El Estado-Nación vuelve por sus fueros

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Si al inicio de este artículo hacemos acuerdo en dos realidades fácilmente verificables de nuestro presente histórico, seguramente será sencillo comprender la afirmación del título y el por qué consideramos como fundamental que el país continúe invirtiendo -como hasta ahora- en infraestructura para el desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones.

Las circunstancias

En primer lugar, ya es un lugar común afirmar que estamos viviendo la debacle del neoliberalismo, corriente de pensamiento político del imperialismo, cuyo auge estuvo basado en la creencia de la inmutabilidad de un mundo unipolar.

En la década de los 80, el “laissez-faire”, para el mercado privado, volvió a instaurarse en la fraseología de políticos, economistas y cientistas sociales de la mano de las reformas económicas del dictador Pinochet -en Chile- supervisado por los “Chicago Boys” de Milton Friedman.

Ese auge del sistema, con el capital financiero y transnacional al frente, fue seguido por una sucesión de crisis que ya son historia reciente. Frente a esto, el imperialismo ha intentado mantener su hegemonía militar, económica y cultural recurriendo a cualquier crimen: desde el derribo de las torres gemelas en Nueva York hasta la creación de la Organización del Estado Islámico, pasando por el golpe de Estado en Honduras, el acoso contra Venezuela, el fomento de las “revoluciones naranja”, el impulso a la firma de tratados de libre comercio y un largo etcétera. Sin embargo, la crisis financiera terminó con la unipolaridad imperialista, haciendo visible la existencia y el peso de otros actores, con intereses disímiles; el conjunto de países denominados BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), naciones que por razones diversas se ven enfrentadas al dominio imperial, caso de Venezuela e Irán, y muy tímidamente estados de la vieja Europa, aparecen hoy como las fuerzas que van modelando un mundo multipolar.

En definitiva, la caída del muro de Berlín no fue el fin de la historia como auguraba Francis Fukuyama. La mundialización no cambió las fronteras de los países por límites definidos a través de mercados cautivos de empresas internacionales. En cambio han surgido reclamos nacionales en todos los continentes y se han desarrollado bloques políticos y comerciales que -más allá de los deseos de sus impulsores- se ven enfrentados al imperio norteamericano. Como Roma en su momento, el amo del mundo sólo ofrece hoy destrucción y muerte, ha dejado de lado toda ecuanimidad, desnudando el verdadero rostro del sistema capitalista.

El segundo tópico a considerar tiene que ver con los escenarios abiertos por la irrupción del sitio de Internet WikiLeaks y las denuncias del ex agente de inteligencia Edward Snowden.

Hoy los medios nos presentan como lo más importante de la existencia de la organización WikiLeaks, la situación de su fundador, el australiano Julian Assange, asilado en la embajada ecuatoriana en Londres. Sin embargo, existe un antes y un después de las filtraciones de documentos secretos, publicadas por esa organización a partir de 2008.

Lo más impactante han sido los videos sobre torturas y asesinatos cometidos por el ejército norteamericano en Medio Oriente, en el marco de su llamada “guerra contra el terror”; pero existen miles de comunicaciones, desde y hacia las embajadas yanquis de todo el mundo, consideradas como la mayor filtración de documentos secretos de la historia; así como correos electrónicos de la agencia de inteligencia privada y espionaje estadounidense Stratfor. No se salvó ni nuestro pequeño Uruguay. Esos documentos diplomáticos y los correos privados, revelan, en última instancia, la preocupación de la élite imperial por mantener el status quo bajo cualquier costo.

Por otra parte, el amigo Snowden, antiguo empleado de la CIA y de la NSA, puso al desnudo el sistema de vigilancia mundial del gobierno de EE.UU. Trabajando para un contratista de inteligencia privada, en Japón, terminó revelando los programas de vigilancia masiva conocidos como PRISM y Xkesyscore, para luego exiliarse en Rusia.

Esta acción ha tenido, entre otras, dos consecuencias importantes: Le permitió al gobierno norteamericano avanzar en programas de control sobre sus propios ciudadanos, bajo la excusa de combate al “terrorismo” y dejó claro que cualquier líder del planeta es considerado objeto de investigación, ya sea que pertenezca a un país aliado o no. Pero nada se le hace fácil a un imperio en decadencia, dado que seguramente siente, a cada paso, que los hunos -todavía sin Atila- se preparan para el combate final.

