Por: Pablo Caggiani
Escribimos desde la certeza que es importante decir una parte de lo que está pasando, es importante no por quien lo dice, sino porque otros se empeñan en ocultar estas visiones. No configura ni por asomo tesis sobre la etapa o la coyuntura. Más bien compartimos una serie de reflexiones que tienen muy poco grado de formalización.
El vecindario
El comienzo del SXXI es, en la mayoría de América Latina, el escenario de luchas que perecen recientes, pero que vienen desde muy antes. El desarrollo de la región presenta características particulares que pueden significar cambios importantes Son varios los países que apuestan a la conformación de una patria grande que tenga como centro de la vida pública el ser humano. Este proceso no es lineal, simultáneo, ni exento de contradicciones, propias y ajenas. Pero lo más importante es que acontece.
Son millones los latinoamericanos que han accedido a un trabajo, alimentación, vivienda, salud, etc., ejercicio de derechos que eran impensables hace unos años.
Las fuerzas de los cambios son las que el desarrollo de la lucha ha posibilitado en cada país, pero existen una serie de elementos que hacen pensar que estos procesos son superadores de algunos que se desarrollaron durante el SXX.
Resulta claro que para el caso de América Latina, el acceso al gobierno junto al desarrollo de fuerzas populares de masas con un fuerte componente de clase, es lo que posibilita la mejora en las condiciones de vida de los sectores subalternos.
Esto no configura per se un cambio en la relación social que sostiene la producción, pero configura un avance significativo en la construcción de una relación de fuerzas en la cual los olvidados de la tierra son sujeto en condiciones de construir nuevas sociedades.
Estos procesos no se dan a espaldas de las particularidades de cada uno de los países en los que se desarrollan, la historia de las luchas, las derrotas y todo aquello que construye un sujeto colectivo que llamamos pueblo es parte de la cuestión.
Las preocupaciones de los sectores dominantes
Este movimiento es acompañado por una reacción, de derecha política y económica, que se vale de todos los medios, herramientas y métodos posibles para detener este proceso.
La Nueva Derecha en América Latina realiza una serie de planteos para detener estos procesos, y suma además, la utilización de planteos que no le son propios pero si le son funcionales. Los objetivos perseguidos son: a- frenar el desarrollo de las economías de la región, b- impedir por cualquier medio la incorporación de valor agregado en origen, c- reforzar el discurso hegemónico sobre la política, la economía y la sociedad y d- dar organicidad a cualquier descontento posible.
En el fondo de lo que se trata es de que iniciativas de izquierda, no logren mejorar condiciones de vida de la mayoría de la población, en especial en aquellos lugares donde están asociadas a un planteo serio de cambio profundo de la sociedad, es decir aquellos donde se pone en cuestión el capitalismo.
Nuestros problemas
Estos procesos enfrentan fuertes contradicciones ya que se desarrollan dentro de un capitalismo dependiente y concentrador, de fuerte matriz primaria de sus economías y con fuerzas populares con desarrollos dispares, tanto en organización como en programa.
Uno de los problemas que se deben enfrentar en este contexto es el que refiere al desarrollo con distribución de riqueza. Esto implica reconocer que existe una diferencia entre distribuir el ingreso y distribuir aquellos bienes que configuran la riqueza de un país.
Distribuir riqueza implica intervenir en la producción de valor, la tierra, la infraestructura, las fábricas, el pienso, son lugares donde se puede repartir las formas de producir valor.
Es posible plantearse que esto es un problema desde el momento en que concebimos que la producción de riqueza de una sociedad determinada tiene que ver con el trabajo que realizan los hombres en relación con la naturaleza en ese lugar en particular en ese momento también particular.
Es necesario distribuir riqueza porque eso produce una sociedad mas justa y por tanto es bueno, los que vivimos de este lado del mundo tenemos claro que las sociedades injustas producen fundamentalmente problemas para los que vivimos de nuestro trabajo.
Los problemas de la exclusión
Esta experiencia no se desarrolla en los libros, en la teoría, sino que acontece en la realidad real. En este momento hay Consejos de salarios, hay disputa con el capital por el valor del trabajo, las condiciones en las que se desarrolla, el derrotero de la vida de la gente, entre otros temas.
Esto es posible si y solo si el Frente Amplio es gobierno, pero esta condición no es suficiente para que las condiciones de vida de las grandes mayorías mejoren. Esto no nos protege de la exclusión que instalaron los tradicionales conservadores durante décadas. Para los liberal conservadores, ahora renovados, se tolera un 20% de desocupación o salarios mínimos de menos de 4000 pesos. Eso produce una sociedad partida, entre los que pueden acceder a la luz eléctrica y quienes se tienen que colgar. Produce una sociedad con derecho a la propiedad y otra sospechosa de apropiarse de ella. Todos los derechos son pasados a bienes transables y la gran mayoría queda fuera del ejercicio de ellos. Parar la olla, acceder a un techo, salud, educación, cultura, etc etc, pasan a ser bienes de difícil acceso. No es teoría, es lo que nos dejaron luego de los 90′ aquellos que hoy se rasgan las vestiduras por no se sabe que cosas, que tienen que ver con la protección a los que viven del trabajo ajeno.
