“Nuestra juventud gusta del lujo y es mal educada, no hace caso a las autoridades y no tiene el menor respeto por los de mayor edad. Nuestros hijos hoy son unos verdaderos tiranos. Ellos no se ponen de pie cuando una persona anciana entra. Responden a sus padres y son simplemente malos”.
“Esta juventud está malograda hasta el fondo del corazón. Los jóvenes son malhechores y ociosos. Ellos jamás serán como la juventud de antes. La juventud de hoy no será capaz de mantener nuestra cultura”.
La primera frase fue dicha por Sócrates (470- 399 a .C.), la segunda estaba escrita en un vaso de arcilla descubierto en las ruinas de Babilonia (Actual Bagdad) y con más de 4.000 años de existencia.
Ha existido en la historia de la humanidad ese miedo de que lo nuevo es peligroso, desobediente y descarrilado y, sin embargo, aquí estamos…
Se atribuye a la juventud el miedo a lo desconocido porque sabe cosas que los viejos no, pero lo más irónico de todo es que también se le atribuye el futuro. Tendremos que trabajar esta ironía con mayor precisión para no seguir repitiendo frases estúpidas.
Para poder hablar de la baja de imputabilidad primero tenemos que referirnos a la sensación térmica social de que se vive un “peligro inmanente”, y que este peligro tiene como protagonistas a los “menores”, “adolescentes” o “delincuentes juveniles” y también que existe una solución y que ésta es el encierro.
Desde ya discrepamos sobre estos tres supuestos: el supuesto del peligro, el supuesto que asume a la adolescencia relacionada con la delincuencia, y a la cárcel como manera de solucionarlo.
Discrepamos con el supuesto del peligro porque el peor de los peligros que vive un ser humano es que atenten contra su vida, peligro al que fueron expuestos miles de niños que en el 2002 sufrieron una de las crisis más duras que tuvo que afrontar el Uruguay. Estos niños sí saben lo que es el peligro, ya que sus familias quedaron en la calle tras el desempleo de sus padres, durmieron bajo el oscuro peligro de noches, comieron cuando pudieron, sintieron hambre y vieron a sus familias desmembrarse. Fueron expuestos a golpes, abusos y a la vulneración de sus derechos, y sin embargo hoy esos niños, que si saben lo que es sentir peligro, con unos 16 años muchos trabajan, otros estudian y, un tanto menos de lo que dicen, cometen delitos.
El peligro del que tanto miedo tenemos hoy no es ese terror que se vivió ayer. Ese ya está olvidado, o bien por no habernos afectado directamente o bien porque en tiempos de bonanza uno no recuerda la miseria.
El peligro de hoy es un miedo exacerbado y mediático. Es un miedo más vinculado a lo material, al consumo.
El Peligro existe sí, es la cara fea del consumismo, es la otra cara de la moneda que nos gusta gastar. El consumo crea necesidades que llegan a cada uno de nosotros y nos convence de que tenemos que poseer el producto para poseer el estatus, ese consumo que cada vez es más sofisticado no todos lo podemos alcanzar por igual.
También ponemos a discusión el encierro como solución al peligro, ya que es una gran mentira, no existen evidencias de que el encierro rehabilita a las persona, sin embargo lo que sí sabemos es que las denigra, las humilla y las deshumaniza. Esta propuesta no resuelve el problema, más bien lo agrava. El ingreso de niños y adolescentes al sistema privativo de libertad los introduce definitivamente al mundo de los delitos, al romper los lazos de socialización con la sociedad y al asumir los valores de aprendizaje que allí se manejan, ya que en los espacios de reclusión predomina una cultura de aislamiento y se aprende a seguir deteriorándose dejando de ser personas, engordando el número de las no-personas.
Como bien dijo el obispo Julio Bonino no se conoce ningún país democrático del mundo que haya bajado la delincuencia bajando la edad de imputabilidad. Por ello debemos aliarnos con todas las organizaciones que estén en contra de esta reforma; ya que esta reforma viola tratados internacionales y significa en todo sentido un retroceso en derechos humanos.
Por todo esto me atrevo a decir que la reforma constitucional impulsada para bajar la edad de imputabilidad penal de 18 a 16 años de edad, es “incoherente, inútil y oportunista”.
Luchemos por el fortalecimiento de los distintos organismos públicos y la colaboración de toda la sociedad. Debemos comprometernos con acciones que nos lleven a generar procesos que impidan la exclusión de nuestra sociedad a quienes con muchas dificultades están definiendo su identidad, y se les está estigmatizando.
Debemos llevar esta lucha como una antorcha para que en las próximas elecciones todos los jóvenes nos opongamos a bajar la edad de imputabilidad, ya que nuestra bandera debe ser en defensa de los derechos humanos.
Por: Leticia Mazzini García