Por: Camilo Cejas
Entrevista a Antonio Rammauro
Encontrarse con Antonio Ramauro es como encontrarse con un viejo amigo, a través del diálogo se desliza la sensibilidad propia de quien está pegado al sufrimiento de muchos trabajadores en el interior del Uruguay. Característica que lo debe haber llevado, hace 20 años, a impulsar la organización sindical de los trabajadores rurales sin cobrar un mango. El 30 de abril fue el día del trabajador rural. Mateamargo quiso conversar sobre esta celebración con uno de los hacedores de este tiempo, con el convencimiento de que Antonio representa esa gota de agua, que luego se transforma en aguacero.
¿Cuánto hace que empezaste a trabajar con los sindicatos de trabajadores rurales?
Me recibí de abogado en 1991. A principios del año siguiente, recién había jurado como abogado, me vinieron a buscar Ángel Rocha y Carmen Améndola. Ángel, un militante social, cristiano, preso político. Carmen, una Ingeniera Agrónoma que estuvo exiliada en México. Ángel colaboraba con una ONG que se llamaba Agro Data. Recibíamos fondos internacionales de la Iglesia Alemana y de comunidades católicas alemanas. Los fondos eran para trabajar en un proyecto con asalariados rurales, con el fin de fortalecer la organización de estos trabajadores. Alguien les dijo mi nombre. La única experiencia que tenía era el trabajo de extensión universitaria. Me invitan a dar una charla sobre derechos laborales, en la cuidad de Libertad, en la zona de los paperos. Tenía un miedo bárbaro, como abogado durante toda la carrera te dan media página sobre los trabajadores rurales. En todo el curso de derecho laboral te dicen “hay estatutos para trabajadores especiales: el del mar, de los rurales y el de los deportistas”. Como que no tienen nada que ver con el resto de los trabajadores. En aquella época en la que nosotros estudiábamos, hace muchos años ya, no sabías nada de eso y además te encontrabas con un colectivo que te iba a interpelar. Uno ya sabía más o menos la situación en la que vivía esta gente porque tenía alguna militancia social y política. Fui con una bolsa grande a juntar todas las preguntas porque sabía que muchas cosas no las iba a poder contestar. Allá llegamos a la casa de un compañero en Progreso, Libertad. Había dos o tres sillas, todos los demás compañeros estaban sentados en el piso. Ahí me engancharon, luego me invitaron para otra. Por aquellos años a mí me tocó ir a Piedra Colorada con la gente de la forestación. La ciudad de la madera, en Paysandú. En esos cursos se dictaban elementos más prácticos. Por ejemplo: en el manejo de maquinaria forestal, motosierras, etc. Andrés Berterreche era el que enseñaba a la gente a usar motosierras.
¿Cuál era la situación en aquella época del trabajador rural?
En Libertad, que durante mucho tiempo fue nuestro vínculo con los trabajadores rurales, había una escasa experiencia sindical. Estamos hablando del Solidesa, que se había creado en 1984, 1985. Había muy poco apoyo institucional. Me acuerdo que cuando empezamos a arrimarnos allá, a la oficina del Ministerio de Trabajo iba un abogado de Montevideo una vez cada 15 días. No había necesidad de mayor frecuencia porque no existían reclamos. Se daba algún asesoramiento de parte de los funcionarios por alguna consulta. La oficina estaba abierta principalmente para recibir las planillas de los patrones. No había audiencias por falta de reclamos. Entonces, a partir de esta gente que les comentaba, Carmen Améndola, José Pedro Leopardo, agrónomo también, compañero que igualmente fue preso político, se consiguió un financiamiento para crear lo que se llamó: El Centro de Capacitación y Asesoramiento para el Trabajador Rural y su familia. Un nombre muy largo pero que nosotros y la gente del lugar lo resumió muy rápidamente y le llamó la Casa del Trabajador Rural. Y en esa casa, que era la del trabajador rural, asimismo estaban los hijos, las compañeras y los compañeros. Allí hacíamos trabajos de apoyo escolar, liceal, trabajos alternativos, costura, corte y lombricultura, principalmente para los compañeros que no tenían un trabajo más permanente.
