En boca de todos…

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Por: Gabriela Dobal

Educación primaria: La necesidad de pensar, de pensarse y renovar el compromiso.

Mucho hay para decir hoy sobre la Educación, y en particular sobre la Educación Primaria Público – Estatal.
Son muchos los discursos que aparecen sobre la Educación y sobre la Escuela Pública, dictando sentencia, exigiendo y en varias ocasiones denigrándola. Bastante se dice y mucho más se deja de decir en los medios masivos de comunicación.

Entre tanto palabrerío, hay algunos temas que es necesario subrayar, porque hacen a la esencia de lo que es la educación, hacen a nuestros desafíos, hacen a lo prioritario en una larga lista de tareas pendientes.
Puntualizando…

En primera instancia, resaltemos el carácter universal de la Educación Primaria Pública Estatal, así, con mayúsculas y aclarando. Pública y Estatal, porque hablamos de una educación básica que es de todos y para todos. Una escuela que, sin embargo, estamos dejando que se convierta en una educación que “pagamos todos” y que es para los pobres. O incluso peor, una enseñanza primaria que cada vez más reproduce exclusiones, y de pronto parece que existieran escuelas para pobres de primera, de segunda, de tercera… Solapadamente nos van introduciendo el discurso de velar por el interés propio, individual y egoísta, olvidando que somos parte de un todo y que en la escuela es donde nuestros niños se forman para poder desarrollarse y mejorar la sociedad.

Todos somos en parte responsables de este fenómeno, algunos más que otros. Cuando nuestros hijos están en edad de iniciar la primaria y nos preguntamos si podemos pagar un colegio, cuando repetimos discursos creados sobre las carencias de la enseñanza en la escuela de hoy, cuando exigimos evaluaciones numéricas y no de procesos, cuando no votamos más presupuesto, cuando dejamos de debatir cómo cambiar esta realidad.

De a poco, colectiva e individualmente, nos vamos olvidando que unas de las claves para el éxito de la educación primaria pública es la diversidad en su integración. La experiencia única que tienen los niños al vincularse, convivir y crecer con otros niños, con diferentes realidades, con distintas cotidianidades, con distintos saberes para compartir.

En segundo lugar, la capacidad transformadora de la educación y, sin lugar a dudas, de la escuela pública. Allí donde nos vinculamos con otros, donde aún tenemos espacios de creatividad, donde podemos anclar diferentes experiencias comunitarias para todo el entorno, es donde también pueden generarse semillas de transformación.

Múltiples experiencias, de esas que no salen en la tele, existen en el día a día de las escuelas uruguayas: adultos que van a clase, talleres con padres y estudiantes, espacios recreativos; desayunos, almuerzos, meriendas; festivales, clases abiertas, exposiciones. Puentes con la comunidad que son oportunidades para una integración diferente.

Ejemplos como éste se multiplican por cientos, todos sostenidos e impulsados por un cuerpo docente que sigue eligiendo estar donde está. Un cuerpo docente que, pese a todo, sigue sosteniendo el trabajo con cada grupo – clase, sigue defendiendo la escuela pública y haciendo que el esfuerzo valga la pena.

En tercer lugar, el carácter enseñante de la escuela. No podemos eludir el preguntarnos qué y cómo estamos enseñando hoy en nuestras escuelas públicas. Es verdad que la coyuntura se nos mete por las ventanas, y muchas veces debemos asumir tareas y roles que permiten el trabajo sobre la personalidad, sobre las actitudes, pero distraen de los contenidos específicos. A eso sumémosle la extensión abrumadora del actual Programa de Educación Inicial y Primaria. La tarea de enseñar se complejiza. Pero lo grave no es eso. Lo grave es que no estamos dándole herramientas a las maestras y demás docentes de las escuelas para profundizar, crear, actualizar los saberes y la forma de enseñarlos.

Esa “escuela para pobres” termina empobreciéndose también en lo que brinda, acortando expectativas, condicionando el acceso al conocimiento.

No estamos dando señales claras para ayudar a aquellos que más lo necesitan, y nuestras opciones son el tránsito por el sistema a través de pases especiales, extraedad, etc; o sencillamente el abandono.

Cuánto queda por hacer…

En fin, podemos decir que aún está en el debe el análisis sobre los aspectos claves de la escuela pública de nuestro país, sobre todo si pretendemos (como muchos esperamos) fortalecerla y sostenerla como espacio de encuentro, de aprendizaje, de crecimiento y transformación, de todos y para todos, sin exclusiones.

Mucho hay para hacer, y a los maestros, a los del pie, los que estamos día a día batallando contra los embates que debe soportar la Escuela Pública, nos está faltando un discurso claro que involucre, que una, que motive, que nos de la tranquilidad y la inspiración de saber hacia dónde vamos.

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