La frase de Evans en «El estado como problema y como solución» podría sintetizar el escenario de la discusión actual sobre el rol del estado en los procesos de desarrollo. A la luz de las enseñanzas dejadas por el desarrollo de los países del este asiático, así como los países nórdicos, y teniendo especial relevancia en los procesos políticos que se encuentran atravesando varios países de nuestra América Latina, esta frase resume los principales desafíos que enfrentamos como sociedad si nos encontramos en la búsqueda de una mejora de las condiciones de vida de nuestra gente.
Como se avanza en procesos de cambio estructural que permitan a la gente mejorar sus capacidades de vida, el rol del estado y su diseño institucional, una estrategia de desarrollo que de cuenta de una mirada de futuro común y como se construyen políticas públicas que posibiliten procesos de participación que las sustenten son elementos que se entrecruzan en el debate actual. El debate sobre el rol del estado y el mercado en los procesos de desarrollo no es novedoso.
La discusión, en las décadas del 50 y 60 daban cuenta de la necesidad que el aparato del estado podía emplearse para fomentar el cambio estructural, por tanto acelerar la industrialización, modernizar la agricultura y mejorar la urbanización mediante la construcción de infraestructura necesaria para dicha urbanización.
La contrapartida a esta concepción fue la del “Estado neoliberal Mínimo” o “Estado en la Sombra”, donde el Estado aparecía como obstáculo fundamental del desarrollo basado en las políticas de ajuste estructural que prevalecieron en el “Consenso de Washington” y que auspiciaban el desarrollo de los países en función de adecuadas reestructuras que permitieran liberalizar la economía estableciendo al mercado como garante de la maximización de las ganancias de las empresas y por tanto del desarrollo del país.
El Estado desarrollista
Ante los cambios en el contexto internacional, donde se presenta una economía más globalizada con mayor relevancia de las cadenas mundiales de valor y producción, donde se aprecia un rol preponderante de las tecnologías de la información que posibilita un crecimiento de la economía del conocimiento se necesita de un nuevo enfoque del Estado y un nuevo enfoque sobre políticas de desarrollo que nos permitan avanzar aprovechando estos nuevos desafíos.
«Estado del siglo XXI consciente y explícitamente debe ser un estado que pueda potenciar el desarrollo de las capacidades de su gente, si quiere considerase un estado desarrollista». Peter Evans.
El Estado en este nuevo enfoque tiene una función central en el proceso de cambio estructural.
Se necesita de un papel activo del Estado, con aumento de sus capacidades y un nuevo diseño de políticas públicas.
El aumento de la capacidad del Estado es un requisito indispensable para poder establecer e implementar cualquier tipo de política económica eficaz que aumente las capacidades de las personas y desarrollen su capacidad de agencia razonada.
“Capacidad como factor importante en la elección de políticas y resultados, y contribuyen a esclarecer las estructuras y los procesos que están en la base de dicha capacidad” como sostiene Evans en “El Estado como problema y como solución”.
No solo mayor capacidad, en el entendido de contar con una organización apta para la acción colectiva sostenida, sino también una mayor selectividad en las tareas que se propone desarrollar, además de una necesaria eficiencia que le otorgue legitimidad en el aumento de sus capacidades.
Esta capacidad también es entendida por la existencia de burocracias públicas coherentes que tengan capacidad de perseguir metas colectivas y que establezcan una adecuada coordinación con empresarios y asociaciones industriales a tales efectos.
También se requiere de un Estado que formule políticas de desarrollo integrales y flexibles, que tenga en cuenta el cambio en las condiciones del contexto y por tanto que sean revisables y cooperativas.
Cooperativas asociado al concepto de enraizamiento que constituye una solución diferente frente a la escasez de capacidad de los estados y sus burocracias, manteniendo la necesaria autonomía de las mismas. Esto posibilita la ampliación de la inteligencia del estado y vuelve más probable la concreción de sus medidas y su legitimidad.
El estado Desarrollista debe establecer una necesaria coordinación y el trabajo conjunto con la sociedad, en aquello de la participación democrática pasa a ser una parte de la solución y no un problema, construyendo canales de participación democrática que posibiliten la participación en la construcción de las políticas publicas.
Debe existir una intensa interacción con la industria local, en el entendido que debe ser un proceso de construcción política, experimental, cooperativa y no solo la implementación de herramientas exitosas.
También debe estar caracterizado este estado desarrollista por el desarrollo de políticas sociales que pongan énfasis en la formación continua de los trabajadores, el desarrollo educativo y sobre todo la incorporación de la innovación en los procesos productivos intentando mediante un proceso de aprendizaje, superar la inmediatez de resultados.
Por último, como sostiene Evans, el Estado Desarrollista debe tener la necesidad de desarrollar la capacidad del Estado como puente que articula la racionalidad económica y las demandas de desarrollo del s XXI.
Por: Daniel Caggiani