Por: Gerardo Nuñez Fallabrino
La izquierda uruguaya tiene importantes desafíos que puede y debe enfrentar. El hecho de haber conquistado el gobierno en octubre del 2004, abre, en definitiva, una nueva etapa en la acumulación de fuerzas de la lucha social, aspecto que se torna sustancial para el avance democrático y la profundización programática. Pero al mismo tiempo supone la apertura de nuevos desafíos que merecen un abordaje serio, metódico, sin esquematismos reductores pero al mismo tiempo sin renunciamientos a la génesis de la fuerza política.
El Frente Amplio se forjó como una fuerza política cuestionadora del sistema dominante, surgió como negación de ese sistema contando con un programa de trasformaciones profundas que resultó de la elaboración colectiva de las fuerzas sociales promotoras del cambio. Estos elementos no pueden verse desflecados ni centrifugados, ni tampoco pueden distorsionarse o acomodarse a lo que hay, todo lo contrario. A la realidad se la transforma críticamente o se la reproduce casi que sin chistar.Para que efectivamente se pueda desarrollar un cambio en la realidad con sentido popular y democrático se tiene que reafirmar la esencia frenteamplista, su vocación de cambio y su rebeldía frente a lo impuesto.
Evidentemente que esto no surge por la mera invocación. Su carácter se tiene que robustecer todos los días en la lucha cotidiana, en las acciones de la fuerza política, del gobierno y del movimiento popular en su conjunto. No solo alcanzan los encendidos discursos, hay que militar y salir a luchar. Sin ello no es posible pensar en la construcción de la ofensiva popular y de la perspectiva revolucionaria que son aspectos medulares de los desafíos de la izquierda.
Sin ofensiva popular está claro que el panorama es de retroceso y seguramente de restauración neoliberal, y sin perspectiva revolucionaria no solo no se atiende a una necesidad histórica-universal, sino que además el proyecto político corre riesgos de ahogarse en el inmediatismo y de transformarse en un agente reproductor del sistema, del statu quo. Pero también se corre el riesgo de no lograr dilucidar con claridad los avances de los gobiernos de izquierda, de perder la memoria cayendo en análisis mecanicistas que conducen a pensar que los gobiernos de la derecha y los frenteamplistas son lo mismo. Esto sería una victoria del neoliberalismo y de su estrategia de dominación, además de ser un error histórico de dimensiones mayúsculas que promueve la desmovilización y la dispersión del campo popular. Justamente por esto último sería una victoria de la derecha.
La claridad con la que se asuma la construcción de un horizonte superador del actual estado de cosas, es sustancial. En este sentido, la Teoría de la Revolución uruguaya es por su vigencia y claridad -sumándose la viabilidad práctica de sus principales postulados- uno de los aportes más significativos para la izquierda tanto de nuestro país como para la de América Latina.
Así, la Democracia Avanzada, como categoría, se inscribe como nueva etapa que supone complejos procesos por los cuales transitar hacia la liberación nacional y el Socialismo.
Entonces ¿Cuáles serían los contenidos programáticos de la etapa? En términos generales, parte de sus contenidos son la democratización del Estado y la transferencia de poder; el cambio de la matriz productiva y un nuevo modelo económico; la reforma constitucional; la construcción de la memoria histórica, de la verdad y la justicia y la construcción de un proyecto educativo liberador. Planteos todos ellos que promueven no solamente cambios a nivel estructural, también son, por eso mismo, cambios de la subjetividad, acercándonos lo más posible a la construcción humanizante de lo que deshumaniza el capitalismo de manera sistemática.
Los contenidos programáticos a los que se hacía referencia implicarán indefectiblemente quiebres y rupturas de los eslabones institucionales que sujetan a la ideología y a la cultura dominante.
Es preciso remarcar que en esta lucha es de cardinal importancia visualizar que la democratización de la sociedad abarca y comprende todos sus niveles. No solamente es en términos políticos en un sentido particular, además debe ser en términos económicos, globales. Por ello la Democracia Avanzada deberá ser necesariamente la apertura de una nueva etapa cuya realización programática suponga un importante cambio en la política económica.
Si desde la izquierda somos capaces de ir desarrollando esta perspectiva revolucionaria significará entonces la apertura de una nueva etapa que irá de-construyendo el viejo modo de producción e irá colocándose como fase previa y en tránsito al Socialismo.
Lo señalado anteriormente no solo es necesario, es además posible de realizar en nuestro país. Este tránsito de una etapa a otra es posible si logramos un mayor fortalecimiento del movimiento popular logrando un salto en calidad y cantidad del grado de organización y conciencia del movimiento para que efectivamente pueda no solo sostener los avances, sino también convertirse en el conductor de los procesos de cambios, siendo además el motor dinamizador de esos cambios.
La izquierda uruguaya tiene la enorme posibilidad de cambiar en serio el Uruguay y al mismo tiempo tiene la responsabilidad de no convertirse en una cáscara vacía, la responsabilidad de no transformarse en un partido más de opinión que solo se dedique a la mera administración del Estado.
Los trabajadores de nuestro país, junto a otros importantes sectores populares, día a día nos marcan un camino. Es el camino de la lucha, de la movilización, de la propuesta, de la solidaridad y de la ofensiva popular como forma de enfrentar los intentos restauradores de la derecha y del imperialismo. Este debe ser el camino de la izquierda en su conjunto