A modo de autocrítica. Algunas dudas y otras certezas

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Por: Alejandro Pacha Sánchez

Cuando uno se enfrenta a las imágenes televisadas donde se muestra el desalojo de una familia o se llenan las páginas de los diarios con fotos de escudos de la policía, junto a las denuncias de abuso policial sumado a las declaraciones de los compañeros que salen de pegatina y pasan una noche en la comisaria… Mil preguntas se amontonan en la cabeza mientras se traga saliva.

En ese momento aparecen las certezas e inmediatamente después, las dudas: pero… ¿será verdad que estamos casi igual que en la dictadura?… ¿Estamos ante una escalada represiva? y… ¡teniendo un gobierno de Izquierda! ¿Será de Izquierda?

Vuelven a aparecer las dudas, la desconfianza entre los compañeros… ¿es verdad lo que dice la tele?, ¿es verdad lo que dice el Bicho? ¿Es verdad que se está investigando? ¿Es verdad lo que denuncian los compañeros sobre los abusos? Así vamos construyendo certezas, solidificando distintas ideas sobre la duda.

La duda ha sido una estrategia muy utilizada por la derecha… se duda de los datos sobre pobreza, se duda sobre los aumentos salariales y ahora sobre el proyecto de legalización de la marihuana, transformando al Pepe en accionista de Soros y ¡amigo de Rockefeller!

La derecha juega en toda la cancha, intenta ganar espacios y dividir a sus enemigos. Para eso, utiliza todos sus recursos. Conoce sus debilidades: en lo electoral no lo logra, en el campo popular tampoco, ¡pero tiene a la Justicia! Un fiscal reaccionario solicita penalizar la protesta con figuras jurídicas que desde la dictadura no se utilizaban y así, cumple con su objetivo: introduce la duda dentro de la izquierda ¿Será esto avalado por el MEC?, ¿es orden del Pepe Mujica?, o ¿de el Bicho?

En este escenario también se juega por izquierda… así la izquierda ya no es izquierda, hoy es derecha y peleamos por ver quién es más de izquierda. Aparecen los rótulos: traidores, vendidos, represores, etc. Y de esta manera se nos posiciona increíblemente, en un abrir y cerrar de ojos, como enemigos.

Los medios afines a la “izquierda” se suman entablando una lógica poco leal con todos aquellos que, con discrepancias, entendemos estratégica la unidad de la izquierda. Unidad sin linealidad, sin máximas que ignoran los procesos ni los contextos y lo que es peor, las correlaciones de fuerzas.

Se nos pega por derecha y también por izquierda, en temas como la educación, la seguridad, la economía. Se unen y refuerzan los discursos ignorando los avances y las dificultades que tienen ocho años de gobiernos en el marco de una alianza de izquierda y progresista.

A la interna, parece que no advertimos la actual coyuntura. Nos dividimos y subdividimos. Abrimos debates en contra y a favor de la defensa de la “nueva agenda de derechos”. La contraponemos a la lucha de clases, por ser agenda del imperio y, a su vez, a aquellos compañeros que siguen peleando por ella, los etiquetamos de reaccionarios.

El problema radica en que seguimos esquivando la verdadera discusión que nos debemos como izquierda: ¿cuál será el modelo de desarrollo de nuestro país? ¿Cuáles son los derechos sociales, económicos y políticos que todavía nos faltan? ¿Cuál será nuestra matriz productiva? ¿Cómo implementamos una mayor redistribución de la riqueza? Organizamos debates “abiertos” en donde conformamos mesas que hablan solo compañeros afines a nuestros planteos, cerrándole así las puertas a las posturas de diferentes compañeros de izquierda.

No podemos construir a partir de la división sin aceptar nuestras diferencias. No puede quedar nadie afuera de los debates necesarios para consolidar y profundizar el proyecto político que solo el Frente Amplio es capaz de implementar.

¡Esto se ha convertido en una guerra de golpes bajos de la izquierda a la izquierda! Es mucho más que eso, es guerra de pueblo contra pueblo, de pobres contra pobres.

Porque el problema no es cada caso en concreto, sino que hay una campaña montada en la cual se intenta deslegitimar nuestra herramienta política, nuestra propuesta política, que es la posibilidad de construir soluciones a los problemas reales de nuestro pueblo.

Lo más triste es que esta campaña es por política, no por la que va con mayúscula, sino de la chiquita, sectaria y demagógica, que no busca soluciones, sino que lucha contra el que, a su entender, lucha mal, que busca diferenciarse, que se esfuerza en destruir… ¡y no se gasta en construir una opción verdaderamente alternativa!

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