Las construcciones políticas son largos procesos que no podemos analizar jamás fuera de contexto. No podemos mirar el 43 aniversario del FA si no analizamos el proceso que le dio vida y lo mantuvo vivo tantos años.
Y lo primero es recordar que la izquierda uruguaya en todas sus vertientes comprendió en un momento que sus posibilidades de incidencia en la realidad nacional pasaban por unir fuerzas. Lo mismo entendió el movimiento sindical.
La construcción de esa unidad no fue sencilla. Había partidos con definiciones ideológicas muy precisas, por lo menos tres. Había movimiento, agrupaciones, otros habíamos tomado el camino de la lucha armada.
En una circunstancia de deterioro económico-social y de luchas populares también había sectores pertenecientes a los dos partidos tradicionales que ya no encontraban respuestas en ellos.
De modo que se hubo de tejer esta enorme alianza policlasista y sus reglas de juego con gran inteligencia. Esto es lo que más sorprende a quien mira desde el exterior a nuestro FA, porque este tejido dura ya 43 años, sobrevivió a la dictadura, y va a cumplir 10 años en el gobierno. No fue simplemente una alianza electoral de coyuntura.
Los tres pilares de este acuerdo son: el compromiso político, el estatuto de funcionamiento y el programa común.
Siempre que un acuerdo es tan complejo, todas sus partes deben ceder algo para que funcione el todo y las minorías, siendo respetadas, deben avenirse a las resoluciones de las mayorías.
Dentro de esa gama enorme de sectores hay quienes tienen como metas finales planteos más profundos, más comprometidos con la transformación de la sociedad, y la construcción del socialismo. Otros miran un horizonte más cercano y sienten los cambios pero los formulan mucho más atados al hoy.
En sus 43 años de vida, se ha construido una “cultura” del acuerdo que mucho tiene que ver con la idiosincrasia uruguaya, y esa negociación y los tironeos son permanentes pero siempre, hasta hoy, se sale.
Sucede que muchas veces los militantes ponemos nuestro esfuerzo en determinadas posturas y nos frustramos si no salen o quedan recortadas. Nos ha pasado a todos. Sucede que a veces vivimos los tiempos con distinta intensidad y quisiéramos ir más rápido. Y es ahí cuando debemos recordar el pensamiento de Héctor Rodríguez cuando decía: “No ir tan rápido que nos separemos de las masas ni ir tan lento que las retrasemos”. El punto justo en el momento, lo más difícil.
Lo cierto es que esta construcción política en sus 43 años le ha aportado mucho al pueblo uruguayo, y su presencia en el gobierno marca un antes y un después.
¿Es todo? No, estamos aún muy lejos de muchas metas, pero vamos caminando.
¿Hay otra forma organizativa posible hoy? Creo que no, pues nos necesitamos todos para esta empresa, no podemos perder a ninguno, y debemos ser más; cada uno con su historia, cada uno con su mochila. Todos con el compromiso común.
Podrán llegar otros tiempos históricos que nos desafíen a profundizar más al FA y esta apertura de cabeza debe estar siempre presente y debemos trabajar para ello. La herramienta es valiosísima y sólo depende del esfuerzo de su militancia y del paso de la gente.
Otros hermanos latinoamericanos prueban caminos varios. De todos tenemos que aprender, no copiar. Y ellos también aprenden del Frente. Y esta es una de las misiones del Foro de San Pablo.
Por eso lo del principio: el FA es una larga construcción que no ha terminado. Es de todos y nos precisa a todos, pero más que nada es el pueblo uruguayo quién la precisa. Sabremos cumplir.
Por: Lucía Topolansky