Por: Ricardo Pose
A “primer golpe de vista” y según se fije la vista sobre los detalles del dibujo, unos apreciarán el rostro de una muchacha y otros el de una anciana.
Descubriendo esos detalles, en breve tiempo se podrán divisar las dos imágenes que conviven en un solo dibujo.
Sin embargo, a nivel del pensamiento, en esta dualidad que presentan algunos fenómenos de la realidad encontraremos fanáticos que solo verán la moza, los que solo verán la vieja, los que verán a una y a otra pero reconocerán públicamente la existencia de una sola, y, los más “ladinos” que reconociendo la existencia de ambas, “guiñarán” a uno y otro bando.Sin llegar a realizar una apología de la Relatividad y andarse por la vida mostrando la burlona lengua de Einstein (por que de pregonar que todo es Relativo se puede caer en la estéril postura del abstencionismo), diremos que en los últimos debates serios sobre la “La Agenda de Derechos”, pocos recordaron al maestro chino cuando filosofaba sobre la universalidad de la contradicción, la particularidad de la contradicción, la contradicción principal y el aspecto principal de la contradicción, la identidad y la lucha entre los aspectos de la contradicción, y el papel del antagonismo en la contradicción.
Y siendo también orientales, que no chinos, “florecieron” en el seno de la izquierda “las contradicciones en el seno del pueblo.”
Batallas flatulentas de ácido butírico
De lunes a sábado el 306 de las 6 de la mañana sale repleto de trabajadores, y sobre todo trabajadoras, del popular barrio Casabó, rumbo a Carrasco. Esta mañana llueve intensamente por lo que no hay una sola ventanilla abierta a pesar de que el ómnibus lleva el doble de pasajeros de su capacidad. Es cuando, “fuenteovejunamente” alguien se lanza, no logrando retener, un gas nefrítico con un fuerte componente de ácido butírico, ese ácido que da un olor a mantequilla rancia y que es casi un delito en esa situación. Todos inmediatamente se miran con desconfianza y adjudican culpas levantando cejas, y lógicamente, nadie se hace cargo de tal “accidente”.
La llamada “agenda de derechos” (no se bien a qué nuevo idioma sui generis pertenece pero es el mismo que cambió cantegril por asentamiento, barrios pobres por contexto crítico, “los del carrito” por hurgadores), o sea las cuestiones de género, diversidad sexual, étnicas, el aborto, los menores infractores y la drogadicción eran (y aún son) para una parte de la izquierda como el “suceso” en el 306.
Duro/as y curtido/as militantes del movimiento obrero o estudiantil, guerrilleros de aparato o combatiente entre la masa, no tenían entre sus prioridades la situación de estas huestes “sedientas también de emancipación” y por más que algunos de ellos provocaran fueran de fronteras hechos políticos de la misma significación (Panteras Negras en EEUU y las multitudinarias marchas por los derechos civiles, las mujeres que tomaron la posta de las luchas de aquellas obreras textiles asesinadas un 8 de marzo, etc) no ocuparon un rol determinante en el orden del día de ningún congreso ni convención, durante décadas (¿qué tan abarcativa era la Patria Para Todos?).
Es cierto que a pesar del avance actual de la extrema derecha en Europa, la derecha no se presenta tan reaccionaria como antes y muchos de sus connotados dirigentes, sutilmente tan escatólogos como antes, dan señales de tolerancia y se enfrentan aún a los sectores más conservadores que todavía no han asimilado las bondades de “la explotación capitalista en un clima de happy end”.
