Por: Shirley Young
¿Es posible pensar un modelo de Escuela que profundice su intervención a fin de elevar la calidad de sus logros educativos, concibiendo al alumno como ciudadano, como un ser que transita una escolaridad que continúa más allá de la educación básica?
En primer lugar, hacemos énfasis en la necesidad de centrar el problema en la concepción del alumno como ser que posee el derecho a una educación valiosa, para la real inserción en el mundo del trabajo y de la cultura. De allí, que, la intervención de la Escuela en su especificidad es fundamental para la habilitación de posibilidades. La mira no puede ni debe acotarse al egreso de 6to año escolar.
Nos referimos a educación valiosa para la inclusión social, en la más amplia de las acepciones, y en este sentido, el potencial de acceso a los bienes de la cultura, la participación ciudadana, y el mundo del trabajo son ejes sobre los cuales validamos la calidad educativa.
La Escuela, esa escuela de la que sin duda, nos llegan las instantáneas de nuestra pertenencia requiere cambios. Muchos aspectos que recuperamos en nuestra memoria, son valiosos, y, en muchos sentidos somos construidos por esas huellas que son amarras e instituyentes de ciudadanía. Pero las instituciones no son archivos inertes. La institución Escuela, es una actividad pública, necesaria, atenta y sujeta a la fuerza de las expectativas y problemas de la sociedad y el tiempo en el que está inserta.
Uno de los primeros problemas sobre los que hacemos eje es sobre el alcance alfabetizador de la Escuela.
La influencia educativa de la Escuela debe alcanzar a la comunidad. Los adultos y jóvenes deben tener la puerta abierta, no sólo para participar en actividades de la vida de las aulas donde concurren los niños, sino también para explorar sus propias necesidades educativas. Pensar a la Escuela como un centro de cultura es implicarse en este desafío. Los niños y adolescentes requieren también oportunidades de exploración de áreas expresivas y del mundo del trabajo para fortalecer la sensibilidad por el arte, por lo comunitario y por el mundo del esfuerzo y la colaboración en torno a objetivos comunes. En este sentido, la Escuela no puede ser pensada ya sólo para los niños, aunque ellos sean nuestro centro de intervención. Es más, por ser ellos el sujeto fundamental y razón de las instituciones, la escuela debe extender su mandato a los actores de influencia, desde una concepción democrática, liberadora e inclusora. Si bien la Escuela no puede abarcar todo, puede generar e intervenir para que las oportunidades sean posibles.
Surgen entonces algunas claves para pensar el cambio. No es posible pensar una respuesta única, un modelo único, sino que se requiere diversas experiencias de modelos enmarcadas en la participación en red con los actores e instituciones que intervienen en territorio y activar formas solidarias que sumen a favor de la comunidad aportando sentido y dirección efectiva a la labor educativa de todos. A esto le llamamos autonomía, y la autonomía no es, sino desde lo colectivo. La participación se vuelve un eje a interrogar desde la tensión de supuestos y concepciones con los datos de la realidad.
Ahora bien, en función de la diversidad de realidades, es importante destacar que el rol de contención y acompañamiento de procesos de la Escuela, no puede diluir su misión básica que es el enseñar. El tiempo pedagógico es vital para los alumnos, y su potenciación es fundamental. Si bien existen diversos modelos de escuelas de horario extendido, éstas son minoría y aplican modelos que aún deben ser evaluados para la mejora de su aplicación. Una escuela de 4 horas, con el formato de grupos divididos por su edad, con un maestro clase, es insuficiente e inadecuado. En las escuelas asisten alumnos que ingresan ya con la escritura y la lectura en proceso avanzado, existen también alumnos con importantes dificultades de aprendizaje que avanzan en diversos ritmos, existen también, los que, aún no “fracasando” en su trayectoria en la escuela, fracasan en los niveles siguientes. A esto F. Terigi lo nombra como el “fracaso de los que no fracasan” Se requieren diferentes intervenciones didáctico – pedagógicas. La repetición es un instrumento, hijo de este sistema graduado y escalonado, y debe ser debatida, como así también, debe ser debatida la lógica del grupo por edad con un maestro por grado.
En numerosas escuelas hoy, se flexibilizan grupos y se monitorean avances para la toma de decisiones en la administración de recursos docentes, así como se implementa y potencia el trabajo en duplas o equipos docentes de grado o nivel, se exploran aportes metodológicos diversos para intervenir con mayores logros. Aquellas escuelas que poseen Maestro de Apoyo, Maestro Comunitario, el Programa Tránsito Educativo, tienen recursos altamente valiosos que potencian el trabajo, en el marco de las políticas focalizadas del sistema. Estos maestros tienen en su haber una mirada de las trayectorias escolares, de las historias familiares y de la cultura con la que los alumnos han habitado el centro que significan aportes sustanciales en la elaboración colectiva situada, a la hora de construir cambios en el formato escolar en forma colectiva haciendo uso de la autonomía de centro.
La agenda del debate es compleja y muy amplia. Intentamos remarcar algunos aspectos pero sin duda también la integran y no son temas menores la formación docente, los roles jerárquicos, la supervisión, y seguramente, como en todo pienso no colectivizado, seguramente, se nos escapan otros.
Por eso, y en conocimiento de los esfuerzos de muchos docentes cada día en sus aulas, en los barrios, en las escuelas, en la conciencia de las miradas críticas y capacidad de aporte del magisterio, apostamos a la construcción de alternativas. Apostamos a una política educativa de experiencias nuevas y renovadoras del sistema. Consideramos que este tiempo nos convoca a debatir, a proponer, a experimentar, desde una postura profesional y responsable, junto a nuestra comunidad, a buscar nuevas rutas para construir una mejor educación pública de todos, que garantice igualdad y oportunidad, para los hijos de nuestro pueblo.