Se impuso la necesidad de construir proyectos propios, es decir, se montó realmente un centro de capacitación. Fue una experiencia interesante, que funcionó muy bien. Había una particularidad, cuando los patrones frente al fortalecimiento del sindicato resolvieron como estrategia dispersar la fuerza sindical, empezaron arrendar tierras en Maldonado, en Rocha, en Soriano. Entonces sacaban trabajadores del medio, para acá y para allá. Como respuesta sindical, cuando había un conflicto, lo que hacían las compañeras y compañeros que quedaban en Libertad realizaban cortes de rutas en apoyo a los trabajadores que estaban en otro lado. Se establecían dos frentes de lucha. Esa etapa rindió, al punto que iniciaron los reclamos, la gente se empezó a asesorar y comenzaron a reclamar más organizadamente, tanto lo colectivo como lo individual. No había pasado un año de nuestra llegada, que el Ministerio de Trabajo, tenía que mandar un abogado todas las semanas. Eso fue una muestra muy puntual de que había crecido la demanda, que había crecido la organización sindical en el reclamo de sus derechos. Fue una experiencia brutal que no está registrada, de la que no se sabe mucho.
¿Cómo seguís vinculado durante los noventa a los trabajadores rurales?
Se dio un contacto con los compañeros del SUDORA, sindicato de la naranja en Salto. Uno de los referentes era Felipe Carballo, actual diputado por el departamento de Salto; estamos hablando del 1995. En aquella época se hablaba de la famosa camisa naranjera, que los compañeros empezaron a denunciar por el uso de agrotóxicos, prohibidos en muchas partes del mundo. Mandaron las camisas para que se analizaran en la capital; les estuve dando una mano a la distancia. Así empecé a vincularme con otros trabajadores rurales. Después, por el 1997 se creó el proyecto Mi Granja en San José. Con el apoyo de la Corporación para el Desarrollo, se creó un sindicato y bueno, necesitaban asesoramiento. No había muchos abogados relacionados al derecho rural y me pidieron que me vinculara con ellos para que colaborara con la organización mediante el asesoramiento.
¿Cómo desemboca esto en lo que es la UNATRA después de una década de trabajo?
En el 2001 se logró formar la Coordinadora de asalariados Rurales. Fue en Bella Unión. Los grandes cómplices que tuvimos en esta historia, fue la delegación de los trabajadores en el BPS; había sensibilización; en aquella época estaba Murro, actual presidente del BPS. También fue cómplice la Junta Nacional de Empleo que tenía un programa de capacitación para trabajadores rurales, en donde estaba Ángel Rocha. En uno de esos encuentros se dijo: vamos a ponernos un poco los pantalones y vamos a transformarnos en uno solo puño, de ahí sale la coordinadora, que luego en el 2005 se transforma en la UNATRA. Eso fue un 30 de abril, por eso el día del trabajador rural.
¿Después tuviste mucho que ver con la ley de ocho horas de trabajo rurales?
Tuve que ver sí, con la que salió, no con la que se presentó originalmente en el Parlamento. Fue una historia dura, muy dura en varios sentidos. Cuando en el 2005 se reanudan los consejos de salarios, se convoca por primera vez a tres sindicatos rurales al Consejo de salarios, uno de ganadería, otro más de agricultura de secanos, de horticultura y fruticultura y otro más de forestación. A su vez, se crea un consejo superior tripartito rural por qué había cosas en común a todos, dado el déficit en materia de derechos que existía en el ámbito rural.
Entonces, la Asociación Rural, la Federación Rural y la Asociación de Cultivadores de Arroz tenían que juntarse en la misma mesa con los peludos. Fue una experiencia muy fuerte y había tanto para demandar que lo primero que se puso arriba de la mesa fue la necesidad de la ley de ocho horas y la ley de libertad sindical.
