El título del artículo es probablemente poco original, pero refleja plenamente el panorama que presenta la elección de Rector que se avecina. La Universidad de la República (UDELAR), institución autónoma y cogobernada por sus tres órdenes, se encuentra quizá ante la elección rectoral con más cosas en juego desde el regreso a la democracia. Las enormes transformaciones que se han impulsado y llevado a cabo en los últimos dos períodos rectorales marcan la agenda de la elección en ciernes. Las candidaturas a suceder al Rector Arocena ya están claramente delineadas; por un lado el matemático Roberto Markarián (profesor de la Facultad de Ingeniería y candidato a rector en 2006) y por otro el doctor en Filosofía e investigador del pasado reciente Álvaro Rico (profesor y ex decano de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación). También están claras las posturas programáticas y los bloques de apoyo de ambos candidatos. Se da asimismo la particularidad que ninguno de los dos obtuvo su título de grado en la UDELAR ya que ambos fueron obligados al exilio por la pasada dictadura. Se ampararon en una ordenanza aprobada en 1988 (Markarián pocos días antes de la elección de 2006, Rico hace menos de un mes) que habilita a aquellos que obtuvieron su título en el extranjero y que han cursado un 20% de su carrera en la UDELAR, a solicitar la expedición del título por parte de la casa de estudios.
En los últimos ocho años la Universidad ha alcanzado grandes logros. Resumirlos en este breve artículo obliga a dejar mucho por fuera. A grandes trazos, se ha duplicado el egreso de grado fruto de políticas que persiguen la filosofía de poner al estudiante como centro de la práctica educativa; se ha ampliado en gran forma la oferta de carreras de grado y posgrado; se han reformado los planes de estudio de grado en toda la Universidad, bajo los principios dar mayor flexibilidad a las trayectorias educativas y facilitar los tránsitos horizontales entre carreras; se ha multiplicado y diversificado el apoyo a la creación de conocimiento original y de calidad; se ha duplicado el número de docentes en régimen de dedicación total; se ha aumentado sustancialmente el apoyo al desarrollo de la extensión y se la ha reconocido curricularmente en todas las carreras; se ha transitado hacia una presencia fuerte en todos los puntos del país, con oferta de enseñanza, pero también con radicación de importantes investigadores y grupos de investigación. Y por sobre todas las cosas, con muy diversas iniciativas y políticas, se ha procurado vincular fuertemente la práctica universitaria con los problemas sociales y productivos del país.
Lo hecho admite críticas, propuestas de mejora e incluso revisiones. No todos los impulsos han funcionado de la forma esperada, no todos los frentes han sido abordados con igual fuerza y dedicación presupuestal, no todos los problemas que la Universidad arrastra desde hace décadas han sido solucionados.
Este proceso de cambio ha tocado fibras sensibles en todos los actores que forman parte de la vida cotidiana de la institución, por motivos diversos. Más allá de la natural resistencia y reacción al cambio que ocurre en todo proceso de reforma o transformación, algunos de esos malestares son fruto de sectores que defienden un modelo de universidad distinto al impulsado.
En esa elección entonces estamos frente a dos modelos de universidad en pugna, quizá de una forma mucho más marcada que en anteriores procesos de elección de Rector.
Por un lado Roberto Markarián representa y defiende un modelo de universidad centrada en la investigación y docencia, con alta dedicación de sus estudiantes a las carreras (desvinculados del mundo del trabajo), necesariamente con menor número de estudiantes que en la actualidad (se ha manifestado en reiteradas oportunidades como partidario de la limitación del ingreso). Esta universidad no se debe abocar a colaborar con la resolución de problemas sociales y productivos del país (eso lo debe hacer el Estado a través de las políticas públicas), debe concentrarse en la producción de conocimiento avanzado y de calidad, y en la transmisión de ese conocimiento a sus estudiantes. La agenda de producción de conocimiento debe estar definida exclusivamente por los criterios internos de la disciplina, y el patrón de calidad está dado por el factor de impacto de la revista arbitrada en la que se logre publicar, habitualmente extranjeras y en idioma inglés.
Por otro lado, Álvaro Rico representa una concepción de universidad íntimamente ligada a los destinos del país y que no por ello renuncia a la producción de conocimiento de calidad. La agenda libre de producción de conocimiento en todas las áreas debe ser un valor a defender y preservar, combinado con la contribución, desde el conocimiento, a la resolución de problemas sociales y productivos del país. En el siglo XXI los problemas del subdesarrollo son problemas de conocimiento y una universidad pública de un país subdesarrollado no puede estar ajena a ellos. Esta universidad apunta además a generalizar la enseñanza terciaria de calidad, recibiendo a un número cada vez mayor de estudiantes universitarios, y colaborando con otras instituciones educativas para desarrollar un sistema terciario de educación pública. Para esto debe promover la investigación de calidad en todas las áreas del conocimiento (calidad no sólo medida en cantidad de artículos arbitrados), el vínculo constante con los problemas nacionales (en la enseñanza, en la investigación y la extensión), el mayor desarrollo de los posgrados y la alta dedicación del plantel docente. Además debe estar presente con fuerza en todos los puntos del país.
La aplicación del primer modelo en la Udelar requiere del cierre de muchos programas implementados en los últimos períodos a nivel de investigación, extensión, enseñanza y desarrollo en el interior. Llevaría al cierre de carreras universitarias recientemente implementadas y a la limitación del ingreso de estudiantes.
El segundo modelo requiere avanzar y profundizar las iniciativas implementadas en los últimos años, y desarrollar nuevas estrategias orientadas al mismo fin. Implica promover la mejora de la calidad de la producción de conocimiento en toda la Universidad, y al mismo tiempo la generación de más y mejores mecanismos de construcción y detección de problemas sociales y productivos a los cuales colaborar desde el conocimiento. Hace necesario mantener y promover nuevas iniciativas tendientes a promover el ingreso de mayor número de estudiantes, buscando a su vez mejorar los tiempos y números de egresos. Requiere de estructuras de gestión más aceitadas, de docentes con mayor calificación y dedicación. Debe promover con mayor fuerza la oferta de posgrados de calidad, así como la inserción laboral de los recursos que se forman (los que son frecuentemente obligados al exilio al no existir posibilidades de inserción laboral en el país).
La UDELAR debe ser consciente de lo que está definiendo en esta elección rectoral. No debe dejarse llevar por el instinto conservador o por los malestares generados por los cambios. No debe caer en posturas reaccionarias fundamentadas en un manejo parcial o inexacto de la información sobre las iniciativas implementadas. Es necesario generar acuerdos sobre la necesidad de potenciar la calidad de todo lo que la institución hace (investigación, enseñanza y extensión) sin perder contacto con las necesidades del país. Avanzar hacia una mejor universidad, con cada vez más y mejor desarrollo de sus funciones.
Por: Santiago Alzugaray