Por: Ricardo Pose
“Generar la noticia sensacionalista es sencillo en términos de presentación periodística; la cámara se prende y filma recién en la “zona de los hechos” o el trabajo de edición acota las imágenes a la misma. Se presenta como una isla aislada del resto del mundo, y esa realidad impuesta desde el hemoglobínico informativo, empieza y termina donde yace el cuerpo tendido o la acción policial y en esos segundos, no existe nada distinto alrededor”.
Bajo el sol abrazador de este noviembre caluroso hacemos contacto con el Nico Pérez en General Flores y Guerra, desde donde somos guiados hasta el corazón del Marconi. Pensando en la coordinación para ingresar al barrio se nos hace palpable el concepto de “Frontera Interna” manejado por los estrategas militares. Definitivamente nos encaminamos a tomar contacto con “otro Uruguay”, que sospechamos es menos desalentador que el que machaconamente muestran los informativos. Avanzamos desconfiados de la “realidad mediática” con la que nos encontraremos, teniendo en el recuerdo las imágenes que Telenoche mostró el día que el Marconi ardió, pero con la precaución correspondiente a quien sabe que la herida de la guerra “de los pobres contra pobres” supura cada día con mayor fuerza. Es el norte montevideano donde la pobreza esta cimentada en cien asentamientos; no obstante este treinta por ciento de la población montevideana por debajo del límite de pobreza, de gurises descalzos y adolescentes que caminan de gorra con el torno desnudo y siempre como “apurados”, gurisas de mirada aún infantil de abultados vientres, lo que no muestran las cámaras televisivas es la geografía de un barrio históricamente bien constituido, con comercios y jardines, rostros de gente humilde con huellas de trabajo. Ahí donde “bajaron” al muchacho está como un monumento al Uruguay que fue, el escenario del teatro de barrio. Esta pobreza no nació de generación espontanea por mas que la Derecha vocifere que dejemos de recordarle las consecuencias de sus nefastas políticas concentradoras de capitales y marginados.
Nuestra primera parada es en una humilde vivienda de la periferia en el barrio conocido como Hipódromo Marconi. En unas sillas bajo un alero de chapa nos entrevistamos con un concejal, más conocido como el “Armenio”. Ajusta su criterio al clima de miedo y descreimiento que se respira en la calle; así nos advierte que tiene familia y no mencionará nombres, amén de en algún momento solicitarnos que apaguemos el grabador. Es que este ex oficial cortador de calzado, “reciclado” en clasificador gracias a las políticas neoliberales, pertenece al grueso de los vecinos que quedó atrapado entre el pequeño pero poderoso grupo de delincuencia y la estigmatización social.
Su lenguaje es directo y sencillo; dirigente y organizador de varias cooperativas de clasificadores de la zona y nacido en ese barrio conoce al detalle los pormenores del mismo. No niega la existencia de la potente banda que él se niega a darle el status de “narcotraficantes” que habita en el barrio y donde los límites entre estar en el barrio y en un centro penitenciario son imprecisos.
-“si hay lio en el barrio repercute en la cárcel y a la inversa”- nos narra verborragicamente.
Pero también nos habla de los métodos policiales que generan descreimiento y “ceban” un eterno revanchismo. En las cuadras que caminamos de General Flores hasta la vivienda del “Armenio” no nos cruzamos con presencia policial de ningún tipo, lo que confirma lo dicho por el “Armenio”:- “acá los milicos vienen cuando andan correteando a alguno sino ni pasan y cuando pasan los de la republicana le meten la pesada a los botijas, se bajan y los tiran al piso y recién después le piden documentos o les gritan : “¡¿qué mirás pendejo, querés un macho”?!.”
Según su versión como testigo calificado de los hechos que tomaron resonancia mediática los taximetristas a los que les prendió fuego la unidad, intentaron pasar por arriba una barricada que los vecinos indignados montaron espontáneamente. El “Caio” el otro concejal también nacido en la zona refiere a que el material audio visual entregado a la justicia no es el original filmado por una vecina sino el editado por canal 4 a la que se le recortaron imágenes que podían ser fundamentales como prueba de lo sucedido en que un joven cae ultimado de un balazo. El espiral y la lógica de sobrevivencia basado en la violencia se retroalimenta constantemente.
El Marconi es un barrio fundamentalmente joven; jóvenes sin una perspectiva de futuro, pues a la falta de trabajo se le suma la falta de la necesaria formación para el mismo y en la mayoría de la población, el alto índice de población con antecedentes cierra muchas opciones laborales desde el pique. Las políticas educativas alternativas mediante ONG de variado tipo son tan localizadas que por ejemplo casi ningún pibe del Marconi asiste a alguno de los oficios que se dictan en Casavalle; millones de dólares danzan en proyectos de los distintos organismos públicos que no logran aterrizar e impactar por la desidia de compartimentación y dispersión de los planes y proyectos.
La hija del “Armenio” espera familia; su concubino de 19 años trabaja de clasificador pero la nueva normativa municipal lo ha agarrado en infracción y se le retira el carro por 30 días. Es difícil para un gurí de 19 años sin mejor preparación para otro laburo y con su compañera esperando familia que no aceptar convertirse en “correo de los narcos”. Una medida desde lo Institucional que tomada fríamente no toma en cuenta como puede impactar negativamente en los esfuerzos por desarrollar políticas de inclusión. La dura realidad del Marconi asemeja la de las colonias psiquiátricas que duelen en el alma y encuentran la comprensión política en esa rara sensibilidad que florece en las campañas electorales.
Muchos han ingresado al mundo de la “transa” por necesidad y luego no pueden salir por temor a las eficaces represalias; Marconi paso de ser el “segundo exportador de cobre” del Uruguay cuando la mano venia de robar cables del tendido eléctrico y telefónico a tener como una de las fuentes consolidadas de trabajo la venta de droga. Hay un entramado social tejido en torno a familias que hacen de la distribución y consumo su fuente principal de ingresos.
Pero tercamente contra el descreimiento, el miedo y la inseguridad un puñado de vecinos siguen abogando por lograr que estos gurises superen la imagen de su foto en los prontuarios, en la crónica roja, en el curriculum vitae donde debe vergonzosamente cambiarse la dirección del domicilio. Incansables se suman a cuanto proyecto abra una esperanza, una rendijita, un cabito, una brisa de que otra realidad es posible.
Una yegua da a luz en plena calle y ese potranco que se incorpora a las pocas horas de nacido es “la magia de la naturaleza” que contrasta con la placita devastada. Una de ellas, con la emblemática designación de “Floreal García”, aguarda la llegada de ese Uruguay Progresista que se construye alrededor de este barrio.
Floreal Garcia. Militante del MLN-T y reconocido boxeador peso mosca de profesión, campeón en los panamericanos de 1963, se crió en el barrio Los Olivos, cercano al Marconi y el Club Centella es aún hoy una referencia para el barrio. Es uno de los Fusilados de Soca y padre de Amaral García.