Razones para repensar nuestra matriz productiva desde una perspectiva global.
Durante los últimos años, la discusión acerca de la necesidad de una transformación de la matriz productiva como condición indispensable para alcanzar un proceso de desarrollo económico y social sostenido en el tiempo, se ha instalado en la agenda de debate público y ha orientado la definición de políticas industriales en los principales países de la región.
El origen de esta discusión gira en torno a la preocupación por una creciente primarización de las economías latinoamericanas.
Para afrontar este desafío, y con el objetivo de definir herramientas de mediano y largo plazo para diferentes cadenas de valor, el Gabinete Productivo constituye en el período 2011-2012, diez Consejos Sectoriales tripartitos conformados por empresarios, trabajadores y gobierno (automotriz, biotecnología, farmacéutica, forestal-madera, naval, vestimenta, construcción, energías renovables, metalmecánico y diseño), y el Gobierno Brasilero lanza en abril de 2012 la segunda fase de su Plan Brasil Maior, incluyendo la puesta en marcha de 19 Consejos Sectoriales de Competitividad1https://www.brasilmaior.mdic.gov.br.
El proceso de transformación estructural es ante todo un desafío regional que hace a la inserción de nuestros países en las cadenas de producción globales. En este sentido: ¿Cuáles son las razones por las que deberíamos complementar nuestra estrategia de crecimiento basada en el sector agropecuario, con el desarrollo de industrias “nuevas” como la biotecnología, electrónica, farmacéutica, química, informática, diseño, madera y muebles, y metalmecánica, entre otras?
Un primer conjunto de factores se asocia directamente a la evolución del escenario internacional: una desaceleración en el crecimiento asiático, el fin de la política monetaria expansiva en los Estados Unidos, la incertidumbre acerca de la resolución de la crisis de deuda europea (Grecia, Portugal, Italia, Irlanda y España), y un cambio en la tendencia alcista de los precios de las commodities que nuestro país exporta, podrían tener consecuencias desfavorables para nuestra economía en el mediano plazo.
Otras razones de origen macroeconómico, se vinculan a la evolución reciente del tipo de cambio real (creciente pérdida de competitividad con nuestros socios comerciales, incluyendo los principales demandantes de productos uruguayos en el mercado internacional), poniendo de manifiesto algunas tensiones en el proceso de crecimiento económico basado en productos primarios (por el impacto negativo vía “enfermedad holandesa” sobre los sectores no transables, y sobre el valor agregado de la industria manufacturera en general).
En lo que refiere a la restricción externa al crecimiento en general, y al análisis de los patrones de consumo en particular, un dato significativo sobre la sustentabilidad o límites de nuestro modelo de acumulación en el largo plazo viene dado por la evolución reciente de las importaciones: las importaciones de bienes de consumo aumentan a tasas muy superiores a las importaciones de bienes de capital.
Por otra parte, y aún en el caso de mantenerse un escenario internacional favorable para las exportaciones de nuestro país (vía elevados precios de los alimentos en los mercados mundiales de referencia), la razón última para justificar una política industrial activa en sectores estratégicos se encuentra inexorablemente asociado al análisis histórico de los procesos de transformación de los países desarrollados.
La respuesta a la pregunta: ¿Qué países han crecido de forma sostenible en el tiempo exportando soja, celulosa, arroz, carne, servicios turísticos, financieros y/o logísticos?, o su reformulación: ¿Qué países han crecido de forma sostenible exportando únicamente alguna combinación de estos productos?, es por demás sugerente. Son muy pocos los países que han sustentado en el tiempo procesos de crecimiento económico con equidad, sin una fuerte diversificación, en forma simultánea, de sus capacidades productivas y tecnológicas.
Al cierre del 2011, el producto bruto interno per cápita de nuestro país se situaba en los 14.000 dólares, el desempleo en 5,5 por ciento, y la pobreza en 13,7 por ciento. De acuerdo a las proyecciones para el 2012, se calcula que el ingreso per cápita de los uruguayos llegará a los 16.000 dólares anuales, lo que permitirá consolidar la reducción de los niveles de pobreza (durante el período 2006-2012, 675.000 uruguayos superaron la situación de pobreza).
En próximas entregas a esta publicación, se tomará como centro de argumentación la importancia que la definición de una política industrial activa tiene, tanto en la defensa de los logros de nuestro Gobierno, como en la consolidación de un proyecto político de izquierda.
En este marco, se buscará definir:
1) ¿Qué tipo de Uruguay productivo aspiramos a tener en el 2030?
2) ¿Qué objetivos de mediano y largo plazo deberíamos plantearnos a nivel macroeconómico y a nivel sectorial para llegar a ese país deseado?
3) ¿En qué aspectos principales debería enfocarse nuestra política industrial para alcanzar estos objetivos?
Por: Sebastián Torres
Referencias
↑1 | https://www.brasilmaior.mdic.gov.br |
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