprestigiado Parlamento se oiga la voz en la que el pueblo se reconozca. Empero surgen dos problemas: los miembros de las sectas se repelen entre sí (quien no está conmigo está contra mí); y los destinatarios de tanta sapiencia “científica” (don Juan y doña María, el Yonathan y la Yaquelin) no entienden y se hace difícil acusar a tantos ignorantes de traidores.
Por consiguiente, para alcanzar las metas finales, hay que asirse fuerte de lo que hay (con sus defectos), respirar hondo el aire fresco (cargado de malos olores) y hacer camino al andar. El del pueblo uruguayo lo recorrerá ahora con los de Argentina, Brasil y Venezuela.
Por: Julio A. Louis
Referencias
↑1 | Pensador argentino influyente en la izquierda de los 50 y los 60 en Uruguay. |
---|