La reacción

A nuestro entender, la caída en desgracia de la mundialización de la economía, tal cual es concebida por el capitalismo transnacional, más la constatación del avance en el control informático y comunicacional por parte del imperio, han obligado a una reacción del resto del planeta, dirigida a protegerse reforzando las atribuciones estatales. En pocas palabras, se vuelve al concepto de Estado-nación, en otro estadio de desarrollo; por ejemplo, estos territorios con sus respectivas poblaciones y gobierno, no se conciben aislados sino en asociaciones de conveniencia -en general regionales- que les permiten una mejor defensa de sus intereses.

El desarrollo científico-técnico actual está basado en las tecnologías de la información y las comunicaciones; por lo tanto, quien controla y administra el almacenamiento y los canales de intercambio de información, tiene la llave para apropiarse de la mayor parte del valor que las mismas puedan generar. Aquí está el nudo gordiano que el imperio intenta mantener irresoluble a toda costa, que debemos desatar tajantemente y sin contemplaciones quienes nos enfrentamos a sus designios -tal cual cuenta la leyenda, realizó Alejandro Magno con su espada.

En Uruguay, para avanzar en el camino de la independencia tecnológica y computacional se están recorriendo dos vías, más o menos al unísono.

Por una parte, se trabaja en el desarrollo del necesario andamiaje jurídico, creando un marco legal consistente para la protección de los derechos de nuestra población y para la acción proactiva del Estado. Es destacable, dentro de ese marco, la ley de formatos abiertos y utilización de software libre en el Estado, aún pendiente de reglamentación por parte del Poder Ejecutivo, entre otras iniciativas ya sancionadas o en proceso legislativo.

La otra vía tiene que ver con el avance y fortalecimiento de Antel, empresa estatal que el Frente Amplio, junto a nuestro pueblo, supo salvar de las garras del neoliberalismo encarnado en dos exponentes claramente aliados al imperialismo, en dos momentos distintos de nuestra historia reciente: en 1992, Lacalle y su ministro De Posadas; luego el fantástico Jorge Batlle y su ministro Bensión, en el año 2001.

A diez años de gobierno del FA, fundamentalmente en el último quinquenio, hemos dado pasos gigantescos hacia la completa soberanía respecto de las comunicaciones: el tendido de fibra óptica, llegando hoy a medio millón de hogares conectados, y la implantación del más moderno centro de datos a nivel latinoamericano, con un nivel de calidad Tier III (lo que asegura la no interrupción de servicios sobre la infraestructura).

Está pendiente una ley marco de Internet, similar a la de Brasil, pero haciendo mayor énfasis en la obligación de que los datos de nuestros ciudadanos permanezcan en territorio nacional, pues el Data Center de Antel, combinado con la fibra óptica al hogar, dan por tierra con el argumento de falta de infraestructura. Su aprobación deberá también llevar al aggiornamiento de la próxima ley de medios.

El monopolio estatal sui generis impuesto por nuestra empresa de telecomunicaciones -en relación al canal de fibra y a los servicios de Internet en general- fortalece la soberanía del país a la vez que nos pone a tono con la tendencia mundial de los Estados que vuelven a ejercer un control cada vez más estricto, ya sea en sus fronteras físicas como virtuales, básicamente en aras de la defensa de intereses comerciales. Siendo un poco maniqueos en el planteo, podríamos afirmar que Antel está poniendo a disposición del país la plataforma que permitirá comunicaciones entre los uruguayos, imposibles de detectar y grabar por parte de la Agencia de Seguridad Nacional norteamericana.

Sumemos al accionar de la empresa estatal de comunicaciones los avances en eficiencia, rapidez y transparencia, con respecto a la relación de los ciudadanos con el Estado, logrados por la aplicación de las distintas modalidades de gobierno electrónico, la alfabetización digital desde temprana edad vía Plan Ceibal, los logros en investigación y desarrollo científico promovidos por la propia Antel junto a la Universidad de la República, cuyo más claro exponente es el satélite Antel-Sat, y el aumento de la inversión pública promoviendo la innovación, podemos afirmar que Uruguay está realizando una revolución científico-técnica que no sólo lo coloca entre los primeros lugares del mundo en cuánto al desarrollo de las tecnologías de la información y las comunicaciones, sino que además, ésto llega también para dar respuesta a un momento geopolítico único, en el cual las tensiones internacionales se agudizan, requiriendo de cada Estado acciones firmes en defensa de su soberanía e independencia.

Por: Carlos Pirez

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