Por: Pablo Díaz
La ronda del mate bien podría seguir con esta pregunta que hay que arrimarla a este fogón artiguista para que la política de hechos consumados no la termine contestando afirmativamente.
¿Calificar mano de obra para el capitalista o formar para la alternativa
La demanda de cursos de capacitación en el Uruguay profundo es grande, los productores y asalariados rurales se anotan masivamente ante la oferta del sector privado que vende propuestas caras y de mala calidad; pero que la gente está pagando.
Los avances de la tecnología y la escasez de tierra están presionando a los productores familiares a una estrategia de “crecer hacia adentro”: agrandar los rodeos y majadas incorporando tecnología, no ampliando área como muchos hacían antes, cuando comprar y arrendar era más barato que mejorar los campos.
Cuando no muchas veces parte de la familia se emplea en empresas agropecuarias que también tienen un alto grado de aplicación de tecnologías y por tanto requieren mano de obra especializada. Eso valoriza sobremanera el acceso a espacios de capacitación y se está reflejando en la alta demanda de cursos de inseminación, “peón especializado”, “auxiliar veterinario”, etc., que viene recogiendo en todo el Uruguay ganadero el sector privado y que cuando empiece a funcionar la UTEC ¿quién será que ocupará ese espacio?…
Pero para no hacer más amargo el amargo, pensemos en algunas propuestas alternativas:
1- Re-establecer los puentes con el movimiento popular en general y con los sindicatos docentes en particular, cumpliendo la agenda del Congreso de Educación Julio Castro: autonomía y co-gobierno.
2- Pelear por revalorizar las 26 Escuelas Agrarias de UTU que cubren todo el territorio, aumentando los sueldos de los cursos de capacitación, promoviendo la actualización técnica de los docentes con INIA, SUL, Central Lanera, Plan Agropecuario, MGAP, UDELAR, etc.
3- Incorporar a los premios que otorga el Programa “Jóvenes Emprendedores” de UTU-CND, la entrega de fracciones de campo de las Escuelas Agrarias, de las Escuelas Rurales y del Instituto Nacional de Colonización, donde se lleven adelante experiencias testigo y de carácter educativo para las comunidades.
La formación de la clase trabajadora en el campo
Raúl Sendic se autodefinió a fines de los ‘80 como “luchador social” e insistía en aquello de crear “poder popular” sin lo cual no hay cambios estructurales hacia la “justicia social”. El 6 de diciembre de 1986 en el Franzini planteó abrir el “frente del Movimiento por la tierra que impulse mejoras para la población del campo”, “echando de menos” que los proyectos de reforma constitucional que habían en la mesa no tocaban “la propiedad abusiva de banqueros y latifundistas”. Un “proyecto de tipo social” incluiría “las 8 horas para el trabajador rural; la expropiación de todo exceso sobre las 2.500 há. a los latifundistas; la prohibición a extranjeros de tener campos en el país mayores de las 50 há.”.
Los asalariados de la ganadería que aún no tienen reglamentada la ley de 8 horas serían sujetos de la formación de la clase trabajadora, pero también los asalariados rurales de todos los sectores que residen en un 40% en localidades urbanas (MTSS, 2011).
Trabajadores Rurales y sujetos de esa formación serían también en la Cuchilla Grande, por ejemplo, la mayoría de los productores de terneros y lanares de las 30.000 há incluidas en el “Distrito Minero” del Proyecto Valentines (Aratirí/ ZF), ya que el 81% de sus predios son menores a 500 há (DICOSE,2011), donde no se busca retener con bajos sueldos a los asalariados rurales porque no contratan mano de obra sino que son las mismas familias propietarias y arrendatarias las que la aportan.
Las cadenas de la carne y la lana no van a solucionar toda la falta de fuentes de trabajo permanentes y de calidad que el país precisa, pero en su fase agraria tienen mayor participación de los productores familiares en las riquezas generadas que la soja y la forestación, además de mover frigoríficos, conservar un “saber hacer” productivo codiciado en el mundo y mantener familias en el territorio sin degradar el petróleo uruguayo: la tierra.
Las posibilidades de agregarle valor a los productos pecuarios del siglo XXI (en lanas finas, carnes magras, genética animal, etc.) no se contraponen a formas de explotación minera, agrícola o forestal que se realicen en una escala “uruguaya”, lo otro es “hambre para mañana”.
A propósito dijo Ernesto Agazzi: “Esa producción familiar es más eficiente que los megaemprendimientos, que ahora vienen porque les está sobrando plata, pero cuando les resulte más negocio ponerlos en el sistema financiero o invertir en petróleo, se van a ir”. Además opinó que van a los estados que tienen recursos naturales pero no tienen “políticas muy definidas”, por lo que “no son parte de un planteo sostenible” (La Diaria, 21/1/13).
La formación de la clase trabajadora en el campo permitiría disputarle el espacio al agronegocio, el que hoy en día se viene apropiando de los espacios formativos en campaña. El riesgo presente y futuro es que utilicen sus propios aportes tributarios para institucionalizar el “agronegocio educativo” desde la UTEC y seguramente con el respaldo de un Ministro hecho a su medida (seguro opositor a cualquier “estancia del pueblo”).