El hombre piensa como vive, no vive como piensa. Marx afirmó que para hacer política, filosofía y arte, el hombre primero necesita comer, vestirse y poseer un techo donde guarecerse.
En los últimos tiempos, varios referentes de izquierda y organizaciones políticas del Frente Amplio han iniciado una campaña propagandística en la alianza de partidos que gobierna nuestro país que sin realizar muchas precisiones apuntan a manifiestos cambios de los fundamentos programáticos que dieron origen al Frente Amplio. La pregunta que obsesiona a los que, desde la izquierda queremos lograr la felicidad de nuestros pueblos es la siguiente ¿Será posible transformar al mundo, nuestro continente y a nuestro Uruguay con las “melladas armas del capitalismo” como las llamó el Che?
Las propuestas de liberación nacional y socialismo para cambiar “los árboles de raíz” siguen siendo válidas o acaso los “cambios en el mundo” nos reflejan alguna solución bajo las formas de explotación del capital sobre el trabajo, de los países imperialistas que subordinan a los países débiles con verdaderas guerras de rapiña camufladas bajo rótulos de “combate al terrorismo”, “guerras al narcotráfico” y varios etc. Inventados o por inventar. O con dictados rocambolescos de los organismos internacionales, como el FMI, Banco Mundial, OMC, que se subordinan a los intereses de los poderosos y aliados a los intereses “nacionales”, reprimen a sus pueblos y destrozan las conquistas populares.
¿Será posible, que el pensamiento libertario de Frugoni, de Vivian Trías, de Raúl Sendic sean enterrados por renovadas recetas socialdemócratas o reformistas?
El “mundo ha cambiado” sí, pero para mal, no para bien. Si en la década del 60 las fuerzas revolucionarias considerábamos que “las condiciones objetivas están dadas” hoy podemos intuir con fundamentos que no solo “están dadas”, sino que se han agudizado aún más, lo que sigue faltando son las condiciones subjetivas. Pero para que estén, para que se den, no queda más remedio que organizar a la masa de explotados y marginados para que luchen por sus derechos y su felicidad.
Para que luchen por comer como la gente, educarse, vestirse y tener un techo, como la gente. Esa es la verdadera labor revolucionaria de quienes queremos los cambios.
No cabe duda, de que la tan mentada “renovación” ideológica, a pesar de que se está “obligado” a decir “los primeros y principales desvelos están dirigidos hacia los humildes”, apunta a contemplar a las clases medias y todavía sin formularlo con claridad, a la apuesta de un “desarrollo” capitalista.
La pregunta obligada es ¿Con quién? ¿Con el sector agro-exportador? ¿Con el sector financiero? ¿Con los remanente de aquella oligarquía que hoy se entrelaza con el capital transnacional? ¿Con las propias transnacionales que cada día se hacen más dueñas de un Uruguay extranjerizado?¿Acaso en las ideas de base está el viejo axioma de la necesidad de “desarrollar las fuerzas productivas”?
La historia nos enseña que eso ya es HISTORIA y tal parece que hay que refrescar la mente de los deseosos de un capitalismo “con rostro humano”, “con un Estado distributivo”. Ciertamente habrá que discutir y con muchos fundamentos que esto no es posible. Que esos caminos los han recorrido ya muchos pueblos y la máxima del capital cuando no es posible obtener los réditos económicos a los que aspira, convierten a sectores de su población en marginados o explotados al mismo nivel que cualquier país del llamado tercer mundo.
Antecedentes de una discusión que hoy debemos de retomar
En la década del 50 del siglo pasado, después de finalizada la Segunda Guerra Mundial y con el Plan Marshall desarrollándose en Europa, el tema del desarrollo ocupó a una determinada intelectualidad surgida en instituciones formadas por las Naciones Unidas y en interés de estructurar una política hacia las distintas regiones por parte del imperialismo norteamericano, que respondía a los intereses de la clase capitalista internacional.
En nuestros países de la América Latina, sectores de la burguesía industrial intentaba disputar el poder económico de las oligarquías terratenientes y la burguesía comercial. La corriente llamada “cepalina” fue la que desarrolló un elaborado cuerpo de ideas que alimentaron la discusión teórica sobre el desarrollo en nuestro continente.