En ese momento se estaba discutiendo la ley de libertad sindical, que luego se aprobó. Era imposible avanzar en algo concreto con las patronales. En el tema de libertad sindical no quisieron nada, y fue larga la discusión, llevó más de un año. Cuando la Ley de Libertad sindical general se aprobó, tuvieron que aceptar las leyes del juego. Al quedar superado este tema, ya que, teníamos la Ley General como base, lo que quedaba, era la limitación de la jornada. Nosotros queríamos limitarla a ocho horas y ellos querían limitarla a 12 a 14 horas. Fueron dos años y medio de discusión. Cuando parecía que nos acercábamos, las patronales siempre agregaban un elemento más. Podríamos decir que los trabajadores rurales, hasta el día de hoy estamos convencidos que no encontramos el apoyo que se requería de parte del gobierno y del Ministerio de Trabajo en esta discusión. Se habían promovido muchas leyes laborales, muy importantes, pero en esto de la negociación con los rurales parecía que todavía había cierto temor o respeto en exceso, que no se quería provocar un enfrentamiento muy duro con las patronales. Aquello de ser el fiel de la balanza, el tratar de igualar las posiciones, ya que, el rol de este estado es intentar compensar las desigualdades que existen, no se expresaba en las negociaciones.
El proyecto que sale no sale consensuado, no se logró firmar nada. El proyecto que presenta el Ejecutivo es acompañado por declaraciones unilaterales de los trabajadores y de los patrones en contra. Los patrones haciendo de cuenta que estaban en contra. Se parecía mucho proyecto que los patrones presentaron en la negociación. En el mismo limitaba la jornada a nueve horas y pico. Entonces ¿por qué nueve horas? Si hace 100 años que los trabajadores tienen ocho horas. Nos decían que teníamos que ir de a poco, entonces pensabas que si cada 100 años nos vamos a arrimar cada una hora hasta llegar a las 8 horas diarias, nos parecía que íbamos a demorar mucho.
En esa época trabajaba con una diputada del MPP, como asesor. Yo planteaba que no era la ley que le debíamos a los trabajadores rurales, pero la diputada es la diputada y el asesor es el asesor. Así salió nueve horas y pico. Se votó favorablemente y pasó al senado.
Hay algo que los compañeros no saben hacia la interna. Cuando el proyecto ingresó al senado se nos ocurrió que no estaba todo perdido y fuimos a hablar, con quien para muchos era el referente en el senado, el Pepe Mujica. Primero tuvimos que franquear algunas barreras porque algunos compañeros no nos querían dejar pasar, pero justo dio la casualidad, porque realmente fue una casualidad, salió el Pepe del despacho en ese momento y me dijo: “¿qué hacés por acá?” Le dije: “quiero conversar contigo de las ocho horas de trabajador rural”… “Pasá”. En la reunión comienzo fundamentando por qué no a las nueve horas de trabajo. Me dice: “quedate tranquilo que salen las ocho horas, es un disparate eso de las nueve horas” Y salieron las ocho horas de trabajo.
También es una ley que necesita una reglamentación; hasta el día de hoy, después de seis años de aprobada, sigue sin reglamentarse. Nunca llegó al Consejo de Ministros para que se reglamente. Hay muchas cosas que hay que aclararlas. Una de las modalidades más comunes en el trabajo rural es el trabajo a destajo, que representa una explotación y una autoexplotación, porque como cualquier rama de actividad, si uno realiza su jornada de trabajo y después termina, como en el caso de los trabajadores rurales, empaquetando papas, empaquetando huevos, eso se debe pagar como hora doble. Estas cosas se pueden definir más claramente con la reglamentación. Por esto es tan necesaria.
Pero, bueno, tenemos en el papel ley de ocho horas, del dicho al hecho…..
Los trabajadores rurales, ¿han asimilado el derecho a las 8 horas de trabajo?
No hay apropiación del derecho a las ocho horas. Muchos trabajadores no tienen conocimiento de su existencia. Y aún hoy algunos trabajadores rurales te dicen que no se puede. Recuerdo que iban a la Rural del Prado y le preguntaban “¿sabe que salió la ley de ocho horas para el trabajador rural?” Los mismos trabajadores decían “nosotros no podemos trabajar solo ocho horas.” ¿Por qué? Porque es una pauta cultural sí, pero es a partir de un método de trabajo. Obviamente que la pauta cultural acá pesa mucho, pesa en los asalariados y obviamente pesa en los patrones. Nosotros estábamos tratando el tema de la ley en el Consejo de salarios rural, y me acuerdo que el representante de la Federación Rural nos decía: “lo que pasa es que ustedes están pensando desde el lugar del descanso del trabajador. Nosotros tenemos que pensarlo desde el lugar del descanso del animal, en el descanso de la vaca, en el descanso de la oveja”. Otro representante nos decía: “hace 100 años que la cosa está funcionando bien y ahora vienen a querer cambiar”. Se podría decir que lo dicen “sanamente”, son espontáneos; lo tienen incorporado, y en los asalariados rurales cuesta mucho esto.