También hay que reconocer por más que les disguste a los navegantes de aguas para el molino en pro del socialismo, que la capacidad de movilización de estos sectores, muchos de ellos dirigentes de organizaciones sociales y sindicales, han superado las clásicas movilizaciones populares. Las barras del parlamento, vacías o con escasa presencia al igual que los alrededores del palacio legislativo durante la discusión de la ley de caducidad, algunas leyes claramente en defensa de los derechos de los trabajadores, las empeladas domésticas, asalariados rurales, rendición de cuentas contrastando con la importante presencia en las barras durante la votación de la ley de matrimonio igualitario, regulación del cannabis etc. Es una batalla flatulenta, nefrítica, discutir por lo que consiguen movilizar unos, cuando los otros no lo logran como antes o generando los impactos de antes, salvo las multitudinarias movilizaciones del SUNCA.
Desde el campo global de la lucha popular, quienes pretendan negar la jerarquización del reconocimiento de estos derechos, estarán más cerca de “lamerse el codo” que de acumular para el socialismo, pero quienes solo enfoquen su actividad en la exclusiva reivindicación de estos derechos de las minorías llegarán a un callejón sin salida, tan peligroso como quedar en una isla desierta solamente habitada por Canessa, Parrado y compañía.
Que hay homosexuales ricos y homosexuales pobres (y así podríamos decir afrodescendientes, mujeres, menores, discapacitados, etc.) no parece un hallazgo intelectual profundo y menos un “pecadillo de verano” a la lógica de la izquierda clásica, pues el mismísimo Frente Amplio no solo está integrado por pobres y opulentos, sino que en su seno también están representados los intereses de clases en las que se distribuyen esos sectores.
Y que estas plataformas de derechos llegan “en ancas” de la socialdemocracia yanquee y europea es “olfatear” una parte de las nuevas corrientes de pensamiento que en su momento edificaron el “Estado Social” y su más justa distribución del ingreso, modelo de tanto recibo en buena parte de las administraciones progresistas de la América Latina del siglo XXI.
Por otro lado, tampoco parece inteligente por más creativa que sean algunas campañas de movilización de algunos de estos grupos, realizar manifestaciones que más parecen destinadas a “infartar viejitas de misas” que a generar concientización.
Hay que dar a lo diferente el lugar de interrelación que le corresponde pero no imponerlo hasta la ofensa
Quizás más importante que una crítica constructiva a esas extralimitaciones de algunas de estas expresiones, nos preocupa volver a debatir la concepción de la individualidad sobre lo colectivo. Para quienes apostamos a una sociedad “colmenar”, la defensa de los derechos individuales tiene que ver con su protección de las arbitrariedades del terrorismo del Estado, combatimos el paroxismo del individualismo, terreno fértil del consumismo (por eso hace agua aun el planteo de regulación del cannabis en el seno de la sociedad uruguaya porque sus propios impulsores han dado señales que parecen propiciar el derecho individual al consumo de marihuana sobre el de regulación para combatir el narcotráfico en aras del desarrollo colectivo).
Esa discusión no es nueva y en términos históricos fue una de las discusiones filosóficas más fermentales entre ácratas y comunistas.
La izquierda que hoy cuenta con mayorías muy relativas para producir y ordenar los textos jurídicos, se encuentra en esa disyuntiva sobre cómo armonizar los derechos individuales, por suerte hoy con una contundente capacidad de movilización, y los derechos de las mayorías (internación compulsiva, regulación cannabis, etc.). Sin dejar de mencionar que contar con la relativa mayoría parlamentaria no incluye contar con el consenso y supremacía social en el campo de las ideas.
Una vez más, las euforias de los grupos que logran imponer sus justas reivindicaciones por constancia y movilización, no siempre construyen bases de una hegemonía distinta, alternativa a la actual dominante del capitalismo.
Por supuesto que para quienes aspiramos a transformar la sociedad la contradicción principal sigue siendo Imperio–Nación para superar luego la contradicción Capital–Trabajo y como viene la mano, lo hago desde mi condición de hetero, casi caucásico, y “dribleador” de varias alienaciones asociadas al consumo.
En todo caso, hay una trinchera común para seguir cavando donde la consigna “eliminar la explotación del hombre por el hombre” lucha con el concepto de hombre en todas sus diversidades.