Conocer Rusia en tiempos de Putin es un ejercicio intenso. Uno se topa de golpe con el efervescente nacionalismo ruso que deja atónito a cualquiera y al caminar por las grandes calles de Moscú se vuelve testigo del apoyo inmenso de la gente, ya que Putin ciertamente levantó el orgullo nacional de un pueblo que estaba deprimido, hundido y sin espíritu.
Y es que después de la caída de la U.R.S.S., Rusia se convirtió en una ex potencia decadente, que jugaba un rol secundario en el panorama político mundial.
Desde mayo de 2012 Vladimir Putin ejerce su tercer mandato presidencial en el país más grande del mundo. Ocupará el sillón presidencial del Kremlin hasta el año 2018, de acuerdo con la enmienda constitucional aprobada en el 2008, y luego de dos mandatos consecutivos entre 2000 y 2008.
A partir de algunas y puntuales decisiones de sus gobiernos se ha ido creando una nueva etapa en la cuál Rusia se acerca a grandes potencias emergentes como China, Irán e India y a otros países como Cuba, Venezuela y Ecuador, acercamiento que no necesariamente se da por cuestiones ideológicas… sino mas bien… me lleva a pensar en el viejo proverbio árabe: «Los enemigos de mi enemigo son mis amigos»
Creando así una etapa geopolítica Multilateral, dónde el imperialismo norteamericano deja de ser omnipotente. Con Putin hay una vuelta a la esencia de Rusia, una vuelta anhelada por su pueblo, pero una vuelta que molesta a Occidente. Amado, odiado, fanatizado, criticado, temido y polémico… Putin es un fenómeno dentro y fuera de su enorme país.
Por: Fiorella Porro