¿Cómo se modifica el escenario laboral con relación a los cambios de tipo productivo que ha habido en la última década?
En el caso de la invasión de la soja, la zafra tiene 15 días. Advierto: puedo estar cometiendo una burrada. Pero no hay forma de organizar nada, no hay mano de obra. En relación a este tema creo que no se ha incidido. Por lo menos, en lo que hemos visto, no hay un fortalecimiento de la organización sindical, ni un aumento en relación a esto. Creo que en realidad ha impactado más en la salud de los trabajadores porque no se sabe que se está manipulando en el caso de los transgénicos, no se sabe qué impacto van a tener a largo plazo. Cambios han habido en algunos aspectos tecnológicos, que son opciones de producción. Creo que no han impactado en las condiciones de trabajo de los asalariados. Sí, se puede decir, que se han ido perdiendo espacios en donde los asalariados desarrollaban su actividad. Se ha cedido espacio a estas actividades, que son más extensivas y que requieren menos mano de obra. En ese sentido hubo pérdidas.
¿Cómo has vivido la relación de la UNATRA con el PIT-CNT?
El movimiento de trabajadores siempre ha tenido un componente urbano. Son 110.000 trabajadores rurales, el resto son urbanos, eso ha pesado en la historia del movimiento sindical. Nosotros escribíamos un artículo para la Revista Trabajo y Utopía, y nos hacían algunas preguntas con relación a la conmemoración de este 30 abril. Les decía, este día siempre va ser víspera del 1 mayo. Llega en un buen momento para recordar que durante muchísimos años la situación de los trabajadores rurales no estuvo ni en las pancartas, ni en las consignas, ni en las plataformas del PIT- CNT; de alguna forma se ha colaborado, no conscientemente, a esa invisibilidad de los trabajadores rurales. A vos te llega a la mesa esa fruta, esa verdura, ese pollo, pero no ves que hay un trabajador rural atrás de eso.
Creemos que el PIT-CNT todavía no ha jugado el papel que tiene asignado. El PIT-CNT siempre dice: con razón que no puede ir a representar a los trabajadores rurales, que ellos tienen que conseguir su propia representación y organización. Pero sabemos, que los compañeros de la central pueden aportar con formación a estos nuevos sindicalistas. Son también los que pueden apoyar económicamente para que puedan juntarse, porque tienen ese poder económico.
Hay 350.000 afiliados al PIT-CNT, ¿cuántos de esos trabajadores organizados están dispuestos a dar un peso por mes para apoyar la sindicalización de los trabajadores rurales? ¿Cuántos te pueden llegar a decir que no? Si un peso por 350.000 permitiría que los trabajadores se juntaran cuando tengan la necesidad, podrían cubrir los jornales que pierden por juntarse. Podrían tener una publicación para difundir sus derechos y además escrita por ellos. Podrían hacer más reuniones sociales y políticas, como el 30 abril. El otro día, en vez de haber 400 trabajadores rurales, tendrías 1000 o 5.000. Porque saldrían camionetas y ómnibus de otros lugares, de distintos puntos de la República. Estamos hablando de mucha plata, que sale a un peso por cabeza. Es como una propuesta muy sencilla, muy boba. Creo que eso podría hacerse del PIT-CNT. ¡Ojo! Que ha cambiado mucho la relación, sobre todo en el sentido de pertenencia de parte de los asalariados rurales a la organización sindical. Durante mucho tiempo no estuvo incorporado, puede ser por desconocimiento o por falta de hermandad. Los trabajadores rurales nos decían por qué “ustedes” y los compañeros del PIT-CNT. Nosotros les decíamos: ustedes son el PIT-CNT.
