Un repaso de los principales ejes económicos, políticos y sociales partiendo desde la década de los 80. Haciendo un mojón en el año 2000: algunas claves perspectivas para la construcción de un cambio en la cultura política.
1968 – los 80: Las Dictaduras
En un marco de luchas populares crecientes, de países en que se desarrollan gobiernos de izquierda (Allende en Chile, Torres en Bolivia) y otros partidos de izquierda comienzan a crecer como nuestro Frente Amplio, se desarrolla una estrategia de autoritarismo creciente cuya fase más relevante son la implementación de dictaduras en América Latina.
Esto cobra especial énfasis en el Cono Sur y en la generación de una represión sobre los movimientos populares.
Pero al mismo tiempo que ello, se desarrolló un modelo concentrador y excluyente que tuvo como su eje central la reducción de salarios y la muy fuerte concentración de la riqueza y centralización de los capitales, como única manera, dado el desarrollo de las luchas populares, de garantizar la continuidad de la acumulación de capital.
Los 80 y los 90: Las democracias neoliberales
La etapa de las dictaduras llega a su fin en los años 80, sumida en grandes crisis económicas y morales y con un nuevo empuje de desarrollo de las luchas populares.
Es en ese momento que se ve la necesidad de la continuidad del modelo de acumulación concentrador y excluyente a través de la restitución de la democracia.
Los 90 estuvieron regidos por la lógica de reajuste estructural que, desde los organismos internacionales como el FMI y el Banco Mundial, se promovió “a cambio” del apoyo para restituir las condiciones de crecimiento económico sumergidas por la crisis de los 80.
Y ello fue sistematizado en lo que se llamó el consenso de Washington, que en sus líneas generales propuso:
1. Disciplina presupuestaria ( cero déficit)
2. Reordenamiento de las prioridades del gasto público de áreas como educación y salud pública a Investigación e infraestructuras.
3. Reforma Impositiva con bases imponibles amplias, es decir mucho IVA y poco impuesto a la renta y el patrimonio.
4. Liberalización financiera, especialmente de los tipos de interés.
5. Un tipo de cambio de la moneda competitivo.
6. Liberalización del comercio internacional con disminución de barreras.
7. Liberalización del ingreso de las inversiones extranjeras directas.
8. Privatización de las empresas públicas y de los monopolios estatales.
9. Desregulación de los mercados, con énfasis en el mercado de trabajo.
10. Protección de la propiedad privada.
Así continuaron los modelos de acumulación iniciados en la dictadura con una propuesta continuista en sus bases esenciales, desarrollada ahora en un contexto democrático.
En Uruguay hemos denominado a este modelo LACE (Liberal, Aperturista, Concentrador y Excluyente).
La sumatoria de más de 30 años de acumulación concentradora llevó a resultados de una pérdida sustantiva de la calidad de vida de las familias trabajadoras, así como a una modificación de los valores de convivencia ciudadana, en especial en lo que se refiere al valor de la educación, del trabajo, es decir una pérdida de valor de lo colectivo frente a lo individual.
En síntesis: concentración de la riqueza, exclusión social y ruptura ideológica con una visión colectiva de la vida.
Los 2000: Empieza un nuevo rumbo
A partir de los últimos años, se empiezan a gestar nuevos gobiernos que van a ir dando respuesta a la nueva crisis emergente. Es el caso del Frente Amplio en Uruguay, el Partido de los Trabajadores en Brasil, el frente por la Victoria en Argentina, Evo Morales en Bolivia, Hugo Chavez en Venezuela, Rafael Correa en Ecuador, el Frente Sandinista en Nicaragua, como los puntos altos de este nuevo momento.
¿Qué tienen en común estos gobiernos?
En primer lugar, y sobre toda las cosas han dejado de lado la concepción de estado “neutro” y desertor para poner en marcha un estado activo, que incide en la política, en la economía y en la sociedad.
En segundo lugar tienen en común las políticas redistributivas que se han expresado en cambios tributarios, políticas salariales y políticas sociales de enfrentamiento a la pobreza integradas a la visión universal de las políticas sociales. En especial ha sido de alta consideración en estos gobiernos los cambios en los sistemas de salud y educación, los más golpeados por la deserción neoliberal.
En tercer lugar, el iniciar procesos de descentralización hacia la ciudadanía en el ejercicio de la acción política.
