Por: Ricardo Canese *
La oligarquía paraguaya, una de las más conservadoras y autoritarias de la región, consiguió su objetivo: obtuvo el pasado 21 de abril una restauración, con ropaje democrático aunque con profunda ilegitimidad de origen y sin poder evitar el surgimiento la izquierda. Ésta posee, por primera vez, un peso trascendente en el Paraguay.
El Paraguay, luego de su destrucción como proyecto autónomo de desarrollo por la Guerra de la Triple Alianza (1864-1870), quedó atrapado por una oligarquía mezquina, fiel servidora del imperio de turno y de sus más fieles capataces de la región, las oligarquías porteña y carioca/paulista. La oligarquía paraguaya prontamente se dividió para ver quién era el mejor testaferro del imperio, o de los subimperios. En la década de 1880 se crean el Partido Liberal y el Partido Colorado, que no dejan de ensangrentar el país, en su disputa de quién es el más obsecuente capataz del imperio.
La revolución febrerista de 1936, luego de la Guerra del Chaco (1932-35), que intentó introducir reformas sociales y ensayar un camino autónomo de desarrollo, pronto fue tumbada (1937). Luego vino la Guerra Civil de 1947, cuando la izquierda (el Partido Comunista y el Partido Febrerista) y el Partido Liberal, en una suerte de frente popular, fueron sangrientamente derrotados por el Partido Colorado. Alfredo Stroessner, con el claro apoyo de la embajada de los EE.UU. de América, se instala en 1954 en el poder utilizando al Partido Colorado como instrumento de opresión, causando cientos de miles de muertos, desaparecidos, torturados, apresados y exiliados.
Con el fin de las dictaduras en América Latina, la oligarquía paraguaya –nuevamente con el guiño cómplice de los EE.UU. de América– provoca un autogolpe en 1989, a fin de frenar la lucha popular por la democratización real del país. Hasta el 2008 se suceden diversos gobiernos del Partido Colorado, manteniéndose el mismo sistema oligárquico, de la extracción de riquezas naturales (soja, ganado, madera).
Luego de muchas luchas, el pueblo paraguayo logra articular un frente democrático en el 2008 que, con Fernando Lugo, triunfa en las elecciones del 2008, con un apoyo mayoritario del Partido Liberal (28%, 15 senadores) y minoritario de diversas fuerzas de centro e izquierda (12%, 3 senadores). Con el gobierno de Lugo (2008-2012) se pone en discusión la injusta distribución de la tierra y la oligarquía comienza a ponerse nerviosa.
Hoy todo queda más claro. ¿Por qué la oligarquía paraguaya dio un Golpe de Estado Parlamentario el 22 de junio de 2012, faltando menos de 10 meses para las elecciones? ¿Por qué no le dejó concluir a Lugo su mandato? Simplemente porque no podía correr el riesgo que la izquierda, aún con peso minoritario en un frente democrático, siga creciendo. El Golpe es contra el pueblo y contra los sectores progresistas que, dentro de la concepción de la atrasada oligarquía paraguaya, peligraban sus amplios e injustos intereses.
El 21 de abril pasado, la oligarquía termina consiguiendo su objetivo fundamental: restaurar definitiva y “democráticamente” el poder que siempre usufructuó desde el fin de la Guerra de la Triple Alianza (1870), con muy breves intervalos (1936-37 y 2008-2012).
Una lectura aguda de las elecciones pasadas permite ver, sin embargo, que esta restauración conservadora se da al mismo tiempo que crece fuertemente el progresismo. Los partidos de centro e izquierda que en el 2008 obtuvieron apenas un 12% (divididos en 16 candidaturas) hoy obtuvieron 27,6% (130% más) agrupados en 4 candidaturas principales, obteniendo 11 senadores (Frente Guasu, con 5 senadores; Partido Democrático Popular con 3 senadores; Avanza País, con 2 senadores; y el Encuentro Nacional, con 1 senador), contra tan sólo 3 senadores obtenidos en el 2008 (más que triplicación del número de senadores). Es cierto que aún no se ha llegado a una agrupación progresista única, pero disminuyó la dispersión que existía en el 2008 y, sobre todo, se incrementó fuertemente el caudal que vota al progresismo en cualquiera de sus vertientes, siendo el Frente Guasu (Grande) el más votado de estas corrientes.
Lo que pasa en el Paraguay es algo parecido a lo que pasó en 1971 en el Uruguay, cuando ganó el sector más conservador de la derecha uruguaya (Bordaberry), pero al mismo tiempo emergió el Frente Amplio.
Hoy en el Paraguay ha emergido con fuerza la izquierda como tercera fuerza (incluso segunda fuerza si incluimos a todo el progresismo todavía disperso), y lo hace para quedarse. El Frente Guasu está implantado en todo el país y triunfó en las áreas rurales más pobres, así como obtuvo muy buena votación en los barrios urbanos populares. El Frente Guasu está asentado en las organizaciones sociales y ciudadanas más representativas y la votación que recibe no es la simple popularidad de un candidato desprendido de la gente. Es un proyecto político de cambio que apunta a la democracia y la justicia social, en lo interno, y a la integración y a la Patria Latinoamericana, en lo regional. Las demás agrupaciones progresistas abarcan a un espectro más amplio de capas medias.
En el Paraguay se restauró el orden conservador, pero con una fuerte emergencia de un actor político –el Frente Guasu y el progresismo en general– que nunca tuvo antes tanta fuerza como tiene ahora. La izquierda emergió en el Paraguay como actor fundamental, para seguir creciendo y ser gobierno en poco tiempo más.
* Parlamentario del Mercosur, nuevamente electo por el Frente Guasu.