Estrategia e integración regional

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La principal característica de la coyuntura latinoamericana sigue siendo la fuerte presencia de la izquierda, ya sea hegemonizando gobiernos y movimientos sociales, ya sea protagonizando la oposición de los principales países de la región.

Pero hay señales crecientes de que la ofensiva iniciada entre 1998 y 2002, con las elecciones de Chávez y Lula, empieza a encontrar sus propios límites, colocando para nosotros la necesidad de encontrar caminos para seguir profundizando los cambios.

Por otra parte, desde hace ya algunos años está en curso una contraofensiva de la derecha y del imperialismo, que es facilitada por los efectos de la crisis internacional, así como por las debilidades y contradicciones de los gobiernos progresistas y de izquierda.

Un ejemplo de la contraofensiva es lo sucedido en Paraguay y Honduras, así como en las elecciones presidenciales de Panamá, Costa Rica y Chile, por mencionar tan solo estos casos.

A causa de la crisis internacional, las fuerzas de derecha han deflagrado desde la elección de Obama en una contraofensiva, que por ahora solo ha tenido éxito en los eslabones más débiles de la cadena de gobiernos progresistas y de izquierda que hay en la región.

Cuando en el Foro de São Paulo, hace algunos años, advertimos sobre esta contraofensiva, no fueron pocos los que discordaron, llamando la atención hacia nuestras fortalezas y avances, y a las contradicciones en el campo enemigo.

Es cierto que las dificultades y contradicciones en el campo enemigo son inmensas. Pero no hay que confundir las cosas: la contraofensiva de la derecha hace parte, exactamente, de su esfuerzo para enfrentar sus crisis y contradicciones.

La contraofensiva implica, incluso, en cambiar actores y performances. Así pasó en Estados Unidos y es bueno recordar que nosotros avanzamos más durante el período Bush que durante el gobierno Obama. Así pasó, también, en Colombia, en que las fuerzas de derecha hicieron cambios importantes en su accionar, al paso que las izquierdas enfrentan muchas dificultades políticas.

La contraofensiva implica, también, en aprovechar la crisis para apretar aun más el garrote. Así pasa en gran parte de Europa. Así es como prosigue la escalada militar, con riesgos cada vez mayores de que Siria e Irán sean convertidos por el imperialismo, en el epicentro de un conflicto de inmensas proporciones. Así es, también, como volvemos a oír la palabra: golpe, en el Cono Sur.

Pero al final, el hecho de que obtengamos victorias no significa que no esté en curso una contraofensiva del enemigo. Hasta porque algunas de estas victorias pueden reencender viejos problemas, como en cierta medida está pasando en Perú, tras la victoria de Ollanta Humala.

Pasemos ahora en revista los aspectos principales de la coyuntura y del período histórico en el que estamos a nivel mundial.

El elemento principal es la crisis. Se trata de una crisis del capitalismo neoliberal, una crisis de larga duración, que alterna momentos agudos con períodos de aparente tranquilidad. Su fase más aguda hoy está en Europa, pero su impacto es general, creando un ambiente de inestabilidad económica, social y política, con repercusiones militares.

Las capas dominantes en Europa y Estados Unidos, hasta el presente momento, consideran que la salida para la crisis es más de lo mismo, motivo por el cual están patrocinando tanto el desmonte del Welfare State en Europa, como operaciones militares en la periferia.

De no existir una alternativa políticamente poderosa, la opción de las capas dominantes conducirá al mundo hacia más capitalismo y barbarie, incluso a confrontaciones militares de gran escala.

Por supuesto, no hay en las izquierdas un consenso acerca de la naturaleza de las alternativas, habiendo desde los que satisfacen con un capitalismo de Estado, pasando por la socialdemocracia clásica, hasta el socialismo anticapitalista. Y cabe decir, las alternativas de izquierda son políticamente más débiles allí donde la crisis es más fuerte.

Un segundo elemento del escenario mundial, directamente conectado con la crisis, es el declive de la hegemonía de los Estados Unidos.

Este declive es un fenómeno de prolongada duración y paradójicamente tiene que ver con el éxito de los EEUU en la “Guerra Fría”. Pero lo más importante es el comportamiento de las clases dominantes estadounidenses frente a esta situación.

Sean cavernícolas como Romney o adeptos del «soft power» como Obama, todas las fracciones de la clase dominante en los EEUU comparten la obsesión de volver a liderar el mundo. Motivo por el cual acentúan el manejo de sus factores de poder: los medios de comunicación, el dólar y especialmente las armas. Lo cual empuja la situación mundial hacia un escenario de aún más inestabilidad, al mismo tiempo que sigue intocada la razón de fondo del declive – la pérdida de participación relativa de los EEUU en el PIB mundial.

