Por: Héctor Tajam
Eric Hobsbawn, el gran historiador marxista recientemente fallecido, nos interroga desde el título de su último libro: «Como cambiar el mundo». No contiene una fórmula de cómo hacerlo, como tampoco la escribieron ni Marx ni Engels. Eso sí, son referencias ineludibles.
Como cambiar el mundo, y habría que hacerlo ya! A partir del análisis del capitalismo del Manifiesto Comunista y de la concentración económica de Marx se toma conciencia sobre las fuerzas auto destructivas inherentes al desarrollo capitalista. Hobsbawn afirma que no solo los marxistas aceptamos hoy que «las relaciones burguesas de producción e intercambio, las relaciones de propiedad burguesa, la moderna sociedad burguesa, que ha conjurado estos gigantescos medios de producción e intercambio, serán como el brujo que ya no es capaz de controlar los poderes del inframundo que ha invocado… Las relaciones burguesas se han vuelto demasiado estrechas para abarcar la riqueza creada por ellas». Eso se dijo en 1848, ¡hace 164 años!
Unas cuantas crisis superó el capitalismo desde entonces, pero la de hoy tiene dos componentes que le dan un carácter sumamente particular. Se produce en un mundo globalizado por el funcionamiento capitalista, y su centro se sitúa justamente en los países centrales del sistema. Por eso es que para Hobsbawn, en algún momento, este sistema desestabilizador conducirá a un estado de cosas que ya no podrá ser denominado capitalismo, si tenemos en cuenta que el nivel de agresión que sufre la humanidad y el medio ambiente mundial necesariamente impone un giro desde la apropiación privada a la gestión social a escala planetaria.
Hobsbawn es contundente en afirmar que esa sociedad pos capitalista no se va a corresponder linealmente con los modelos clásicos del socialismo, y menos aún con los de la era soviética. Pero eso sí, si esas formas nuevas de sociedad van a representar los valores humanistas de Marx y Engels, «dependerá de la acción política», fundamental para conformar el cambio histórico. La acción política de sus sepultureros: «las tumbas han de ser cavadas por o a través de las acciones humanas».
No hay determinismos en los cuales descansar. Ahí entramos nosotros, individuos y organizaciones políticas y sociales. ¿Estaremos a la altura del momento histórico, o el capitalismo se reorganizará recreando en otras condiciones las relaciones de poder que mantengan mañana a los poderosos explotadores de hoy?
En esa apunta Immanuel Wallerstein, una de las principales figuras de la perspectiva teórica de inspiración marxista más influyente en las ciencias sociales desde los ‘70. En forma por demás anticipada este sociólogo norteamericano pronosticó el derrumbe del modelo euro soviético. Hace mucho Wallerstein había anticipado correctamente el fin del modelo neoliberal, pero «nunca había atravesado nítidamente el Rubicón al dictar al capitalismo la sentencia irrevocable de su final como sistema.»
Según Wallerstein, lo que estamos viendo ahora es el colapso del periodo especulativo que arrancó en los años setenta, lo que no se revela como nada anormal en el historial de las crisis del sistema. Pero, hay que saber distinguir entre los fenómenos cíclicos que se repiten y los cambios extraordinarios que ocurren sólo una vez, entre lo que es normal y lo que es extraordinario. Lo extraordinario es que el ciclo coyuntural se agrava al enmarcarse dentro de otra crisis de mucho más largo recorrido que arrancó hace 30 años, y que se inscribiría en la transición hacia otro sistema. Como Hobsbawn, tampoco arriesga decir qué va a ocupar el lugar del capitalismo, porque ello dependerá del resultado de una lucha política que aún se está dirimiendo.
Las posibilidades de acumulación del sistema han tocado techo y en 30 años ya no viviremos bajo el sistema-mundo capitalista. Pero, ¿en qué sistema viviremos entonces? Podría ser un sistema mucho mejor o mucho peor. Todas las posibilidades están abiertas. La solución según Wallerstein la podríamos encontrar cuando se resuelva el conflicto entre lo que el denomina el espíritu de Davos y el espíritu de Porto Alegre. Ahora bien, si no se afronta políticamente la cuestión del fin del capitalismo, es posible que lo que surja sea aún más extremo que el sistema actual.
Mientras tanto, nuestro país y la región se encuentran insertos en un eje económico cuyos principales componentes se encuentran en expansión, aún en el marco de la crisis del capitalismo central. Este eje, que alguno denominan los BRICS (por asociación a Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) tiene en sus extremos por un lado a los países con mayor oferta de fuerza de trabajo, un ejército industrial de reserva formidable, principalmente en China e India, y por el otro a aquellos que disponen de la mayor disponibilidad de recursos naturales del mundo. Hay una interacción entre ambos, una dinámica de intercambio complementario que les ha permitido aflojar los lazos de dependencia de los principales centros de poder económico. Sin duda que este es también un espacio de reproducción capitalista, con una potencialidad enorme, donde las empresas transnacionales han encontrado un campo fértil para la rentabilidad de sus inversiones.
Pero no debemos dejar de lado que en este eje predominan hoy propuestas políticas que no comulgan con la ortodoxia neoliberal. De un lado China, con un particular modelo de economía socialista, tan particular que a veces es difícil calificarlo como tal, pero lo cierto es que el predominio productivo, comercial y financiero lo ejerce las empresas estatales que dirige el PCCh. Del lado nuestro, un continente donde predominan los gobiernos de izquierdas progresistas, desembarazados de las políticas fondo monetaristas, y paso a paso institucionalizando un proceso de integración regional que hoy ya lo ubica como la quinta economía del mundo.
Este eje puede ser entonces parte de la solución, otro mundo es posible, o del problema, otro capitalismo es posible. Nuestra región por tanto puede cumplir un papel esencial en desentrañar aquella interrogante, que podría resumirse en socialismo o barbarie. ¿Nos pondrá la historia en ese lugar privilegiado?