Unidad y profundización

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Por: Gonzalo Civila López*

Las claves del cambio

Los compañeros de  Mate Amargo me han invitado a participar de esta edición con una nota sobre los desafíos de la izquierda. La invitación, que mucho agradezco, me honra, dada la larga historia de aporte al país y al campo popular de esta publicación. Nuestro compromiso con la liberación nacional, ligada indisolublemente a la gestación del Socialismo, nos encuentran en un camino compartido, en el cual la enorme y maravillosa construcción del Frente Amplio constituye una trascendente apuesta estratégica que debemos redoblar cada día.La dialéctica unidad-profundización y el Frente Amplio como desafío estratégico

He aquí el gran desafío político-estratégico en el que me interesa detenerme: la necesidad de emprender todas las tareas necesarias para mantener al Frente Amplio unido y apto para garantizar la continuidad del proceso de avance popular que vive el país, profundizando los cambios iniciados en estos dos primeros gobiernos nacionales frenteamplistas.

La unidad del Frente fue precedida por la unidad social gestada en el fragor de la lucha, con hitos fundantes como el Congreso del Pueblo y la creación de la CNT. Hoy, la unidad política, y también esa unidad social que la precedió, son puestas a prueba por las propias consecuencias del proceso de acumulación que posibilitaron. El acceso al control del aparato del estado nacional por parte de las fuerzas populares expresadas en el Frente Amplio, nos ha permitido instrumentar una serie de políticas públicas que vienen transformando al país con importantísimos logros socio-económicos (que siempre enumeramos y no volveremos a mencionar aquí por no ser el objeto de esta nota). Sin embargo, y hablando de desafíos, corresponde señalar que el análisis de la realidad y la experiencia histórica, indican que la continuidad de ese proceso, y por ende la consolidación y ampliación de sus logros, sólo será posible si el mismo se profundiza, si la herramienta política que hemos gestado logra interpretar y producir las condiciones objetivas y subjetivas para esa profundización por izquierda, evitando así un estancamiento que desemboque en retroceso.

La tesis es que no hay profundización posible sin la unidad social y política de esas fuerzas, organizadas y movilizadas, y que de lo que hagamos o dejemos de hacer como izquierda en el gobierno, de la profundización o no de los cambios en curso, dependerá también la evolución del proceso de unidad, que es entonces condición y a su vez consecuencia del desarrollo del proyecto de liberación nacional. En ese sentido es que decimos que se nos impone como un imperativo seguir siendo alternativa para la sociedad uruguaya, alternativa no sólo de gobierno sino de poder, en tanto portadores de contrahegemonía, desafiantes – ahora desde el gobierno – de un sistema insustentable, injusto, insolidario, que pone en riesgo la propia vida humana, de unas formas de producción, distribución y organización del poder que no compartimos y hemos denunciado desde siempre como enemigas de cualquier construcción nacional auténtica.

¿Y qué queremos significar cuando decimos “profundizar por izquierda” o “seguir siendo alternativa”? Queremos decir básicamente seguir desmercantilizando bienes sociales y culturales, resolviendo sustentablemente nuestra vida en la naturaleza, democratizando relaciones económicas, transformando con sentido progresivo las estructuras productivas y desarrollando capacidades propias, distribuyendo con mayor justicia la riqueza y el ingreso, ampliando derechos y recortando privilegios, desestigmatizando y descriminalizando víctimas, tratando mejor a las generaciones más jóvenes, produciendo integración material y política entre los países de nuestra América y revirtiendo nuestra inserción internacional periférica, garantizando el avance de una cosmovisión libertaria y solidaria, y  construyendo el músculo (la participación y la movilización política y social necesarias) para bancar todas esas tareas y llenar de contenido popular la democracia. Resumiendo, seguir haciendo más justa, digna y feliz la vida de nuestro pueblo, o mejor que nuestro pueblo, o sea nosotros, sigamos haciendo más feliz, más digna y más justa nuestra vida.

