¿Por qué un plebiscito popular para la reforma política?

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Una reforma amplia y profunda del sistema político es una respuesta a los anhelos populares. El plebiscito puede crear las condiciones para ese cambio.

De las “jornadas de junio”, como resultaron conocidas las manifestaciones en junio de 2013, salieron dos importantes aprendizajes.

El primero de ellos es que los jóvenes, en especial, no se sienten representados por esa política institucional brasilera, desacreditando que las necesarias transformaciones – descritas en los carteles que empuñaban – ocurrirán en el actual Congreso Nacional.

El segundo fue el de la necesidad de construir mecanismos que garanticen la unidad de los sectores populares y de la izquierda, buscando enfrentar la fragmentación y construir una alianza sobre bases programáticas e ideológicas.

En ese sentido, esas manifestaciones demandarán que la izquierda brasilera empuñe una bandera política ofensiva, que pueda resumir esos anhelos populares. Se identificó que las reivindicaciones sociales deberían caminar en dirección a la exigencia de una amplia y profunda reforma del sistema político.

Durante las campañas electorales lo que menos se destaca, paradojalmente, es la política.

Actualmente, las candidaturas políticas no se diferencian por medio de la disputa de proyectos de país (a pesar de que existen). Son pautadas sobre las demandas, que no explicitan sus verdaderos intereses políticos y de clases.

Eso ocurre porque, entre otros motivos, nuestro voto es nominal. Con eso, votamos individuos y no un proyecto colectivo. Ese sistema de votación nominal abre brechas para las leyendas de alquiler, o sea, partidos sin unidad ni identidad ideológica o programática, una verdadera privatización de la política.

Como si no bastase la apatía en la defensa de un proyecto nacional claro, las campañas políticas son profundamente marcadas por el marketing y caracterizadas por demasiada actuación del poder económico.
Con eso, los candidatos que mejor representan los intereses políticos de los grandes grupos económicos son los que reciben más dinero para sus campañas y los que cuentan con una amplia gama de materiales visuales y con un grupo significativo de militancia paga.

Después de electos, el financiamiento privado de las campañas electorales exige su contrapartida. Los parlamentarios pasan a defender los intereses de sus financiadores y de los grupos a los que están vinculados.

Siendo el poder de los grandes grupos políticos y económicos preponderantes en las elecciones, el Congreso Nacional no expresa la correlación de fuerzas existentes en la sociedad brasilera.
Es ese sentido, datos del DIAP (Departamento Intersindical de Asesoría Parlamentaria) apuntan a que de los 594 parlamentarios (513 de la Cámara y 81 del Senado) electos en 2010, 273 son empresarios; 160 componen la bancada ruralista; 66 son de la banca evangélica y apenas 91 se definen como representantes de los trabajadores.

Para enfrentar los mecanismos que mantienen los trabajadores y los movimientos sociales excluidos de los espacios de poder y decisión, son necesarios tres elementos centrales: enfrentar la imposición del poder económico; combatir el oportunismo electoral y enfrentar el problema de la subrepresentación. Para finalizar el análisis de las deficiencias y límites de ese sistema político, es necesario destacar la inmensa disparidad entre la composición de la población brasilera y su representación en la política institucional.

Las mujeres ocupan míseros 9% de los mandatos en la Cámara de Diputados y 12% en el Senado (a pesar de la reciente implantación de la cuota de 30% de mujeres). En el ítem igualdad de género en la política, Brasil ocupa la posición 106 entre 187 países.

En lo que atañe a la población negra, 51% de la población brasilera (IBGE 2010), son apenas 8.5% (43) del total de los parlamentarios. Menos de la mitad de las 27 unidades federativas de la Unión tiene representación negra ed sus Cámaras.

Presión popular

Esa bandera política, empuñada por gran parte de la izquierda en Brasil, tendrá como instrumento de acción un “plebiscito popular” (sin valor legal), en los moldes en los que fueron realizados para temas como ALCA, deuda externa, limite de la propiedad de la tierra, entre otros. Las votaciones responderán a la siguiente pregunta: “Está Ud. a favor de una constituyente exclusiva y soberana del sistema político?”

Estaremos en las calles, del 1 al 7 de setiembre, en todos los estados, gran parte de los municipios, barrios, escuelas, Iglesias… En fin, en todos los locales en que podamos contribuir para crear las condiciones para que la población exprese su deseo de cambio.

Nuestra expectativa es que la votación llegue a los 10 millones de votos. La propuesta de un plebiscito popular contribuye al avance de la lucha política, crea las condiciones objetivas y subjetivas de presión popular sobre la correlación de fuerzas dentro del gobierno federal y del Congreso Nacional. Presión esa que puede llevar a la oficialización de un plebiscito constitucional y abrir camino para las transformaciones. En ese sentido, esa propuesta une la presión y la acción popular con una perspectiva institucional de ganancias concretas.

Uno de los puntos necesarios para una verdadera reforma política es justamente la posibilidad de que las prácticas de referendums y plebiscitos no sean una excepcionalidad. Que puedan ser convocados por la sociedad civil organizada, y no como exclusividad del Congreso Nacional, como ahora acontece.
Para concretar las tareas democráticas, nacionales y populares, que no fueron realizadas en Brasil, la reforma política es condición primera para el avance de las demás.

O sea, sin modificar las “reglas de juego”, algunas reformas que en Brasil adquieren carácter revolucionario, como la reforma agraria, la reforma urbana, la reforma tributaria y la democratización de los medios de comunicación, son perjudicadas.

Es necesario un sistema político que refleje, de hecho, los anhelos de la sociedad brasilera.
Solamente a partir de una profunda reforma en el sistema político brasilero pasaremos a cumplir una prerrogativa máxima de la Constitución brasilera, a saber: “Todo poder emana del pueblo, que ejerce por medio de los representantes electos o directamente”.

Por Juliane Furno- Levante Popular de Juventude. Es graduada en ciencias sociales por la UFRGS, com maestría en desarrollo económico en la Unicamp y militante del plebiscito constituyente del Comité Unicamp.

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