El sustento básico era la conceptualización de “centro-periferia”
La idea básica de Raúl Prebisch, como lo señala Celso Furtado estaba “ligada al intercambio desigual derivado del progreso técnico de los centros industriales, su consecuente aumento de productividad, y su capacidad para fijar los precios de exportación de tales productos frente a la producción de bienes primarios y la menor productividad que caracteriza a los países periféricos. Esa relación negativa para la periferia se seguía ampliando, y a partir de allí establecía la necesidad de generar y ampliar un margen de ahorro capaz de aumentar la productividad y tender también a la industrialización de la región a pesar de sus límites.” Expresión de ideas keynesianas en donde el Estado juega un papel de regulador de las diferencias entre el centro y la periferia, la corriente cepalina perdió sustento con la emergencia del triunfo de la Revolución Cubana y los planes imperialistas de la Alianza para el Progreso.
Las promesas americanas para mediatizar el ejemplo de la Revolución cubana con la toma del poder político para llevar adelante una transformación radical de la sociedad, terminó en una de las etapas más negras de la historia del continente y en la imposición del neoliberalismo.
Otra de las corrientes que a fines de la década del 60 postuló ideas sobre el desarrollo, las premisas económicas, políticas y sociales en que este debía sustentarse, fue la que suscribió la idea central de “dependencia”. De más está decir, que hoy el tema del desarrollo sigue siendo un reto para los países de América Latina y el Caribe, incluida la Cuba socialista que con el poder político en manos de fuerzas populares no ha podido resolver una estrategia hacia el desarrollo.
La globalización de la economía, plantea nuevos retos, la forma de producir del capitalismo para un consumo incesante, ha puesto en tensión y en peligro la propia existencia de la humanidad.
A las crisis de sobreproducción, se le ha sumado lo que se podría caracterizar como una crisis globalizada de los recursos para producir y que profundiza las diferencias entre países “desarrollados” y los productores de materias primas. La brecha entre estos se profundiza y aleja, bajo el actual sistema, la posibilidad de superarla.
La tan propagada derrota del neoliberalismo en varios países de América Latina, apenas ha alcanzado parcialmente una dimensión política, el reto será construir una alternativa que permita avanzar hacia un desarrollo sustentable.
Algunas pistas para seguir profundizando
André Gunder Frank fue, inicialmente el cuestionador de las teorías del “subdesarrollo” y la necesidad de superar la existencia de economías feudales y pre capitalistas que conviven con las capitalistas. Para ello sostenía que existen una “gran cantidad de evidencias que aumentan por día, sugiere, y estoy seguro que serán confirmadas por las futuras investigaciones históricas, que la expansión del sistema capitalista en los siglos pasados penetró efectiva y totalmente aún los aparentemente más aislados sectores del mundo subdesarrollado. Por consiguiente, las instituciones y relaciones económicas, políticas, sociales y culturales que observamos actualmente ahí, son productos del desarrollo histórico del sistema capitalista tanto como lo son los aspectos más modernos o rasgos capitalistas de las metrópolis nacionales de estos países subdesarrollados” (Frank, 1970a).
Otros muchos autores aportaron sobre el tema, pero uno de los que se destacaron en las formulaciones de las tesis sobre la dependencia fue el brasileño Ruy Mauro Marini quien había observado y teorizado sobre las causales del golpe de estado en Brasil en 1964 y las razones finales de la imposición de la dictadura. Su exilio por diferentes países, entre ellos Chile, le permitió profundizar en la teoría formulada inicialmente por Gunder Frank y profundizar que las bases de la dependencia se realizaban a través de la superexplotación del trabajo y la transferencia de plusvalía hacia los centros de poder económico. Los fundamentos de estas dos ideas, se describen en varios trabajos que apuntan a combatir las teorías desarrollistas y actualmente las neo desarrollistas, que sustentan sus fundamentos en la posibilidad de alcanzar el desarrollo dentro del actual sistema capitalista.
Los avances que se habían realizado en las ciencias económicas y sociales con importantes implicaciones políticas para el futuro de la Revolución en América Latina, fueron frustrados por el vendaval contrarrevolucionario iniciado con el golpe de Estado en Brasil y contribuyó al estancamiento de la formulación de una teoría revolucionaria sobre la superación creativa de nuestras sociedades y, el pensamiento neoliberal permeó las teorías de “cambio” que reclaman los sectores populares.
América Latina, sigue siendo el continente de mayores desigualdades sociales sustentadas en la explotación del trabajo y requiere una urgente actualización de la teoría revolucionaria que conduzcan a cambios revolucionarios. Actualización que nos guíe en el quehacer político; en nuestro programa, nuestras alianzas y la organización que debemos fortalecer estrechamente ligados a las masas del pueblo. Parafraseando a Fidel, para hacer una Revolución “con los humildes, de los humildes para los humildes”.
Habrá Patria para Todos.
La Habana, 24 de Octubre del 2012
Por: Hugo Wilkins Méndez