Con los ojos bien abiertos

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En el año 2000, una marcha cañera cayó sobre Montevideo, marchaban como hacía 38 años por tierra y trabajo. No me ocuparé del problema del acceso a la tierra, abordado en anteriores ediciones del Mate, sino en el rol de Sendic como organizador y el valor que tiene para el hoy esa experiencia.

Los trabajadores del campo tuvieron durante el siglo XX al menos tres grandes experiencias de organización: arroceros, remolacheros y cañeros. Tuvieron en común a Raúl Sendic.

Pero volvamos al año 2000, en esa marcha me encontré con Eva, cañera, gorda como aquellas matronas de antaño, los ojos grises, profundos y cristalinos, llenita de arrugas la cara. Una mirada como para no olvidar. Nos contó que había marchado con aquellos, en el año 1962.
 
Aprovechando el inusual encuentro, y como parte de un trabajo sobre UTAA para mis estudios de profesorado, realizamos junto a un querido amigo una pequeña entrevista (la cual guardo en un cassetito propio de épocas analógicas). Nunca olvidaré sus palabras, sin anestesia, sentenció: «Sendic nos abrió los ojos».
 
Esa veterana era una joven de los sesenta que había luchado por sus derechos y por una sociedad más justa, y Sendic fue uno de los principales generadores de esa lucha, organizando políticamente una situación reiterada por generaciones de extrema explotación que se vivía en el norte y en casi todo el medio rural, principalmente para los asalariados, zafrales y pequeños productores. Y es que Sendic era un organizador contra las injusticias.
 
La tentación de extrapolar mecánicamente planteos políticos formulados en contextos muy diferentes a los actuales está casi siempre presente, y aunque parte de los problemas filosóficamente centrales persistan, no hay duda que el actual contexto mundial y nacional son radicalmente diferentes. Tampoco se trata de pensar que hubiera hecho Sendic en nuestra época. Aunque uno tiene la sensación que Sendic hubiera estado de acuerdo con el complejo sucro-alcoholero del norte, la diversificación de la matriz energética, el Fondo de Desarrollo para proyectos autogestionarios, la multiplicación de la entrega de tierras por parte del Instituto Nacional de Colonización, la Ley de ocho horas para el peón rural o tantos otros emprendimientos que nuestra izquierda ha hecho realidad.
 
Se trata más bien de extraer de su teoría y su práctica política enseñanzas para el hoy. Sendic desarrollo organización de carácter revolucionario en una situación extrema desde el punto de económico y social, y de radicalización política y con una izquierda pequeña en lo cuantitativo, pero organizada. La situación actual es totalmente diferente en muchos sentidos. La izquierda creció y se ensanchó, el crecimiento le permitió avanzar sobre el gobierno y llevar adelante transformaciones trascendentes, sin embargo la política pierde terreno en la vida posmoderna, bajo el discurso de la clase polìtica y el «son todos iguales», las propuestas se mediatizan y todo es tratado con superficialidad.
 
La tarea del hoy tiene que ver con todo aquello que acumule colectivos para el trabajo solidario y de búsqueda de una contra cultura al modelo dominante, pero eso no se puede hacer sin una coherencia entre el discurso y la acción. Y allí la ética juega un rol fundamental. 
 
Nosotros como tupamaros, tenemos definiciones claras por la justicia, la igualdad, la democracia y la participación, no nos creemos vanguardia de nadie y entendemos que las construcciones colectivas son las verdaderamente duraderas.
 
Organizar es politizar y eso significa poner en evidencia los intereses y contradicciones que atraviesan la vida de las personas y los grupos, según la clase, el género, la etnia, raza, o identidad de género.
 
Sendic puso sobre la mesa esas contradicciones, en su momento histórico determinado, las organizó políticamente y tuvo un sentido profundo de transformación.
 
La tarea del hoy, como la de ayer, es construir organización solidaria y profunda, en un contexto que te dice que es mejor quedarte encerrado y que todo vale lo mismo. Sigamos construyendo desde la izquierda una ética de la acción política, como Sendic demostró que era posible, porque sino, nadie más lo hará.

Por: Tati Sabini

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