Este mes de febrero celebramos los 43 años de creación de nuestro Frente Amplio, partido que irrumpe como protagonista fundamental de la historia política uruguaya, en momentos muy críticos de la vida de país, como lo fue el año 1971.
No era fácil desafiar al bipartidismo, ¡parecía imposible! El sistema electoral, la ley de lemas, los gobiernos colegiados…; todo se había hecho pensando en dos partidos.
El Frente Amplio se hizo gigante porque supo conjugar todo lo que este país tenía de más dinámico, más creativo, más “de avanzada”. Era el progreso frente al atraso, la inteligencia contra la fuerza, la organización y la movilización popular frente al poder del garrote: era la mezcla revoltosa y entusiasta de los trabajadores organizados, de las clases medias, de los intelectuales, de los artistas, de los estudiantes. Era el único capaz de decir, en plena sangría migratoria de los años setenta: “Hermano, no te vayas, ha nacido una esperanza”.
Luego vinieron los años oscuros. El Frente de la esperanzas fue el Frente de la resistencia, y luego el de la diáspora, el exilio, la cárcel, los asesinatos, las desapariciones y la represión. Generamos nuevos lazos, “lazos de sangre”, alimentados por tantas y tantas pérdidas de mujeres y hombres que lo dieron todo.
Hoy el Frente Amplio está en el centro de la historia política de este país; es el protagonista indiscutido de la historia política que estamos construyendo. Por ello, nuestra responsabilidad es aún mayor. El Frente Amplio es el proyecto más ambicioso de cambio del último medio siglo, y cabe a nosotros, tan al sur de todo, enfrentar el desafío de que otro mundo es posible. Y no estamos solos, toda América Latina lo está intentando.
Cumplir 43 años es una larga historia en la vida de los partidos políticos. Y una oportunidad para reflexionar sobre lo vivido y, sobre todo, reflexionar sobre el momento actual. Uno de los problemas que tenemos es que el cambio que predicamos para afuera, nos cuesta mucho procesarlo internamente. Las inercias institucionales, la diáspora militante, la dificultad para avanzar más en los cambios si sentimos que arriesgamos lo que tenemos, y darnos un respiro y evaluar dónde estamos, exigidos por una demanda de “productivismo” político acicateada muchas veces desde afuera.
No nacimos para ser gobierno nada más: nacimos para transformar la sociedad. Y el desafío de volver a conquistar el gobierno nos puede volver más conservadores que audaces, más cautelosos que desafiantes, más aprensivos que entusiastas. ¿Hacia dónde está yendo la izquierda? Me lo pregunto todos los días, como se lo preguntan tantos frenteamplistas. A nosotros, el Frente Amplio, nos asiste la enorme responsabilidad de representar, cabal y profundamente, la necesidad de cambio y transformación por la cual muchas personas de izquierda y organizaciones sociales luchan desde hace décadas. No podemos sino estar a la altura de esas aspiraciones.
Todos nosotros sabemos que nada nunca será sencillo, que siempre lucharemos contra viento y marea. Siempre tendremos que pelear para obtener mayoría parlamentaria, para mantener o conquistar un gobierno departamental, para aprobar una ley. Hemos peleado por nuestro derecho a existir primero, y por nuestro derecho a ser gobierno después. Pero no vinimos para cambiar un orden por otro; vinimos porque no creemos que el pueblo tenga que elegir nuevos “amos”, sino para que se introduzca una nueva agenda de temas.
De la misma manera que tenemos que salir a defender, explicar y difundir muchos logros de nuestros gobiernos nacionales y departamentales, de la misma manera no debemos ser refractarios a la autocrítica que nos permita mejorar.
Cumplimos 43 años. Celebremos por quienes no están en el país, por los que están lejos, en la diáspora, por los que hoy no están, por todos quienes pusieron la semilla para que germinara este fruto único y maravilloso. Celebremos el presente y el futuro, con la utopía, el entusiasmo y la esperanza renovada.
Por: Constanza Moreira