Por: Ismael Castagnet
El Frente Amplio está pasando por un momento conmovedor. Luego de casi dos períodos de gobierno a nivel nacional se pueden encontrar distintas sensaciones a nivel de militantes, votantes y población en general. Desde satisfacción, comprensión y defensa cuasi ciega (en el sentido de no permitirse el sano ejercicio de la crítica y reflexión) de políticas y acciones del gobierno y la fuerza política hasta todo lo contrario.
En estos más de 40 años de vida hemos pasado por el nacimiento en un Uruguay previo a la dictadura cívico-militar, la resistencia en la clandestinidad y el exilio, la vuelta a la democracia proscriptos, la caída del muro de Berlín, el acceso al gobierno de Montevideo, fracasos a nivel nacional y finalmente el éxito y la permanencia en el gobierno. Todo ello ha dejado huellas de las cuales no se puede ni se debe renegar y de las que tenemos que saber aprender para poder mirar hacia el futuro.No quiero hacer un análisis de coyuntura típico, de eso se encargarán otros compañeros que seguramente lo sabrán hacer mejor. Simplemente quiero plantear algunas cosas que me vienen preocupando desde hace un tiempo y tienen que ver directamente con el futuro de nuestro querido Frente Amplio.
Sinceramente creo que el Frente Amplio está claramente dividido, con una mitad que se siente izquierdista y revolucionaria (al menos en el discurso) y la otra que se siente socialdemócrata en el mejor de los casos. Digámoslo claramente, el Frente Amplio se está centro-derechizando. Hace unos años el sentir general era el de ser claramente de izquierda. Ahora se habla de progresismo que apenas pule las aristas más peligrosas del mundo capitalista en el que (según esta cabeza progresista) tenemos que resignarnos a vivir.
No soy muy optimista respecto de que esta división vaya a cambiar, más bien creo lo contrario. Las diferencias se agudizarán en el correr del tiempo (si no hacemos nada para evitarlo) por factores internos y externos.
¿Al Frente Amplio le duele el amor?
Dentro de los factores internos están la falta de compañerismo en el debate y las diferencias, y el perfil de las nuevas generaciones de frenteamplistas. El Frente Amplio nació con militantes políticos y sociales de muy diversos signos que hizo de tripas corazón para enfrentar la ola fascista que se venía sobre nuestro país y Latinoamérica toda. La misma resistencia a la dictadura logró un espíritu de compañerismo, solidaridad y unidad que eran indispensables en tiempos en que lo único que se podía hacer era sobrevivir y salir lo más sano posible. Es así que a pesar de las diferencias ideológicas (y hasta personales, porque no puedo concebir que tengamos decenas de vertientes ideológicas como habría que pensar cuando vemos que hay otro tanto de grupos en nuestra coalición) hay un “no se qué” que instintivamente nos lleva a estar unidos para ser más fuertes. Está en el ADN frenteamplista.
Pues ese “no se qué” que viene de la generación de mis padres y que mi generación mamó desde niño ya es más difícil (tal vez imposible) de transmitir a las nuevas generaciones. Es muy simple: no lo vivieron. Yo tenía 10 años cuando volvió la “democracia” y mis padres me llevaban a marchas, asambleas en gremios y comités y todo tipo de actividades militantes. No tengo muchos recuerdos de la dictadura: penuria económica por ser mi padre destituido (era letra C), a mis padres sintonizando una radio con una gran antena para escuchar noticias desde el extranjero, la campaña del NO, caceroleadas a escondidas en la terraza mientras pasaban las chanchitas con milicos para asustar y alguna cosa más. Pero lo recuerdo y no lo olvidaré mientras viva. Es imposible que pueda transmitirle a mis hijos esas sensaciones, esas emociones, por más esfuerzo que haga.
Es por eso que veo muy difícil mantener la “unidad dentro de la diversidad” por mucho tiempo más. Las diferencias ideológicas se irán saldando cada vez menos fraternalmente (ya está ocurriendo, por cierto).