Contexto y escenario

Hoy el capitalismo realmente existente enfrenta una crisis brutal, que tiene como epicentro a los países centrales. Esa crisis, que se expresa como crisis de la financiarización de la economía, es en el fondo una más de tantas crisis sistémicas y exhibe la tremenda e inconciliable contradicción entre el desarrollo exponencial de las fuerzas productivas y las condiciones de desigualdad que las relaciones de producción generan, con el resultante de un sistema que es capaz de producir más de lo que la humanidad – con amplias masas condenadas a la pobreza, la marginación y el hambre – puede absorber bajo las lógicas de mercado. Para graficarlo: un sistema capaz de producir alimentos para varios planetas mientras en este existen 800 millones de hambrientos. En este escenario, parte del capital, buscando su reproducción ampliada, se traslada de la economía real a una economía de casino que produce burbujas y efectos nocivos sobre la economía real, efectos que las clases dominantes descargan sobre los hombros de los trabajadores y las trabajadoras, a través de ajustes, desmonte de los estados de bienestar y mecanismos de externalización a otras economías y sociedades. En un capitalismo crecientemente trasnacionalizado, el problema no empieza necesariamente en los estados nacionales – que con sus desregulaciones ayudan mucho a producirlo – pero repercute inmediatamente sobre ellos que actúan como garantes de los creadores de la crisis y administran los factores de poder a su alcance bajo las mismas lógicas de desigualdad (a la interna de las sociedades y en el orden internacional) que denunciamos desde hace mucho tiempo, independientemente de los dispositivos que se utilicen para ello. Advertir esto ayuda a recomponer la conciencia de la ilegitimidad del sistema, de la corrupción de gobiernos que dan la espalda a la soberanía que los origina para defender intereses dominantes y minoritarios, y del papel y el peso de los estados nacionales en la ecuación de poder mundial.

En ese contexto, y reafirmando la idea de que la historia de la humanidad se produce en varios planos y velocidades, América Latina – de la mano de gobiernos populares que entroncan con las mejores tradiciones y luchas de emancipación – retoma el impulso democratizador, revierte los efectos del ciclo neoliberal, crece,  incluye a amplísimos contingentes de seres humanos al trabajo y al consumo, distribuye mejor, produce reformas sociales tendientes al bienestar de las mayorías y la ampliación de derechos de minorías históricamente oprimidas y discriminadas, y reivindica la política. También avanza, aunque con lentitud y contradicciones, en la construcción de integración liberadora de nuestras patrias chicas.

Resumiendo

¿Todo lo que hemos hecho en el contexto al que aludíamos, es suficiente o irreversible? No, en absoluto. De hecho, las condiciones internacionales y regionales comienzan a cambiar, se encienden algunas luces amarillas, y la crisis sistémica parece encaminarse también hacia otra fase. Será nuestra tarea – la de los que queremos la Nación y estamos convencidos que sólo puede lograrse construyendo simultáneamente unidad continental y las bases de un Socialismo que debemos inventar – quebrar en esta oportunidad una vieja regla del sistema, aquella que sostiene que en etapas de relativa bonanza (y crisis de otros) vienen gobiernos distribucionistas y amigables con los sectores populares, y que cuando esas condiciones se alteran vuelven los de siempre a garantizar las ganancias de los capitalistas ajustando a los de abajo. Nuestro es el desafío y también nuestras las tensiones de gobernar un sistema que a cada paso nos hace sentir sus límites, los que – contra todo posibilismo – debemos necesariamente superar con mucho coraje e inteligencia creativa, pero sobre todo con conciencia y organización popular. Lo lograremos, y los triunfos en el ciclo electoral que se avecina junto con la consolidación del nuevo bipartidismo que sintetiza con claridad la contradicción izquierda-derecha en el país, son, en la perspectiva de ese propósito, objetivos principales de la etapa.

* Profesor de filosofía, Secretario Político de la Departamental de Montevideo del Partido Socialista del Uruguay, integrante del Comité Central del PS.

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