El pasado 24 de julio el Senado Uruguayo dio una discusión conceptualmente de fondo sobre el significado de la Democracia Representativa.
Interpelando al Ministro de Relaciones Exteriores uruguayo, Luis Almagro, los representantes de la Derecha Criolla, expusieron con nítida claridad, su concepción de la Democracia Representativa y la Institucionalidad que la contiene. Los acontecimientos acaecidos en Paraguay, con el derrocamiento del Presidente Constitucional Fernando Lugo, corolario de una política de desestabilización denunciada hace más de dos años por los cables interceptados a los Estados Unidos por Wikileaks, la reacción de la comunidad internacional y el ingreso de Venezuela al Mercosur, fueron los elementos superficiales de la discusión.
Avalan la decisión del Senado paraguayo en que representa sumando las minorías partidarias a la mayoría política del país, y manifestaron claramente que ellos como oposición, juntos, pasan a ser la mayoría política del Uruguay, dejando entrever que una decisión de igual característica no sería tan descabellada por estos lares.
Es que la derecha en su proceso de acumulación de fuerzas, ha ido ensayando las respuestas que le permitan retomar el control político de la sociedad, justificando jurídicamente y desde lo Institucional para no resquebrajar la legalidad, que la comunidad internacional reclama como garantía del Estado de Derecho.
La Suprema Corte de Justicia en Honduras, el Parlamento Paraguayo, la acumulación consolidada en los cuadros policiales en Ecuador, Bolivia y algunos estados de Brasil, las diversas vías en Venezuela, la acumulación electoral alcanzada en Chile, son las expresiones más claras de ascenso de la Derecha Política en el continente.
Son una vuelta de tuerca en la Estrategia de los Conflictos de Baja Intensidad, dados con un elegante golpe institucional, netamente civil.
Este escenario internacional ameritaría una reflexión de la izquierda de hasta donde su participación en el respecto del marco Institucional le permite defender las administraciones populares conquistadas. No había dudas en el marco de los gobiernos desplazados por la fuerza de la incapacidad de respuesta de la izquierda y de las fuerzas democráticas en un proceso de acumulación que no logro alcanzar una respuesta contundente al avance fascista.
Pero eso será motivo de un análisis más específico que supera los límites de estos artículos. En el caso concreto de Uruguay, todo parecería indicar que lejos de propiciar una desestabilización institucional la formula vendrá por el lado de lograr una derrota electoral.
El último ballotage en las elecciones nacionales parece confirmar esta teoría, a la que se suma los ensayos de acumulación electoral que permitieron el triunfo en las Intendencias de Salto y San José.
La declaración del Congreso de la UNA, sector reaccionario del Partido Nacional, es una señal de que se acabó la época de Dialogo Nacional que la administración de Mujica impulso como característica de su gobierno. Abriendo las puertas a la participación a la oposición como uno de los signos característicos con respecto al gobierno de Tabaré Vázquez, la Derecha no demoró en comprender el escaso margen que sumarse a esa política le dejaba para su propio crecimiento.
Por otro lado, la histórica práctica de Institucionalidad en el Uruguay es incomparable con la Paraguaya y con la mayoría de las de América Latina para pensar en una aventura parecida, pero tampoco es descartable el perfeccionamiento de los mecanismos jurídicos que puedan obrar en el sentido de poner las contradicciones entre una norma legal y la sustentabilidad política.
Desde la prensa, que es por donde se construye la Agenda Política, la derecha ha logrado instalar el tema de la Inseguridad, la Educación, logro imbuirse en las manifestaciones en contra de Aratiri y profundizar el desencanto con la administración de la Intendencia capitalina en el servicio de recolección de basura.
Evitando la tentación de afirmar que a veces desde la izquierda le levantamos “centros” en términos deportivos a la Derecha, hay que reconocer sus propios méritos. Haber logrado las firmas para plebiscitar la Baja de la Edad, no fue solo la falta de criterio de la izquierda para confrontar sino que fue un proceso de acumulación, porque fue el espectro político más reaccionario el que se puso la campaña al hombro. La izquierda subestimo la capacidad de estos sectores y aposto a que lo repulsivo de su imagen no le permitirá alcanzar el objetivo.
A esos ajustes de la Derecha Política hay que sumar un fenómeno político de los últimos tiempos y es la perdida de la estigmatización del concepto Derecha que hoy ya no tiene un significado peyorativo. Una última encuesta realizada en Uruguay devela que en la franja de población más joven y con una visión pragmática de los resultados de una gestión política, el ser de Derecha no tiene la carga negativa de antaño.
Lo que a la Derecha le sigue sin surgir es el candidato que pueda enfrentar las alternativas electorales para lo cual la izquierda aún tiene unos cartuchos. La izquierda no debería confiar sus cartas a esa debilidad electoral del enemigo, porque esa debilidad es la que la hace repensar caminos que le “aflojen el corsé institucional”.
Y aún no está demostrado que la izquierda logre otra forma de defensa de sus conquistas que la movilización popular. La izquierda no está movilizada en la calle ni tampoco se expresa en las barras del parlamento nacional o departamental.
Y para un “ejercito de leguleyos reaccionarios” lanzados a reconquistar todo el poder, no hay nada mejor que agitar las togas de juristas en el “desierto popular”.
Por: Ricardo Pose