En un momento había un representante de los trabajadores rurales en la Mesa Representativa del PIT-CNT. Hoy por hoy, no. No hay compañeros trabajadores ni en la Mesa Representativa ni a nivel del secretariado, y no quiero sacar la cuenta, como hacen muchos compañeros, de cuánto representan en el Producto Bruto Interno los trabajadores rurales. Creo que si la central se lo propone, en un año podría destinar todos sus recursos para esto. Se puede desarrollar la sindicalización del trabajador rural, creo que revertiría gran parte de la realidad.
Los trabajadores rurales para este 1 de mayo colocaron cuatro reivindicaciones: 1) $14.000 por ocho horas de trabajo; 2) el respeto en todos los establecimientos de la ley de ocho horas; 3) el respeto del decreto del 2009, que es muy bueno en materia de seguridad laboral, que se garantizará que los compañeros cobrarán el jornal en caso de que no fueran a trabajar por alerta meteorológica, algo que parece muy puntual, muy chiquito, pero murieron tres compañeros rurales en este año por estar trabajando cuando había alerta meteorológica, y 4) el acceso justamente a los medios de producción. Éstas son las cuatro demandas de los trabajadores rurales organizados en el Primero de mayo. Así que también un poco se ha avanzado.
¿De qué manera ha respondido el gobierno en relación a este tema?
Hace poco se creó en el Ministerio de Trabajo una unidad del trabajador rural. Participan las diferentes direcciones del ministerio, la DINAE, la DINATRA, la Inspección Nacional de Trabajo junto con el IMPO. La finalidad es crear mecanismos de comunicación para poder informar a los trabajadores rurales, organizados y no organizados, en relación a sus derechos.
Hace poco, en la Torre Ejecutiva se lanzó una campaña que está compuesta por cinco avisos para radio. La consigna es que los “derechos de los trabajadores rurales no son un paye”, en relación a las payadas. Son cortitos, con música y en tono de payada. Se habla de las ocho horas, de la negociación colectiva, de los consejos de salarios, otro sobre la salud laboral, uno más sobre la sindicalización como un derecho, y el quinto habla sobre la seguridad social. Lo firma el Ministerio de Trabajo, que tiene el respaldo del estado atrás, no es lo mismo que le venga a hablar, por decirlo de alguna manera, un tupamaro, un comunista. Es el estado que hace conocer sus derechos.
También tengo acá en la mochila un mazo de cartas que se reparten por todos los boliches del interior. Tienen del lado de atrás la consigna: “los derechos del trabajador rural no son un paye”. Es una forma de ir generando esa contracultura, que los trabajadores sientan que hay respaldo. Creo que son contribuciones efectivas para generar una base en este sentido.
¿Cuáles son los aliados que vos visualizás para la UNATRA?, ¿son las organizaciones de estudiantes, los agricultores, los familiares?
La UNATRA, cuando surge, contempla dentro de las posibilidades, que se puedan nuclear dentro de la organización pequeños agricultores familiares; o como se está impulsando ahora desde los propios sindicatos rurales, formas autogestionadas de trabajo; por ejemplo, ahora tenemos en Bella Unión la colonia Raúl Sendic. Hay sindicatos que están trabajando, o mejor dicho, auto gestionando su producción. Pero ahora los trabajadores están demandando tierras, por ejemplo, en Paysandú está por concretarse que haya tierras para aquellos compañeros de la naranja. Antes los compañeros querían trabajar las ocho horas e irse para su casa. Hoy están demandando tierras para trabajar. Están también por otorgarse tierras para los trabajadores del arroz, a través del Instituto de Colonización, en la zona de Lascano, Río Branco, Treinta y Tres. O sea, que para nosotros, el aliado natural son los productores familiares, los pequeños productores, con los que se está pensando una estrategia en común, en clave de autogestión. Creo que también los aliados naturales tienen que ser los trabajadores de las cadenas industriales, los trabajadores de los tambos con el sindicato de CONAPROLE, los trabajadores de la ganadería con los trabajadores de la carne, los viñedos con lo de las bodegas, ahí también hay problemas, en un época venía Richard Read y se llevaba para la FOEB a los compañeros que estaban en la bodega y dejaban a los trabajadores del viñedo dentro del UNATRA. Es necesario encontrar un criterio único. Llevarse a todos en todo caso o dejar a todos. Creo que hay que pensar en unificar las reivindicaciones de la cadena productiva, no sé si para conformar sindicatos únicos. Creo que sobre el ahora, la autogestión es necesariamente la que hay que pensar más.
