Por: Andrés Berterreche
Estamos llegando a la recta final del segundo gobierno del Frente Amplio. Es tiempo de balances y de construcción de una estrategia y de tácticas que lleven adelante la misma. Cuando el Frente llegó al gobierno estábamos ante una situación de virtual destrucción del aparato productivo y de un Estado devastado. En ese momento y ante semejante escenario fue tremendamente acertado plantearse la refundación nacional.
La obligación de la etapa era desarrollar las fuerzas productivas y sanear y fortalecer el Estado, volviéndole a dotar de sus funciones. Esto permitiría mejorar las condiciones de vida de nuestros compatriotas, establecer las bases para el desarrollo y la reconstrucción del Estado para contraponerse a las políticas de 30 años de liberalismo, y con ello una reconstrucción de la soberanía nacional y una primera respuesta a décadas de ofensiva imperialista.
Todo esto era necesario, casi urgente, y se hizo. Pero no podemos quedarnos eternamente en esta etapa. Si la consigna es la liberación nacional y el socialismo hay que seguir avanzando en ese sentido.
Ahora bien, antes que nada deberemos definir bien liberación nacional y sobre todo socialismo. En el primer caso está claro nuestra posición antimperialista. Esta debe ser una estrategia permanente. Hoy la liberación nacional implica además la construcción de un Estado fuerte y soberano. Contra la acción liberal de debilitamiento del Estado se debe responder con el fortalecimiento del mismo, avanzando en los espacios de carácter estratégico pero también en sectores económicos que se crea oportuno, al menos, poner la referencia del Estado contra los desvíos del mercado.
Si liberación nacional es la antítesis de imperialismo debemos reforzar las políticas de bloques de los similares, priorizando las políticas de consolidación de los bloques primero regionales, y luego continentales en la concepción latinoamericana de la misma. Más y mejor Mercosur con ampliación al resto de los países de América Latina. Hay que aprovechar las coincidencias ideológicas que actualmente existen, como una coyuntura particularmente favorable para la unión de los pueblos de América Latina. Pero aún si no lo fueran, si esas coincidencias ideológicas no se dieran de igual manera, por la propia definición antihegemónica se debe tender a la construcción continental de un bloque.
En cuanto a la definición de socialismo, se vuelve más complejo en la actualidad. Durante algo más de 70 años tuvimos a la Unión Soviética como modelo. Para apoyar o para criticar, pero había una experiencia visible. Hoy no hay modelos. Hay que construirlos, y eso complejiza más porque el objetivo final no está allí, visible, para decir vamos hacia allí o hay que modificar tal o cual cosa. Hoy hay que crearlo desde el pie. Personalmente tengo la impresión que falta bastante más de estudio e investigación, de sistematización de las experiencias derrotadas, de los cambios en las relaciones de producción, de la captación de los excedentes generados por el conjunto de la sociedad, del rol de la ciencia y la tecnología. Para saber hacia dónde la puntería primero debemos de tener una nueva mira.
Pero no se puede tener la conceptualización teórica terminada para ahí ponernos a diseñar estrategias y tácticas. Hay que ir creando teoría en el camino, en el hacer de nuestra acción política cotidiana. Esto llevaría a pensar que vamos a pasar por un proceso transicional, donde en coexistencia con el sistema actual se deberá ir modificando hasta llegar a una sociedad más avanzada.
Las acciones a desarrollar deberían tener como base también los dos componentes manejados para el concepto de liberación nacional. Una construcción de bloque regional, porque es impensable hacer cambios serios sólo desde nuestra sociedad, sin pensar en cuestionar el capitalismo desde un frente de bloque geográfico. Y con un Estado fuerte, porque aún basándonos en un modelo socialista donde el Estado no fuese la única base de la economía, se necesitará del mismo para la implementación y planificación de cualquier actividad económica. Se deberá desarrollar y profundizar los conceptos de propiedad social de la tierra, el ahorro forzado como palanca de inversión social y productiva, pasar de la empresas recuperadas a las empresas autogestionadas viables desde antemano, los bienes públicos como complemento fundamental del desarrollo, el debilitamiento, cuando no la destrucción, de las corporaciones que hoy ocupan fuertes espacios de poder, democratizando el acceso a bienes y servicios.
Todo está para discutir y lo tenemos que hacer ya. Pero para ir trepando esos peldaños lo debemos hacer desde los escalones que ya subimos. La restauración en el gobierno de las políticas neoliberales nos alejaría en el tiempo del poder. Está claro que tener el gobierno no nos hace automáticamente poseedores del poder, pero la construcción del mismo y su conquista en manos del pueblo va a ser más fácil si aprovechamos los espacios que se han venido conquistando. En el convencimiento que las condiciones subjetivas son más importantes que las objetivas a la hora de establecer los cambios, no es dable pensar que cuanto peor mejor. Por eso, mientras no se deja de discutir y avanzar en cuestiones estratégicas deberemos de defender lo hitos alcanzados, aprovechando las circunstancias de estos vientos históricos que hoy nos empujan hacia adelante.
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