Por: Daysi Iglesias
Lo primero es lo primero. Es importante valorar los gestos de apertura a las ideas y a la palabra de otros, aunque encierren visiones y valoraciones distintas a las que uno sustenta.
Además de valorable, es sabio.
Aportes que ayudan en la vida, vienen más del lado de las visiones críticas que de la complacencia, que encierra, siempre, el riesgo de las circunstanciales cercanías con el poder.
Dicho esto, aclaro que voy a defraudar a los lectores desde temprano: no tengo genialidades para decir. Lo que digo lo digo a mi costo, desde lo vivido y pensado, a veces con desazón, a veces con entusiasmo, a veces con rabia.
Los monólogos colectivos
Entre las cosas que tuve oportunidad de leer, me encontré con unos estudios psicológicos que analizan la evolución cognitiva de los seres humanos. Ellos hablan de una conducta que se da durante el desarrollo, que traducen en lo que llaman “monólogos colectivos”. Parece que en algún momento de nuestro crecimiento necesitamos a los Otros al lado para desarrollar un discurso propio, pero no como interlocutores, sólo como presencia. No hay conversación, no hay diálogo, sólo discursos que siguen sus propios rumbos.
Desde el campo social, algunos, no todos lógicamente (las mayorías fluctúan, y de las unanimidades ni hablemos), sentimos que este rasgo predomina en los tiempos que nos toca vivir.
Sin encuentro de los discursos, todos cumplen el ritual del que “escucha”, y en definitiva cada uno sigue la ruta propia, previamente definida con prescindencia de un debate de argumentos. Sin puntos de encuentro.
Así algunos hablan del malestar docente (en el caso de la educación), y otros contestan hablando de las ceibalitas. Unos hablan de un conjunto de profesores de Primaria, arbitrariamente “despedidos” en el año 2012, y otros responden hablando de maestros comunitarios.
En los intercambios, lo que más falta son los intercambios.
Y en esa diáspora, cada uno se queda, en esta sociedad de “la información y el conocimiento” (con más de fragmentación mediática que otra cosa), con lo que le impacta, con lo que le seduce.
Faltaron a la cita, faltan a la cita, los que pueden unificar, hacer un trabajo realmente complicado de jerarquizar, armar rompecabezas reconociendo urgencias y necesidades.
O sea, el trabajo de poner “la casa en orden”.
Y esa tarea es uno de los vértices más comprometidos de la gestión.
Pero, no nos engañemos, este tipo de juegos comunicacionales son una forma de actuar para que, quienes tienen el poder de decisión en sus manos, concreten sus planes, por supuesto que con todo el respaldo legal para hacerlo.
Entonces, lo que parecía una falla de gestión se transforma en una forma de gestión. Porque al final de todo los “despidos” de Profesores se concretaron y el malestar docente siguió existiendo.
Las comunicaciones son una dimensión de la gestión, por eso analizar fallas de comunicación supone analizar cómo se gestiona, y en ello hay responsables. Responsabilidades que no son exclusivamente individuales, sino, también, de los proyectos políticos en que se inscriben.
La participación como tabla de flotación.
Los discursos vinculados a la democracia participativa y a la democracia representativa, pueden dar para un barrido y un fregado.
No por mencionar muchas veces una palabra se la transforma en realidad.
No por crear y crear organismos de participación se concreta la participación. Y ahí viene la máquina que argumenta, repitiendo una y mil veces, que el problema radica en los convocados a participar, en la escasa experiencia en procesos de participación. Pero si eso vale para los de abajo, vale, también, para los de arriba.
Tal vez estemos ganando el récord Guiness, en la ANEP, en número de Comisiones citadas, convocadas; para allá van los delegados sindicales, y para allá los de ATD. Son tantas que hay que hacer listas a nivel sindical para recordarlas.
Con tanta Comisión, con tanto Proyecto, con tantos Programas, y con tanta gente trabajando para los Programas, la realidad educativa no cambia, y siguen egresando de las instituciones alumnos con aprendizajes recortados. Los problemas que afectan al que los que trabajan en las escuelas, tampoco se resuelven:
* no hubo una política para enfocar el problema de los cientos de Maestros titulados, que no eligen trabajar en Primaria. No es que la gente no elija estudiar para Maestro, es que los que eligen la carrera, eligen otros trabajos.
* no se ha podido solucionar el tema de Directores de Escuela que son, entre otras muchas cosas, “empresarios” que deben contratar a su nombre, y del presidente de las Comisiones de Fomento, auxiliares de servicio, siendo una especie de “testaferros” del Consejo. Con qué derecho se les coacciona diciendo: “si no quiere abrir una empresa, la escuela no se limpia”. Con tanta plata y no hubo plata para regularizar esta situación. Y allí están las denuncias presentadas ante un Ministerio de Trabajo que se autodeclara ausente ante este problema.
* no se pudo enfrentar ni mínimamente la crisis edilicia en tiempo y forma.
* no se pudo implementar una política de cursos de pos grado para Maestros. Capacitaciones cortas, de esas que vienen reiterándose desde 1998, sí existieron. Pero eso no constituye ni cambio, ni innovación.
* no se concretaron equipos de diferentes técnicos que apoyaran, en forma directa, a los niños y a sus familias, que viven realidades de vulnerabilidad con ribetes nuevos.
En materia de salarios las cosas desde adentro no son muy alentadoras, sólo como ejemplo un Maestro Director con 30 horas semanales gana líquido unos $23.000. ¿Y qué pasa con la carrera docente? Cursos, concursos, desarrollo de decenas de tareas… y aquí estamos.
Parece bastante lógico que un ciudadano común se pregunte en qué se gasta la plata.
Tal vez se gasta en contratar un equipo extranjero (encabezado por el Profesor Fullan), para que aporte ideas sobre cómo potenciar el Plan Ceibal. Tal vez en implementar un programa de inglés a distancia con Profesores extranjeros, porque parece que en Uruguay no alcanzan los docentes que dominan ese idioma. Tal vez se destinaron a dar continuidad a la política de presentismo, o a contratos de periodistas cuya función es “fortalecer” la imagen pública del Consejo.
Los Sistemas Educativos a nivel internacional que han tenido “éxito” fijaron su mirada y sus acciones en la condición docente, tanto en la condición salarial, como en las condiciones de trabajo, como en las políticas de formación; porque el aprendizaje, la llamada calidad, no la define la burocracia que es inquilina transitoria de los despachos de Consejeros, sino que se define en el interior de las aulas. Debería ser un mandato para esos “inquilinos” no perder de vista lo que se investiga, discute y experimenta en el mundo en esta materia. Además de la necesaria sensibilidad para con su gente.
No se pudo. No es que no se pueda. La Administración no pudo (hasta este momento y a un año de culminar este segundo período).
Más allá de las palabras hay una cantidad de compañeros de ruta de la educación pública y en la educación pública que, con afectos y pesares, buscan torcerle la mano a la realidad. Es bueno no olvidarlos.