Hay quien no se quiere enterar y hay quien mira para otro lado, pero la ultraderecha y los euro escépticos crecen.
Demos una mirada al proceso de creación de la Unión Europea:
En el año 1951 fue creada la Comunidad Económica del Carbón y del Acero, que posteriormente dio paso al Mercado Común, y en 1957, con la firma del Tratado de Roma, a la Unión Europea. Este tratado daba amparo a un mercado y aranceles comunes, una política conjunta para las diferentes actividades económicas, y políticas comunes para el movimiento de mano de obra. Dentro de un espacio en el que los ciudadanos europeos estarían amparados por la Carta de Derechos Fundamentales de la UE, cada estado cedió parte de su soberanía, tanto económica como de fronteras y culminó en el nuevo milenio, con la instauración de una moneda común.
Esta organización de Europa, creada para evitar nuevas guerras y para impedir el desarrollo de totalitarismos, terminó sucumbiendo ante los intereses nada pacíficos y desde luego totalitarios, de los grandes capitales, las corporaciones económicas y la todopoderosa banca. La voracidad de estos buitres, engordados a expensas del paulatino empobrecimiento de las capas populares, no tiene límites. Cuando las herramientas institucionales no son suficientes, ahí están las cuevas siempre disponibles de los paraísos fiscales.
La izquierda moderada (centro izquierda) se ha mostrado desorientada, sin rumbo claro, dubitativa y sin discurso para dar un giro a las políticas económicas.
Todos y cada uno de los estados, han terminado aplicando las medidas implementadas desde Bruselas por las fuerzas económicas dominantes. La bandera de la austeridad flamea en el continente y el FMI, cuando no, pide más.
Hoy se puede constatar, que la austeridad ha incubado con éxito el huevo de la serpiente. La ultraderecha, los partidos xenófobos y los abiertamente pronazis, crecen exponencialmente al abrigo del sentimiento de decepción y rechazo a esta Europa. Es este rechazo junto a la salida del euro, la bandera común de las extremas derechas europeas.
El discurso actual de estos movimientos tiene su caldo de cultivo en la crisis, pero su alcance va más allá de este fenómeno. Toca, con una gran dosis de oportunismo y un abuso del populismo, el “desarraigo identitario” que para muchos europeos comienza a ser un confuso sentimiento cada vez más frecuente.
Como no ha habido una respuesta adecuada a las tribulaciones de la población, ni por parte de la derecha liberal ni de las izquierdas, es entonces que surge la extrema derecha, acechando y ocupando el hueco dejado por las fuerzas tradicionales inoperantes. Estos nuevos ultras, con un discurso demagógico utilizado con eficacia, han encontrado el lenguaje que escruta las desdichas y señala a los “culpables”, prometiendo a la vez, soluciones a corto plazo: si el problema es Europa hay que actuar desde sus entrañas. Como dijo Le Pen, hay que impedir que la UE «siga respirando, que toque todo con sus tentáculos y que se meta en todas las esquinas de nuestra legislación»
Hace unos años era impensable que por la Plaza Roja de Moscú desfilaran jóvenes y no tan jóvenes, con brazaletes con la esvástica al grito de «Heil Hitler» o persiguiendo al colectivo gay. Esto es una realidad también en Finlandia, Suecia, Holanda, Bélgica, Dinamarca, Grecia, Hungría y un largo etcétera.
Había países, como Italia y Francia, donde esto era algo cotidiano. Pero el fenómeno se va extendiendo, y en Grecia, el grupo Aurora Dorada con un militar al frente, se pasea impunemente por Atenas. Tienen dirigentes presos por tenencia de armas, por persecución, acoso, golpes y asesinatos de extranjeros.
Los extranjeros fueron muy útiles en la posguerra, para la reconstrucción de los territorios devastados y para la creación de la industria, principalmente en Alemania, Francia e Inglaterra. Pero hoy se les acusa de ser el problema, causa del desempleo y responsables de la inseguridad ciudadana.
Los diferentes Ministerios del Interior, tanto en España como en Italia, expulsan o dejan morir a cientos de africanos en sus costas, viendo como se hunden sus embarcaciones como en Lampedusa, o disparando balas de goma como en España.
El peligro extranjero ya no se limita a los ilegales que desde África invaden Europa, ahora también se movilizan los europeos del sur o del este, buscando una oportunidad de trabajo.
El análisis de estas últimas elecciones europeas nos deja cierto tufo de patetismo y decadencia:
- en Italia, Berlusconi pidiendo el voto a los ancianos y pidiendo a sus huestes que vayan a votar con sus mascotas para demostrar el amor a los animales. Pepe Grillo, un mal actor en el teatro, ahora hace teatro electoral antieuropeísta en la calle.
- En Alemania con un 0,6% se puede tener un representante en Bruselas. Se presentó un partido «Viudas de la Guerra» y hay que preguntarse ¿de qué guerra?
- En Inglaterra UKIP, un populismo chabacano con un dirigente al que la prensa muestra como un racista, borrachín y mujeriego, que quiere blindar la independencia del Reino Unido frente a la “amenaza” de Europa.
- Francia se cumplió lo temido, el triunfo de Marie Le Pen, continuando la política trazada hace años por su padre, un fascista confeso. Hay que recordar que cuando los franceses ganaron el mundial él negó el triunfo diciendo: «ganaron los negros con la camiseta de Francia, no hay nada que festejar». Y lo más lamentable es que los socialistas están en el gobierno sin ninguna política alternativa, pero haciendo lo que manda Alemania, recortes y más recortes. Francia, que siempre fue un referente para muchos países por sus avances en políticas sociales y laborales (recordemos las jornadas de 35 horas), hoy sólo conserva la Marsellesa. Y ojo con esta gente: ha ganado el voto de sectores populares, feudos habituales del voto de izquierdas. Y en su discurso arremeten contra los “destrozos de la globalización”, contra el “imperialismo económico de los EEUU”, contra la “Europa ultraliberal”, etc. La prensa francesa ha sido especialmente sensible a la difusión y propagación de este discurso, asumiendo el papel de portavoz y propagandista encubierta (y no tanto) del fenómeno. OJO.
- En Hungría, los derechistas del Jobbik protegen sus fronteras y penalizan a los sin techo con multas y cárcel. Este partido, que tiene milicias que se dedican a la caza de gitanos, mantiene el 14% de los votos.
En España aún no es muy representativo el movimiento ultraderechista. Aparte de la vieja Falange, ahora aparece un nuevo partido, VOX que es la derecha de la derecha del PP y que reúne a los dinosaurios de la política, a los que el PP les parece demasiado blando. Además en Cataluña tenemos a Anglada con su PXC y su racismo visceral, un desagradable personaje, habitual de los movimientos de ultraderecha desde hace varios años.
La Comunidad Europea debe despertar de su letargo o de lo contrario se vislumbra un despertar doloroso para todos los ciudadanos.
Como decía Gramsci “el viejo mundo se muere. El nuevo tarda en aparecer. Y en ese claro oscuro surgen los monstruos”.
Por: Quatre gats
Barcelona, junio de 2014