También la gente de la Universidad de la República (UdelaR) con extensión universitaria nos ha dado una mano importante en el fortalecimiento de las organizaciones sindicales. Tiene algunos grupos instalados en el territorio, colectivos fijos de docentes, de funcionarios de la UdelaR que trabajan en la zona. Ahora acaba de concretarse la firma de un convenio entre la UdelaR y el Ministerio de Agricultura y Pesca, es un convenio a tres años, renovable, trabajando en el fortalecimiento de la organización sindical. Pero antes existió un aliado recontra importante, que permitió un salto cualitativo en la organización de los trabajadores rurales, invalorable para lo que fue la organización de estos. El programa Uruguay Rural, que estaba liderado por un compañero llamado Antonio Vadell, que dejó todo ahí para favorecer la organización de los trabajadores rurales y los pequeños productores. A tal punto que cuando cada compañero se embarcaba en una actividad hasta la capital, contaban con un local propio, con computadora, con teléfono del programa Uruguay Rural, un respaldo esencial. Hubo formación y recursos económicos. Son aliados que hay que reconocer, desde el estado, pero principalmente desde Uruguay rural y desde la Universidad de la República.
Lecciones de vida
Me acuerdo en el 2001, la crisis había golpeado fuerte a la caña de azúcar, por decisión de Batlle y compañía se habían reducido los períodos de zafra; se pasó a dos o tres meses, y la cosecha es la gran fuente de trabajo en Bella Unión. Sigue empleando hoy a 1500, 2000 trabajadores. Entre los compañeros hubo quienes descubrieron que de alguna forma había que parar la olla durante el resto del año, porque estaban acostumbrados a que con el salario de zafras de seis a siete meses, a partir de mucho sacrificio, podían sostener el resto del año. Pero acá, con la crisis en la cabeza, con la zafra de dos o tres meses, con el sueldo menguado, comenzaron a conseguir predios de pequeños productores, que habían abandonado su siembra y algunos que tenían algunos pedacitos en sus casas, comenzaron a hacer sus huertas. Con la huerta familiar descubrieron que no solo a partir de ella podían parar la bolsa, sino que podían tener parte de excedente… y comercializar. Me acuerdo que les preguntaba: si sigue la decisión que la zafra de la caña de azúcar siga siendo de 2 a 3 meses… ¿qué hacemos?, ¿volvemos a los grandes o apostamos a la autogestión? Y decían que sí, que se podía seguir por este camino, porque aquello de que la “tierra para el que la trabaja” se empezaba a materializar, pero al mismo tiempo cuando les dijimos que se podía volver a cambiar y que las zafras podrían volverse como antes decían “ahí no estamos tan seguros”. Si había que volver al trabajo asalariado o al laburo por la propia, por la autogestión, ahí estaba la duda.
Mi formación personal está emparentada directamente con los trabajadores rurales. Cuando me recibí, inmediatamente comencé a trabajar con ese sector. El primer sindicato con el que me vinculé fue con el de los paperos. Viví la solidaridad en la práctica, ellos trabajaban a destajo por cantidad de bolsa. Cobraban por bolsas que habían juntado al final del día. Los compañeros lograron a través del sindicato que fuera el grupo, la cuadrilla, que cobrara por todas las bolsas. Por ejemplo: la cuadrilla volcaba bolsas, la cuadrilla había volcado 300 bolsas, eran tres los que habían trabajado, cobraban $100 cada; cuando eran 10 los que habían trabajado cobraban $30. Ahí no había jóvenes, ni viejos, ni había gente con más o menos experiencia, todo lo cobrado por ocho horas de trabajo, era independientemente de si habías tenido un mal día, o algún problema físico. No iban a echar al viejo o a la mujer o al joven porque viniera con menos conocimiento del oficio o por años de trabajo. Con esto la organización sindical se desarrollaba y se protegía.