La posibilidad de acceder al gobierno por parte de organizaciones políticas sensibles a la mejora de la calidad de vida de las grandes mayorías es una parte del camino de salir de la exclusión, pero no es la solución ni mucho menos garantiza no volver a la ruptura de lazos planteada por las derechas vernáculas (viejas y nuevas derechas).
Lo nuevo surge en el seno del viejo
El esquema en el cual un propietario del capital se apropia del fruto del trabajo de los obreros surgió varios siglos antes de la caída del Antiguo Régimen. Surgió en el seno del mismo. A este surgimiento se sumaron los primeros pensadores que dieron cuenta de la necesidad de pensar la sociedad no como la suma de individuos y sus intereses, sino como construcción colectiva de hombres y mujeres por una buena vida.
El antiguo régimen surge en el seno de una forma de producir previa en la cual existía abiertamente la esclavitud.
Es posible y atrevidamente deseable, pensarnos como aquello que surge en el seno de esta sociedad pero que lleva en su germen una promesa de futuro.
Esto es producto de las posibilidades que tenemos de pensarnos desde nuestras realidades concretas como partes relevantes de un futuro donde quepamos todos. Ni más ni menos. Un espacio y un tiempo donde acceder a la comida, a los servicios, a la educación, al trabajo, a la vivienda, configura el ejercicio de un derecho de los habitantes de este país y no una dádiva o posibilidad de consumo.
Socialismo del SXXI
No sabemos si ese futuro se llama socialismo o como se llama. Sabemos que tiene como razón fundante y articuladora la igualdad de los hombres y mujeres. Una igualdad que exige según capacidades y distribuye según necesidades. Podemos llamarle como mejor nos plazca, podemos no llamarle socialismo. Hay algunos aspectos que aparecen como determinantes, contornos y texturas de este Uruguay.
Debemos seguir reconstruyendo un lugar de lo público que sea para las grandes mayorías. Es decir instrumentos, empresas, programas públicos, que tengan por centro el ser humano y no los intereses de las empresas.
Es con lucha…
No es posible situarnos en este lugar sino es con la lucha organizada, fuerte, pertinente y paciente de quienes viven de su trabajo. Esto parece estar señalando un signo que los trabajadores conocen. No se conquista nada si no es con organización, lucha, conducción. Tampoco existen conquistas que reviertan el sentido común construido desde 200 años de pensamiento hegemónico con improvisación, medias verdades y ausencia de proyecto.
Los proyectos de cambio se sustentan en pueblo organizado, en elecciones, en movilización, en capacidad de propuesta y en el desarrollo de actividades de amplio apoyo popular en pos de continuar cambiando, continuar afianzando los intereses de los que no tienen voz.
Los atajos suelen ser engañosos, contraproducentes y funcionales a los intereses de quienes quieren sostener sus privilegios.
En este contexto la unidad de los trabajadores y sus expresiones organizadas pasa a ser cuestión de vida, solo es posible cambiar si existen expresiones organizadas que nos contemplen a todos, que contemplen nuestras diferencias pero que potencien nuestros intereses, en un campo de batalla donde no hay posibilidades de presentarse con debilidad.
Parece ser necesario señalar que esta lucha debe de tener un profundo carácter democrático, la organización de los sin voz debe ser verdaderamente democrática, donde naides es más que naides, so pena de no ser construida como necesidad colectiva, por lo tanto pasar a ser un elemento asilado de la realidad de la gente y probablemente funcional al mantenimiento del satus quo.
La batalla de todos los días
Lo cotidiano viene siendo tremendamente relevante en este asunto, aquello de decir haciendo y hacer con otros, pasa a ser clave en un mundo que construye por todos los medios lo contrario.
Poner nuestras vidas en situación de construir no es una acción que se realice sin contradicciones, vivimos en una sociedad que promueve el lucro y el bienestar individual como axioma. La batalla cotidiana es que esas tensiones desemboquen en un accionar posiblemente humano y colectivo, por tanto que incorpore las tensiones a las que el mercado somete a los seres humanos cotidianamente. Este es el primer desafío, que es tan primario como parar la olla y cubrirse del frío. Son acciones que tienen que ver con la supervivencia de la especie humana. Tan importantes como aquellas que se develan relevantes en lo macro.
A modo de cierre
Estas líneas no pretenden ser más que una crónica de los encuentros con otros que comparten estas preocupaciones, un fuelle para el fuego de pienso y de propuesta que este dispuesto a pensarse en este hoy tan particular. Esperamos que sirva para eso y para amucharse en torno a causas justas y comunes.