Mientras nos enfocamos en la herencia ideológica y biológica de Lacalle Pou, cabe recordar que existe cierto linaje y traspaso hereditario de poder también en la izquierda. Esa “elite” de izquierda es vieja -imposible discutir con la biología-, heteronormativa y hasta se podría decir que conservadora en varios temas que hoy son más relevantes que nunca.
También se podría decir que su agenda programática de gobierno está quedando obsoleta, ya sea porque en gran medida ha sido cumplida y ahora las problemáticas que se presentan son otras, o simplemente por que los intereses de una izquierda aggiornada al 2014 deberían centrarse en detalles que la gran mayoría de los representantes actuales no duda en tildar de secundarios.
Las preocupaciones de estas «élites» suelen estar dirigidas en el sentido de la conservación de su espacio activo en el gobierno y el poder que conservar este espacio representa (aunque estar en el gobierno no necesariamente asegure detentar el poder real) y no así en el sentido de lograr que ese poder que conservar y ocupar ese espacio representa, se concentre en el pueblo, y de esta manera quitarle relevancia a los poderes fácticos.
Es imposible negar los grandes avances que se han dado en los 25 años frente al gobierno departamental capitalino y frente a los 10 años de gobierno nacional del Frente Amplio, pero de cara a una instancia electoral en la cual nos vamos a ver enfrentados a un candidato que se embandera con la renovación levantando ideas viejas y sosteniendo que no habrán grandes cambios en materias de política económica -el gran fantasma que alejó a la gente de los partidos tradicionales-, está en la Izquierda proponer renovación real.
¿Estamos gestionando el capitalismo o construyendo el socialismo real? ¿Qué es el socialismo del siglo XXI? ¿Podemos pensar un país mejor sin incluir a las mujeres, a los jóvenes, a los viejos y a los pobres en la discusión del poder?
Las contradicciones con las que se ha chocado el Frente Amplio en el gobierno deberían darnos la pauta de que, aunque nunca un gobierno había sido tan inclusivo, en parte seguimos gobernando para los mimos.
Los conflictos sindicales (algunos inclusive dentro de ministerios que creó el Frente Amplio), el manejo del INAU y del SIRPA plagado de denuncias de violaciones a los derechos humanos por un lado y levantar la bandera de decirle No a la Baja y sí a la inclusión de los jóvenes menos favorecidos por otro, la incapacidad de plantear un diálogo serio sobre la impunidad y el terrorismo de estado teniendo todo para hacerlo porque es el mismo Frente Amplio que ahora dirige ese Estado, y verse comprometido en el cierre de Pluna por -y quizá estoy especulando de más- estar demasiado vinculado con ciertos megaempresarios del rubro.
Todo esto insistiendo en el relato de que seguimos siendo la víctima de un poder mayoritario que nos acota y obviando que hace 10 años estamos en condiciones de al menos igualar ese contrapeso de los poderes tradicionales que culpamos -y con razón, la mayoría de las veces- de todos los atrasos del país.
¿Dónde esta el recambio generacional y equitativo? La renovación no es poner gente joven al mando de cosas sólo por lo que dice su cédula. La renovación es el ascenso de las bases militantes que ya han sido educadas y formadas plenamente en democracia que -sin negar los hechos del pasado reciente- pueden proyectarse hacia adelante en un mundo marcado por otras realidades tan presentes como las de ayer.
Se comenta que cada vez menos jóvenes se interesan en practicar la política. Admitamos que esto se debe a la individualidad exacerbada que fue bandera en los noventa (cuando muchos de ellos crecieron), pero también veamos la realidad actual. ¿En qué condiciones ingresan al mercado laboral estos jóvenes tan desinteresados? ¿Por qué el acceso a la vivienda sigue siendo un obstáculo tan difícil de sortear para la gran mayoría de los jóvenes?
Puede que el joven que no se interesa en la política sea un cínico sin valores, sí, pero veo mucho más probable que sea alguien que a los 30 años recién va a estar terminando una carrera haciendo malabares entre cumplir con un trabajo que no le garantiza poder formarse satisfactoriamente por exigir demasiada carga horaria, una Universidad que no parece poder contemplar estas realidades y un mercado inmobiliario que lo tiene volviendo a dormir a la casa de sus padres, que insisten en que este es el camino a seguir porque ellos también lo recorrieron.
Ni que hablar si este joven ademas es mujer, menor de 30 y tiene hijos. ¿Quién le asegura a esa joven poder desarrollarse profesionalmente? Más aún, ¿quién le asegura poder desarrollar una actividad política lo suficientemente fuerte para renovar el Frente Amplio?
De más está decir que este no es el único caso, ni siquiera es el más común. Hay miles de jóvenes que por una gran cantidad de razones no logran permanecer en el sistema educativo lo suficiente para enfrentar el problema que se menciona antes. ¿Ellos tampoco merecen ser renovación?
Mucho se ha criticado el enfoque sobre la Agenda de Derechos de varios sectores jóvenes dentro de la izquierda Uruguaya aludiendo a que hay cosas más importantes que hacer. Esto es para discutir largo y tendido, pero me pregunto: que los jóvenes peleen por derechos para sí mismos y sus pares luego de hacer un análisis de realidad y los obstáculos que se les presentan a diario, ¿No es renovación?
La renovación de la izquierda reside en poder seguir levantando las banderas históricas pero con la capacidad de relacionarnos mejor con esa generación que algún día nosotros -los jóvenes que ahora somos la renovación- vamos a querer que sean la renovación.
Relacionarnos con la generación que viene atrás de nosotros implica hacer un análisis de la realidad -más importante de la realidad de esos jóvenes- y no permitir que viejas utopías que nosotros mismos descartamos hace tiempo nos impidan darle un lugar real a esa generación y no aplazar su inserción en lugares de poder diciendo que “tienen que ganarse un lugar” o que “no dan las batallas importantes”.
La herramienta sigue siendo el Frente Amplio y el camino de la renovación es profundizar en los cambios comenzados y ya avanzados, pero ponderando las realidades actuales de las generaciones que van a tener que seguir profundizando esos cambios más los que iniciemos nosotros, la actual renovación. Renovación es, exactamente, renovar y es imposible renovarse sin darle lugar a cada vez más personas y sus sensibilidades.
Por: Federico Imparatta