Generar dinamismo, seducción y alegría de forma organizada es un desafío para nosotros militantes de izquierda, comprometidos íntimamente entre muchas otras cosas con la libertad en todos los niveles y espacios de la vida.
Por inicios del siglo XX el anarquista italiano Enrico Malatesta entendía la disciplina como libertad uniendo disciplina con organización.
Difícilmente exista organización sin disciplina y seríamos demasiado brutos o reaccionarios si afirmáramos que sin organización hay libertad posible… Al menos como nosotros la concebimos.
Claro está que el mundo hoy es totalmente distinto a aquel, la división internacional del trabajo es otra, las relaciones respecto al mismo también cambiaron, los posicionamientos geopolíticos y las preocupaciones centrales de los grandes estados y naciones han variado. Las sociedades hablan, visten, sienten y se relacionan de maneras muy distintas a las de aquel entonces. Los centros de poder aparentemente vienen cambiando o por lo menos mudando. Sin embargo, la historia del explotado y el explotador, el opresor y el oprimido se repite a través de los siglos y está presente día a día como producto final indiscutido de una sociedad donde manda el capital. Por tanto, la necesidad de organización y con ella la de libertad debe de estar tan latente en nosotros como en aquella sociedad que encarcelaba a marxistas y anarquistas en las mismas cárceles del fascismo europeo, el mismo Malatesta y el gran Antonio Gramsci son ejemplo claro de aquellas situaciones de las cuales tanto debemos aprender.
La cosa es que para organizar es preciso primero enamorar y la situación actual parece darnos muy poco margen para eso, entre otras cosas porque las flores ya no funcionan de la misma forma que años atrás.
El capitalismo ha logrado con el paso del tiempo perfeccionarse mas allá de sus crisis para lograr cada vez con mayor efectividad meterse en las entrañas de las distintas sociedades e individuos, pero no queda otra que escarbar (mas no sea con una cuchara) en esas pequeñas fisuras e ir generando espacios para movernos con algo más de soltura.
Haciendo un análisis de la situación de forma frívola podemos llegar a la siguiente conclusión las flores ya no sirven, hay que descartarlas, y generar una cosa nueva olvidando el valor que aquellas alguna vez tuvieron, esto no sería más que pensar como quieren que pensemos y sería entre otras cosas afianzar la estructura de pensamiento único, cosa que como revolucionarios tenemos el deber de combatir incluso mientras dormimos. Lo opuesto a esto más frívolo aun es entrar en la lógica del purismo e infantilismo cuasi programado y morir “abrazados a la bandera”.
Los colectivos de funcionamiento territorial de las organizaciones políticas de izquierda (comités de base, grupos de base, agrupaciones, seccionales etc.) vienen en general decreciendo. Esto se ve no sólo en el número de integrantes que lo componen sino también en su ímpetu, energía, pérdida de creatividad y falta de seducción respecto al espacio geográfico que los rodea como puede ser el barrio la localidad u otros de similares características.
Convencidos de que los cambios profundos no se pueden lograr sin participación y organización de los de abajo, tenemos aquí uno de nuestros mayores problemas por lo cual debemos de seguir pensando rápidamente como logramos que esta situación se revierta.
Uno de los motivos a mi entender es que las estructuras orgánicas actuales de nuestras organizaciones no logran dar el espacio y la flexibilidad necesarias que este escenario actual nos plantea.
Por otro lado, en general creo que las discusiones de nuestros colectivos de base están hoy bastante lejos de las preocupaciones e intereses que la población tiene. Hoy la gente se preocupa por cuestiones más temáticas o más puntuales y de menor alcance histórico aparente que años atrás.
La preocupación y el sentimiento de necesidad de inmediatez de las cosas se nos impone (nos guste o no) también en este sentido.
Existen hoy grupos de personas que claramente quieren aportar y trabajar en torno a temas estratégicos que hacen al proyecto en general, pero no se encuentra dentro de sus intereses justamente discutir el proceso general, entre otros factores porque este se ve como muy lejano, mucho menos quieren poner su tiempo a disposición de discusiones acerca de la interna de los partidos, sectores, etc. La educación, la cultura, la salud, el medioambiente y otros temas aun mucho más puntuales como la igualdad en el género (por ejemplo) son temas que generan interés en distintos grupos de ciudadanos.
Sin embargo, lo que nosotros ofrecemos es muy distinto. Resulta que si un grupo de personas de tal barrio (que siente que su corazoncito político está de nuestro lado) quiere discutir cultura y como trabajar esto en su barrio se encuentra con que a nivel territorial no tiene ese espacio porque los que se reúnen en el barrio están viendo otras cosas que a este grupo poco le interesa saber: qué pasó en la departamental, en la dirección nacional, en el comité ejecutivo o si tal acción está amparada o no en los estatutos. Todas estas discusiones son de tremenda necesidad en la organización política pero tenemos la responsabilidad de generar esos espacios que generen mayor participación y actividad en el territorio dentro de la orgánica que precisamente deberá tener distintos niveles de discusión, responsabilidad y decisión.
¿Por qué razón no podemos tener por ejemplo comités de base o agrupaciones que discutan y pongan en el eje central de su trabajo en el barrio: cultura, salud, infancia y adolescencia o incluso género?
Debemos entender que no todos los que quieran aportar en esto están dispuestos a ir a un área o comisión central que discutan estos temas, entre otras cosas porque no es ese tampoco su interés. El tipo quiere discutir cultura y salud en su barrio, pueblo o departamento y desde ahí aplicar políticas concretas. ¡Vamos a darle ese espacio! Después de a poquito y con mucha paciencia vamos a ir metiendo otras cosas y generando otros intereses.
Seguramente muchos de los que ingresen por ahí sentirán la necesidad de profundizar su accionar, porque además se darán cuenta que su organización lucha por algo más global que incluye a la salud, la cultura, los pibes o adultos mayores de su barrio y que sin ella no podrá alcanzar en totalidad el avance que espera tener en los puntos antes mencionados.
La acumulación es una secuencia histórica no estática por tanto no se detiene, más bien tiene altibajos, avances, retrocesos y necesariamente cambios en sus formas pero (mientras exista al menos uno de nosotros vivo) la acumulación no se detiene.
Debe de ser tarea central para nosotros profundizarla sumando a nuestra lucha la mayor cantidad de pueblo posible, para esto debemos repensar algunas formas de participación sin perder la esencia, la identidad y manteniendo el valor de las flores, entendiendo que hoy solo con esa no alcanza.
Entiendo además que en el Uruguay no es tan clara la posibilidad de un camino inverso que de todas formas no descarto. En otros países las organizaciones sociales asumen el rol de partidos políticos e incluyen en su hacer cotidiano practicas que históricamente han sido casi exclusivas de los partidos. Razones culturales, el papel y supremacía que tienen los partidos políticos en nuestro país me hacen pensar que ese proceso en Uruguay es bastante difícil de aplicar, sin embargo vuelvo a decir que no lo descarto, ya que estamos ante una situación que en lo que hace a desarrollo de poder popular y sobre todo a la acumulación para una lucha de carácter estratégico nada debemos descartar.
Obviamente el planteo desarrollado en este artículo no es la solución total, ni la verdad absoluta, simplemente trata de sacar chispas y levantar un poco de polvo de forma fraterna y constructiva.
Ver de qué forma seducimos enamoramos, energizamos, dinamizamos y comprometemos debe ser siempre parte de nuestra tarea.
Por: Martín Nessi