El texto de Raúl Sendic sobre ciencia que se publica en este número de Mate Amargo «Intento de visión realista de transferencia y creación de nueva tecnología y producción con ella», es una carta escrita en 1986, que en una primera instancia fue dirigida a científicos uruguayos en actividad en el exterior.
En el último período de su prisión, cuando junto con los otros hombres rehenes de la dictadura vuelve al penal de Libertad, Sendic compartirá prodigiosos momentos con otro ser humano excepcional: Henry Engler. Ese encuentro será muy fecundo para ambos: Raúl explorará los caminos de la ciencia con Henry; Henry encontrará en Raúl el aliento para volver a elevar su mirada hacia nuevos horizontes. Ambos comparten una mirada de futuro que los acompañará en las nuevas etapas que inician al salir de la prisión: pocos y muy fecundos años de vida para Raúl y una notable trayectoria científica en el exterior y actualmente también en el país para Henry.
A la salida de la prisión, Raúl lee, pregunta, reflexiona sobre el avance de las ciencias y su impacto en el desarrollo de la sociedad contemporánea y en particular sobre la importancia de la ciencia y la tecnología para el futuro de nuestro país. Sus reflexiones conmueven y estimulan a científicos a los que constantemente interpela.
En esos años va a crear en Uruguay el Movimiento por la Tierra. La tierra, su tema permanente, uno de los hilos conductores de su pensamiento. La tierra y las manos del ser humano, la tierra y los humildes, la tierra y el arraigo de hombres y mujeres en su lugar en el mundo. Desde allí, sus reflexiones y propuestas crean un puente con el desarrollo científico contemporáneo y fueron terreno fértil para numerosas iniciativas de cuya concreción no pudo ser testigo. A veinticinco años de su muerte, las ideas centrales que resume en su mensaje a los científicos sorprenden por la clara mirada hacia el futuro que el anticipa. A la vez, esas ideas marcan las sendas que efectivamente se recorrerán y mantienen – en lo esencial – una gran vigencia.
El país estaba lleno de sueños en los tiempos de reconstrucción de la democracia. Los caminos para construirlos no parecían sencillos. En esos momentos, a la luz de una multiplicidad de urgencias, la necesidad de pensar como una prioridad el desarrollo de la ciencia y la tecnología, fuertemente vinculadas al proyecto de país, no parecía evidente. Por eso fueron tan importantes las voces, que como la de Raúl, marcaban ese camino. Porque iba a ser un largo camino, que había que empezar cuanto antes.
Desde ese entonces, nuestro país viene recorriendo esa larga senda para desarrollar fortalezas en ciencia, tecnología e innovación acordes con la proyección de convertirnos en un país de conocimientos, cuya riqueza principal sean las capacidades y talentos de nuestra gente: nuestra creatividad, la inteligencia de nuestras manos y nuestra fuerza emprendedora.
Confluyeron en ese desafío numerosas personas e instituciones, desde aquellos que pudieron mantener pequeños espacios abiertos en los tiempos de la dictadura hasta aquellos que regresaban desde la dispersión del exilio, proseguían con su actividad en distintos puntos del mundo, o salían de las prisiones.
Fueron soplando vientos diversos y se fue avanzando. Nuevos programas e instituciones fueron viendo la luz. Tal vez uno de los aciertos mayores fue centrar un gran esfuerzo en la formación de las nuevas generaciones. En esa dirección, el Programa de Desarrollo de las Ciencias Básicas (PEDECIBA), orientado a la formación de maestrías y doctorados en ciencias fundamentales, que continua activo, fue y es un referente mayor.
Acompañaron el proceso muchos y diversos programas internacionales de cooperación, el apoyo generoso de distintos países y muy especialmente la comunidad científica de América Latina. Fue de particular importancia la respuesta solidaria de instituciones y comunidades latinoamericanas en las diversas áreas de la ciencia y la tecnología, apoyando la formación de jóvenes, abriendo sus laboratorios y gabinetes, compartiendo proyectos.
Ese aporte ha estado en la base de los fuertes vínculos actuales de nuestro país con la región en ciencia y tecnología y marcó una fuerte vocación de integración a masas críticas regionales en distintas áreas. Es interesante recordar que hace seis décadas, en Montevideo, en una convocatoria que llevaría a crear la primera oficina de la UNESCO fuera de sede, la que sería luego Oficina Regional de Ciencia y Tecnología para América Latina y el Caribe en Montevideo, dos científicos de la región firmaron una declaración donde enfatizaban la necesidad del desarrollo de la ciencia para el futuro de nuestros países. En ella señalaban, que el camino a recorrer debía apoyarse en la estrecha colaboración entre nuestras comunidades, como estrategia principal. Eran nuestro Clemente Estable y Bernardo Houssay, científico argentino que fuera galardonado un año antes con el Premio Nóbel de Medicina.
En los últimos años se dieron pasos importantes: la creación de la Agencia Nacional de Investigación e Innovación, el Gabinete Ministerial de la Innovación, el Sistema Nacional de Investigadores (que hoy cuenta con alrededor de 1500 investigadores en el país), el Sistema Nacional de Becas, el portal TIMBÓ de acceso a la información científica internacional; la creación de nuevas instituciones como el Instituto Pasteur o el Centro Uruguayo de Imagenología Molecular; o el fortalecimiento de instituciones de larga trayectoria como la Universidad de la República, el Instituto de Investigaciones Biológicas Clemente Estable o el Instituto Nacional de Investigaciones Agropecuarias, por citar sólo algunas. Es interesante destacar el desarrollo de importantes capacidades de investigación en distintos puntos el interior del país. Al mismo tiempo los diversos programas de la ANII, estimulando la innovación empresarial, comienzan a dar sus frutos. Pero hay que seguir caminando. El camino recorrido indica que podemos llegar más lejos, mucho más lejos.
Se requiere seguir fortaleciendo el esfuerzo del país para el desarrollo científico y tecnológico, al tiempo de seguir mejorando la institucionalidad y las políticas públicas, adaptándolos a los avances que se van produciendo. Pero un país de conocimientos, un país que pueda avanzar en la frontera del conocimiento y pueda desarrollar una importante capacidad de innovación, sólo puede concebirse si es un país de cultura, si construye un ámbito cultural fecundo que fortalezca a la sociedad, que la proyecte hacia nuevo horizontes. País, sociedad, que debe considerar a la ciencia como parte de la cultura, país que debe fortalecer todos los recorridos educativos y derrumbar brechas sociales y territoriales, país que debe apostar fuertemente a la educación en ciencias en la formación de la ciudadanía. Al mismo tiempo, se requiere seguir fortaleciendo el compromiso de la comunidad de científicos con la sociedad.
Por todo ello sigue vigente el desafío de Raúl Sendic, que encerraba una profunda confianza en la gente y en sus capacidades, una profunda confianza en las nuevas generaciones.
31 de marzo de 2014
Por: Ricardo Ehrlich