Por otro lado también veo que gran parte de compañeros frenteamplistas están mandando a sus hijos y nietos a estudiar a colegios y universidades privadas. Yo mismo me estoy cuestionando hacerlo cuando mis hijos lleguen al liceo. ¿Qué debo hacer? Pensar en brindarles una educación con muy buenas herramientas (el presupuesto seguro que no nos da para llegar a la educación de excelencia) que incluye aprendizaje de idiomas, educación física, artística, etc; o debo pensar en no favorecerlo adrede y que vaya a un liceo público a pelearla con el común de sus congéneres?
Compleja decisión, ¿no? Muchos padres con largas jornadas laborales hacen cuentas y ven que pagar por educación privada que ya trae varios extras sale un poco más que mandar a los hijos a educación pública y pagar los extras por separado. Además de la logística familiar, que se simplifica enormemente si los gurises están todo el día en un colegio y se hacen cargo de ellos.
¿Por qué hablo de esto? Porque estas generaciones de hijos de militantes estudiando en colegios privados evidentemente no va a tener las experiencias de militancia estudiantil, marchas, paros y ocupaciones que también forman parte de la cultura militante frenteamplista. Con suerte algunos militarán en algún centro de estudiantes universitario. Me pasó hace muchos años ya, estar en la dirección de un centro de estudiantes y tener compañeros allí muy queridos y solidarios que se acercaban al gremio con las mejores intenciones, pero que no tenían ni las básicas de lo que era la vida de un gremio por provenir de educación privada. En un momento que habían ocupaciones en secundaria con otros compañeros organizamos una visita a un liceo ocupado y fue increíble cómo sirvió para que estos compañeros que venían de la enseñanza privada rompieran prejuicios que tenían con los estudiantes de secundaria. A partir de ahí se organizó una campaña de apoyo a los liceos ocupados y nuestro centro de estudiantes dio un salto cualitativo a nivel de militantes.
Esto hace que lleguemos a tener técnicos frenteamplistas muy calificados (porque pudieron acceder a una buena educación) pero con grandes carencias en todo lo que hace a la movilización, al debate (duro pero fraterno), al sentir unitario y un sinfín de etcéteras.
Que no se entienda esto como una crítica despiadada a los compañeros que mandan a sus hijos a educación privada. Yo mismo me lo estoy cuestionando, por suerte tengo varios años por delante para tomar esa decisión. Por lo pronto está decidido que mis hijos van a hacer la escuela pública.
¿Cómo afilamos la espuela?
Esta nueva generación de militantes frenteamplistas ya está ocupando sus puestos y los tomarán cada vez más en el futuro. En base a lo que escribí en los párrafos anteriores creo que las nuevas generaciones llevarán al Frente Amplio cada vez más hacia posiciones de centro-derecha (hasta ahora nombré sólo un par de factores internos, también están los externos como por ejemplo el trasiego de técnicos con formación netamente de derecha que al ver que el Frente Amplio seguirá gobernando tienen más chance de incidir en la política uniéndose a sus cuadros técnicos, algo que desde la oposición ya está ocurriendo).
Ante este panorama debemos encontrarle una solución si queremos que el Frente Amplio mantenga sus principios anti-imperialistas y revolucionarios. Se me ocurren algunas, como talleres de formación militante, ciclos de charlas a cargo de compañeros con vasta experiencia social y política, actividades conjuntas entre distintos grupos políticos para volver a tejer lazos de compañerismo y unidad, encontrar causas que nos vean nuevamente codo con codo como supimos hacerlo tantas veces.
No tengo la varita mágica de las soluciones, simplemente quería poner este tema sobre la mesa para (en la medida de que otros compañeros compartan esta preocupación) encontrarle una solución entre todos.
Te lo dice un uruguayo, te lo dice un amigo.