El ingreso de Venezuela al MERCOSUR removió el tablero regional pero también reveló que detrás del concepto de integración regional conviven muchos matices sobre los cuales es necesario profundizar.
A nivel de la izquierda hay una base de la discusión sobre la integración regional que está saldada: como punto de partida, se entiende que nuestro destino como país pequeño requiere integrarnos a los países de la región.
Pero por otra parte, también es necesario considerar que la integración regional como apuesta política puede estar en función tanto de una estrategia de continentalidad de la lucha, como de otras estrategias, por ejemplo, la del “regionalismo abierto”.
Continentalidad de la lucha
Sostener e impulsar una estrategia de liberación nacional en el marco de una concepción de continentalidad de la lucha, implica reconocer, en primer lugar, que las tareas nacionales e internacionales no se contraponen sino que se complementan. Reconocer que una estrategia política continental es necesaria y que tiene mucho que ver con las posibilidades de las fuerzas sociales y políticas que se plantean la liberación nacional y el socialismo.
En otras palabras, se trata de reconocer fundamentalmente que concretar determinados procesos de transformaciones a nivel de cada país, solo será posible si existen acuerdos a nivel de bloques subregionales o de la región en su conjunto para avanzar en ellos. Particularmente en los temas que hacen a la relación de nuestros países con los conductores económicos del capitalismo global como son las instituciones financieras y las empresas transnacionales (y por detrás de ellas las economías desarrolladas), se trata de ampliar los márgenes de maniobra para la actuación a nivel nacional, desde una posición de bloque regional.
En un segundo nivel, en esta perspectiva estratégica está implícito que al esquema de la integración regional hay que enfocarlo no sólo como resultado de las políticas de los gobiernos o de su institucionalidad específica (las cancillerías, etc.). También está la acción que despliegan las relaciones internacionales de las organizaciones políticas, los movimientos sociales, los sindicatos y las articulaciones regionales de los sectores populares y de izquierda.
En el contexto regional actual, es difícil encontrar fenómeno más orgánicamente integrado que la acumulación de capital y el funcionamiento de los mercados de commodities, en el marco de un modelo productivo dominante de provisión de materias primas y productos primarios hacia las economías centrales, China e India. Este modelo integra ante todo a los mercados, se desarrolla en función de las grandes empresas transnacionales y del capital financiero. También profundiza la concentración de recursos, la exclusión de amplios sectores sociales y la destrucción ambiental, hipotecando posibilidades para modelos alternativos de economía y producción.
Las organizaciones políticas que comparten un horizonte de liberación nacional en el marco de una estrategia de continentalidad de la lucha, se ven enfrentados a ese contexto regional, y es con sus complejidades y contradicciones específicas con las que deben interactuar. Alterar este contexto regional será resultado de participar en el proceso regional de integración, teniendo en claro que se trata de un campo de contienda en el que se enfrentan distintos proyectos. El extractivismo y el desarrollo no son la misma cosa. Realizar acuerdos comerciales no es lo mismo que negociar Tratados de Libre Comercio calcados de lo que fue la propuesta del ALCA.
No pueden quedar dudas de que el ingreso de Venezuela al Mercosur es un paso político positivo, que -si se aprovecha- puede depositar al bloque en un nivel cualitativamente diferente al que se desarrolló durante los últimos años. Este paso, junto al desarrollo de UNASUR como espacio de concertación política en América del Sur, constituyen un avance de la institucionalidad de la integración regional, que es muy relevante ante la profunda reconfiguración del sistema geopolítico global.
La profundización de la integración procura mucho más que ampliar los márgenes de maniobra o diversificar mercados. Procura la recuperación de soberanía, recortada por las políticas neoliberales y por los condicionamientos del imperialismo y el colonialismo. En ese sentido es un objetivo estratégico.
La aceleración y profundización del proceso de integración regional es un objetivo prioritario a construir, en un doble sentido. El primero de ellos es el de darle una coherencia regional a los procesos de “reformas democrático-populares”, es decir: la alteración de la concentración de la riqueza, del poder, la reforma agraria, de los sistemas tributarios, financieros, la democratización de los medios de comunicación, la reforma política.
Y el segundo sentido de la profundización de la integración, es mostrar un frente unido -aún en la forma de un diseño institucional formal- ante las derechas de la región que están articuladas en un contraataque sobre los espacios nacionales donde gobiernan partidos de izquierda.
Ninguna de estas tareas puede completarse solamente desde la acción de los gobiernos. La integración es en primer lugar un proyecto político estratégico. La profundidad de la integración dependerá también de los resultados de la articulación regional de las organizaciones políticas de izquierda, los movimientos sociales y las fuerzas populares.
Estrategia continental
Luego del Golpe de Estado en Paraguay y a la Cumbre de Mendoza, se han elaborado diversas interpretaciones y análisis desde los diferentes sectores de la izquierda sobre la incorporación de Venezuela al MERCOSUR y el relanzamiento que ello supone en términos geopolíticos para toda la región.
El golpe en Paraguay no fue solamente un atentado contra la decisión del pueblo paraguayo de elegir por mayoría a Fernando Lugo. Es un golpe contra el proceso en curso de cambios progresistas en la región. Este es un ejemplo de que faltó una estrategia continental de masas para blindar el proceso, anticiparse y frenar el golpe en Paraguay, cuando todavía quedaba tiempo para ello.
Este ejemplo nos puede estar indicando que no se ha profundizado lo suficiente desde la izquierda regional, acerca del tipo de estrategia política que requiere esta etapa. La estrategia continental no es la repetición mecánica de lo que sucede en cada país a nivel de las fuerzas populares, progresistas y de izquierda.
La estrategia continental puede avanzar por la definición de acciones continentales de masas, que articulen a las fuerzas populares y de izquierda en un conjunto de campañas coordinadas a nivel regional. El pasado reciente indica que esta estrategia ha sido efectiva para resistir la agenda neoliberal (por ejemplo, el paquete del ALCA), pero no para acelerar determinados procesos o alternativas de transformaciones.
Puede haber una comprensión teórica, ideológica, declarativa, de la importancia de esta idea más abarcativa de la integración regional y la articulación internacionales, pero la realidad es que asumir una estrategia de continentalidad de la lucha implica organizar la política desde una perspectiva diferente. No se trata de una metodología en particular, sino de un análisis de la realidad a nivel nacional, regional e internacional. Sobre todo del escenario inmediato que enfrentará América Latina.
Por: Sebastián Valdomir