Si no cambiás vos no cambia nada. Esta frase fue tomada en su momento para la campaña electoral. Hace referencia a una idea que no siempre estuvo clara dentro de la izquierda: no se puede haber cambio social si no hay cambio de valores.
Los cambios en las cabezas de las personas van transformando una sociedad, luego una ley los hace norma y derecho para todos. Así los cambios culturales se formalizan y son aceptados por la mayoría de la sociedad y así pasan a ser parte del sistema de valores de una sociedad toda.
Claramente no solo es cambiando las relaciones de producción, que se construye una sociedad más justa, un sociedad socialista. Las transformaciones económicas deben ser acompañadas por cambios en el sistema de valores de la sociedad.
Esto es lo que se discute cuando hablamos de más derechos, de aborto legal, de regularización de la marihuana, también es cuando se habla de trabajo autogestionado, que implica dejar de ser patrón o empleados, a ser un trabajador que participa en la toma de todas las decisiones, también con el matrimonio igualitario que cada individuo pueda elegir su sexualidad, o cuando se hacen acciones afirmativas con la población afrodescendiente. En fin, reconocer el derecho de las personas a elegir sus opciones de vida y no ser más ni menos que nadie por esas elecciones.
Pero también cuando la izquierda dice No a la Baja, estamos diciendo que queremos un país que no excluya. Un país solidario y no uno que resuelve sus problemas de manera simple, con represión y sin sensibilizarse, como lo plantea el sistema de valores defendidos por los partidos de derecha. En contraposición la izquierda quiere un país que busque soluciones complejas. Inclusivas, que busquen educar, educar a ser libres, a elegir qué ser y no centrar su identidad en el tener, educar hacia la autonomía y no reprimir o encarcelar al pobre, eso es lo que decimos cuando decimos No a la Baja.
Lo que hoy tenemos en Uruguay es una puja de paradigmas en el marco de los valores. Unos Incluyen e igualan, los de la izquierda; los otros separan, mantienen privilegios, patologizan al distinto, los de la derecha.
Decimos que en vez de reprimir es necesario educar, pues para poder ser libres e iguales uno antes que nada debe conocer, debe tener herramientas que permitan a los individuos discernir entre hacer algo o no hacerlo. Herramientas que les den las mismas oportunidades a todos y todas.
Es claro que la discusión de la ampliación de derechos para parte de la izquierda es secundaria (por que no logra entender la importancia del tema, o porque tienen una formación de un mundo que paso hace 50 años), por otro lado a la derecha si le preocupa, pues esta que siempre tuvo la hegemonía cultural, siempre dictó lo que se puede y no hacer. Siempre dijo lo que está bien y lo que está mal, un sistema de valores que excluye y dice quién pude estar dentro de la sociedad y quién con sus actitudes debe estar fuera u ocultada, por eso la derecha se organiza, para defender sus valores fundamentales.
Es acá donde la derecha se molesta más, porque claro, una cosa es ceder la gestión de la cosa pública o perderla, pero una sociedad que empieza a legalizar derechos que para la derecha son tabúes sagrados, es un problema grave. Porque los valores aceptados en una sociedad se hacen costumbre. Lo que no entiende la derecha es que si hoy logramos avanzar en derechos es porque parte de la sociedad ya no piensa como antes. Hay una parte de la sociedad que se ha ido emancipando. La sociedad o parte de ella se anima a sentir y actuar más allá de lo que diga “Dios” o sus voceros.
Esto siempre ha aterrorizado a parte de la derecha y es por eso que esta se junta, se moviliza. Astuta empieza a utilizar métodos como las marchas o las juntadas de Firmas que siempre despreció como mecanismos participativos, porque desesperados darán una lucha sin cuartel para poder mantener e imponer sus “valores”, donde en realidad lo que quieren es mantener y defender sus privilegios, a costilla de otros.
Esto no deja de ser positivo, pues permite ver a los que no se mostraban. Para muchos la pelea con la derecha se ganó cuando el Frente gana el primer gobierno. Y hoy la primera pelea es entre la izquierda y la centro izquierda. Pues no, que coyunturalmente el FA esté en el gobierno no tiene nada que ver con que la derecha esté vencida. No quiere decir que hayan desaparecido los fascistas en Uruguay, ni los asesinos, ni los que quieren gobernar o vivir para su beneficio explotando a otros, teniendo siervos.
Está lleno de fascistas en el Uruguay, y se organizan y vienen por lo que ellos creen que es suyo. Las izquierdas pueden seguir peleándose o salir a la calle y defender los avances humanos que buscan dar libertad e incluir a los diferentes, que han sido siempre expulsados, o podemos quedarnos sentados viendo como la derecha vuelve por sus fueros.
Mientras que muchos de nosotros creemos que nada cambia ni avanza, en realidad se conquistan más derechos y se iguala más a la gente.
Estos avances permiten cosas impensables hace años, como que una mujer decida si quiere o no tener un hijo. O permite que si alguien que nace varón, pueda decidir si ser y vivir como mujer, cosa “antinatural”, si las hay según dice la Biblia, deformaciones que no entran en el «libre albedrío» que Dios nos ha dado.
El problema con el que se encuentra la derecha y la Iglesia más retrógrada, es que se siguen conquistando derechos para todos y todas, se siguen tocando valores “sagrados” no sea que al final en un momento con esto de ampliar derechos, a alguien se le ocurra también meterse con el derecho fundamental para este sistema capitalista, que es en última y primera instancia el primer derecho que excluye en esta sociedad, el derecho a la propiedad privada. El temor de la derecha es claro y no le tiembla el pulso al momento de salir a endurecerse. Asumimos el desafío.
Por: Piero Sabini