Un tercer elemento de la situación mundial es un desplazamiento geopolítico, del centro productivo del mundo, hacia el Asia. Aunque no sea lo mismo, este desplazamiento se confunde con la emergencia de los Brics y la polarización entre ellos y su modelo capitalista, contra el núcleo anglosajón hegemonizado por el neoliberalismo.

Tanto el desplazamiento geopolítico como la emergencia de los Brics son tendencias y por lo tanto no son irreversibles. Incluso porque las Asias y los Brics son muchos/as: Brasil, China, India, Rusia y Sudáfrica tienen innumerables intereses y posibilidades contradictorios entre si.

De todos modos, el desplazamiento y la emergencia de la multipolaridad, en este ambiente de crisis económica y de decadencia de la potencia hegemónica, tienen como consecuencia política una inestabilidad creciente.

Supuestamente, un contexto de crisis e inestabilidad constituyen una oportunidad para la emergencia de soluciones antisistémicas. Pero, si lo viejo está mal de salud, lo nuevo aún tiene poca fuerza. La verdad es que, tomándolo globalmente, las izquierdas aun seguimos en una situación de defensiva estratégica. Motivo por el cual pueden emerger soluciones reaccionarias, y de hecho ya están emergiendo en algunos países.

Si bien el contexto global es este, en América Latina y Caribe estamos en mejores condiciones, ya sea para manejar los efectos de la crisis, ya sea para construir una alternativa sistémica al capitalismo neoliberal, lo que por supuesto ayudaría mucho la izquierda mundial a salir de la presente situación de defensiva estratégica a nivel global.

Pero, y siempre hay un pero, la verdad es que en América Latina y el Caribe hay señales crecientes de agotamiento de las distintas estrategias adoptadas, hasta ahora, por las distintas izquierdas.

Por una parte, este agotamiento resulta del relativo suceso de las acciones realizadas desde 1998. Por otra parte, tiene que ver con mudanzas en la demanda global por comodities; con la resistencia de los sectores primario-exportador, financiero y transnacional; con las asimetrías entre los países de la región; con las debilidades político-organizativas de los sectores populares; con los límites impuestos por las características del Estado en cada país, etc.

No por coincidencia, las señales de agotamiento de las diferentes estrategias coinciden con una contraofensiva de la derecha.

Para superar los límites de las estrategias y para derrotar la contraofensiva de la derecha, hay que profundizar el proceso de cambio; para ello, entre tantas otras cosas, sigue siendo necesario tener partidos y sigue siendo necesario saber extraer el máximo múltiple común del carácter desigual y combinado de la izquierda latinoamericana.

Esta izquierda actúa en escenarios diferentes, con ritmos, programas y estrategias diferentes. Incluso debido a esto, la integración regional constituye el terreno común, el marco dentro del cual si puede articular y potenciar las distintas izquierdas latinoamericanas.

El ritmo y profundidad de la integración regional dependen, al menos en parte, de la voluntad y capacidad política hegemónica en los pueblos y gobiernos de la región. Si no tuviéramos éxito en hacer más rápida y profunda la integración, la contraofensiva de la derecha tiende a ser victoriosa, total o parcialmente.

Pero la integración no basta: el mismo ambiente internacional que torna indispensable y urgente la integración, también constituye un límite para los cambios más profundos: con perdón de la blague, no habrá socialismo en una sola región. Incluso por esto, necesitamos urgente de cambios en la correlación de fuerzas global. Motivo por lo cual es correcto preocuparse con la articulación entre las izquierdas latinoamericanas y caribeñas, con las izquierdas de otras partes del mundo.

Dicho esto, podemos hacer el siguiente resumen esquemático de la intersección entre la situación mundial y regional: actuamos bajo condiciones objetivas que posibilitan y exigen más, pero las condiciones subjetivas que tenemos hoy no están permitiendo que aprovechemos adecuadamente las posibilidades existentes. Lo cual está abriendo espacio a la ultraizquierda; más principalmente a la derecha y al imperialismo.

Por esto es tan importante mejorar la inteligencia política y las condiciones orgánicas de funcionamiento de cada uno de nuestros partidos y del Foro de São Paulo.

Por: Valter Pomar. Doctor en Historia por la Universidad de San Pablo. Integrante del Directorio Nacional del Partido de los Trabajadores (P.T.). Actualmente es el Secretario Ejecutivo del Foro de São Paulo.

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