En cuarto lugar procesos de cambio en la matriz productiva, sea del lado de la propia producción, sea por el cambio de las políticas de infraestructura y energía y por el estímulo a las formas de autogestión de los trabajadores en el desarrollo productivo.
En quinto lugar una visión estratégica de la política exterior que prioriza la región tanto en lo económico, lo comercial, y sobre todo lo político con eje en la UNASUR.
En sexto lugar la creación de ámbitos de participación popular en la propia estructura de gobierno y en la base de la acción comunitaria.
Es decir son gobiernos que han opuesto al concepto de concentración el de distribución, al concepto de exclusión la integración y al concepto de liberalización y desregulación el concepto de regulación del Estado.
En algunos casos esos gobiernos han nacido de una acumulación social y organizacional relevante y en ese sentido Uruguay es un ejemplo, por el rol cumplido por el movimiento sindical y estudiantil en la construcción del partido político que llegó al gobierno y otros han tenido su base de llegada en líderes populares, que se han planteado la construcción política a posteriori de su llegada al gobierno, en el entendido que la consolidación de estos procesos requiere acciones organizadas y un marco conceptual que trascienda las personas.
En algunos casos los gobiernos han puesto, al mismo tiempo que inician el combate a la emergencia dejada por los modelos LACE, reformas estructurales que hemos denominado protosocialistas, en el sentido de gestar las condiciones del desarrollo socialista, aún en un marco de una acumulación capitalista con visión incluyente y distributiva. Uruguay, Ecuador, Brasil y Argentina más recientemente desarrollan esta dialéctica de integralidad.
En algunos casos el desarrollo de la participación popular ha tenido un fuerte eje en la delegación de poder que tiene como sus dos puntos altos, la organización social en los territorios y el desarrollo de formas autogestionarias por ende protosocialistas en la producción. Ello fortalece el proceso de construcción política y es el caso de Venezuela, Ecuador, Bolivia y Uruguay con énfasis especial en este segundo gobierno.
En definitiva se ha iniciado una nueva etapa en el desarrollo político de América Latina, en especial de América del Sur y por lo tanto nos planteamos dos preguntas: ¿Qué hacer para profundizar estos cambios? y ¿Qué metas debemos plantearnos?
Sobre la primera el artículo avanza en las respuestas: cambios en la matriz productiva con mayor acumulación nacional o regional; profundizar las reformas sociales de carácter protosocialistas y consolidar el poder popular en la gestión pública.
Sobre la segunda quiero referirme a una nota que escribí comentando una nota de Tarso Genro respecto al objetivo de los gobiernos de izquierda.
¿Cuál es ese camino? ¿Cuáles sus metas?: como decíamos en la nota es el de la democracia socialista que es todo lo opuesto a socialdemocracia (y no sólo por un tema semántico de cómo está escrito) y que se constituye por una combinación de igualdad, acceso universal a los derechos, y distribución económica basada en el trabajo.
Y eso, que hoy está muy lejos se construye y acumula en la cotidianidad, en los cambios que se gestan en el proceso político, en la delegación de poder que debemos hacer en nuestras acciones, en la construcción conceptual de modelo de Democracia Socialista que guiará las acciones y en el fortalecimiento de la unidad latinoamericana que hará viables los procesos nacionales.
Tres reflexiones finales que hacen a la construcción real de un cambio en la cultura política que debe acompañar los cambios en la base económica y que comenté también en esa nota de reflexión con Tarso Genro.
Primero: Los cambios deben estar liderados por decisiones políticas; discutirlos en términos de gestión es una ganancia de la derecha, que reduce las diferencias a la gestión y cooptó el pensamiento de izquierda y en algún caso a los pensadores de izquierda…
Segundo: el tema del recambio generacional. Los que éramos jóvenes en los sesenta y creíamos que podíamos cambiar el mundo, actualmente creemos que los jóvenes ya no son capaces de ello y ahora no creemos en ellos. Y parte de las posibilidades reales de transitar hacia la democracia socialista tiene que ver con dejar paso a los jóvenes en la elaboración. Siempre renuevan y revolucionan el pensamiento, si seguimos gobernando sin recambio los cambios serán más lentos.
Tercero y quizás la más importante es que la construcción de una democracia socialista debe asentarse en valores ideológicos distintos a los predominantes en donde lo esencial es el valor de la acción colectiva respecto a la individual y la reconstitución de la centralidad de la educación y el trabajo como la forma de socialización e integración ciudadana.
Por: Daniel Olesker