Por: Antonio Vadell
Ya van dos veces que el Frente Amplio gana las elecciones, obteniendo en ambas la mayoría parlamentaria. Dentro del Frente existe una tendencia a agrupar en dos grandes conjuntos a las distintas organizaciones que lo integran: los progresistas y los de izquierda. Estos últimos donde se ubica el MPP, tendemos a esgrimir argumentos de que no se puede avanzar más aceleradamente en los cambios por que las fuerzas progresistas no lo permiten.
En sendas campañas electorales nos presentamos como la gran fuerza del cambio y en éstas últimas el MPP como la garantía de la profundización de esos cambios. Recordamos que una de nuestras consignas fue: “Para profundizar los cambios”. La gente respondió y nos constituimos en la minoría mayor, obteniendo una numerosa bancada legislativa. Supuestamente las condiciones para generar el cambio estaban dadas. Un presidente proveniente de nuestras fuerzas (de izquierda), una bancada donde tenemos la mayor fuerza (de izquierda), todo obtenido por medio del respaldo de buena parte del pueblo (de izquierda). Sin embargo, alcanzando ya la mitad del período de gobierno, nada parece confirmar que estemos en el camino de la “profundización de los cambios”. Y se define el actual escenario de “capitalismo progresista”, pero como sacándonos responsabilidad o culpa de esta situación y dando a entender que frente a eso poco podemos hacer. Algo así como que hay que esperar que esta situación pase, que algo suceda y de por terminada esta etapa, que sobrevenga una nueva situación.
Pero los cambios reales, aquellos que involucran medidas anticapitalistas, de una distribución de la riqueza permanente y no de la mano de la mayor o menor voluntad de quienes les toca estar arriba en las democracias representativas, no solo no se hacen sino que ya dudan de que sea posible hacerlos. El socialismo se nos diluye cuando estamos en el gobierno.
Analicemos un aspecto de este capitalismo que administramos. Vemos con cierta perplejidad cómo las agencias de riesgo nos cotizan al alza (nos dan para adelante) y el gobierno se regocija con ello. No hay dudas de que estamos en riesgo. Intentaremos argumentar esto.
Las calificadoras de riesgo clasifican según seguridades y certezas que brinda un país al gran capital transnacional. Cuanto mejor califican mayor garantía tienen los capitales, que ahí están seguros, que son respetados, son intocables, son venerados. Dicho de otra manera, es casi imposible que el gobierno y/o pueblo de ese país se les quede con algo. Chile gana en América Latina, Venezuela está última y Cuba no existe para las agencias. Uruguay está segundo solo detrás de Chile, para regocijo de nuestros gobernantes. Nos cuesta creer que se puede ser de izquierda y simultáneamente trabajar para obtener el “investement grade” o grado inversor (la bendición de las calificadoras de riesgo), son cosas antagónicas. La izquierda al capital especulativo y usurero lo combate y al otro capital le impone condiciones de distribución de su ganancia al servicio del desarrollo del pueblo.
¿Les hacemos caso a las calificadoras de riesgo? Los gobiernos de muchos países las aceptan mientras les dan calificaciones positivas, incluso las mencionan como referencia de su situación estable. Pero los mismos gobiernos las rechazan y critican cuando les da mal. Unos y otros hacen de cuenta que no saben su papel, fingen desconocer que están al servicio de los capitales y no necesariamente de los gobiernos, aunque existan situaciones coyunturales que logran abarcar a los dos. La actual crisis de Europa, está mostrando el descontento del viejo continente con las calificaciones de que le están dando las agencias. Varios políticos europeos denuncian que no son fiables, que están al servicio de multinacionales y de las empresas que les encargan y financian sus actividades. Ya existen pruebas de todo esto. Y afirman que son todas norteamericanas, alejadas de la realidad europea. Y terminan diciendo que sus métodos de cálculo, como las variables que utilizan no se conocen, no son públicas y por lo tanto son dudosas. Pero de las calificadoras de riesgo, si se sabe que hay un sector al que jamás consideran ni son abarcados por sus variables: son los pueblos, los trabajadores, a la gente no la consideran, a la justicia social tampoco, los derechos humanos ni hablar.
En estos días se anuncia la decisión del multimillonario norteamericano Donald Trump de construir una torre en Punta del Este. Eligió Uruguay por la seguridad que brinda el país a las inversiones. Las calificadoras de riesgo se lo dicen. La Torre Trump será a todo lujo, de alta gama como se dice ahora. Cada metro cuadrado construido saldrá a la venta en U$ 6.000. Nos preguntamos cómo se compatibiliza estos proyectos con la idea de austeridad, distribución de riqueza, reducir las diferencias entre pobres y ricos. Este camino parece que no es compatible con la imagen de ser menos consumista, pues creamos las condiciones para que vengan estos emprendimientos, aprovechándonos del derroche propio del lujo sin límites por un lado y pregonamos que hay que vivir más humildemente por el otro.
¿Será así el camino a la Liberación Nacional y el Socialismo? ¿Qué proponer?
Consideramos que es necesario debatir la imposición de ciertas condiciones a los capitales que entran. Y habrá algunos que no vendrán. Solo ejerciendo la capacidad reguladora del Estado podremos desviar parte de esas ganancias a solventar mejoras en nuestra población. Es necesario rever el funcionamiento de las herramientas propias del neoliberalismo (Zonas Francas, la COMAP, el secreto bancario, etc.). Y ni hablar de los capitales de fondos de previsión extranjeros, que no generan ni dos puestos de trabajo, por ejemplo la compra de grandes superficies de tierras con fines especulativos.
No podemos contentarnos solo con realizar obras de infraestructura, por el hecho de que generan puestos de trabajo, ya que éstos son coyunturales y no permanentes. Además es insostenible en el tiempo hacer todos los años un puerto o una planta de celulosa.
Debatir estos temas de manera abierta y democrática con la gente, generando instancias de participación que permitan socializar el dilema o el cruce de caminos en el cual nos encontramos. El construir una visión regional y de continentalidad de estos temas se impone. El Banco del Sur propuesto ya hace años por Venezuela, como entidad financiadora soberana se tiene que activar. Una calificadora de riesgo al servicio de los pueblos de Latinoamérica, donde se relacione y califique al capital con la mejora en la vida de la gente ¿será posible?