El significado de la reelección de Dilma Rousseff como presidenta de Brasil el 26 de octubre pasado, además de significar la derrota de los “rentistas”, de los medios y de los conservadores nacionales en general que diseminaron una sórdida campaña de odio contra el PT y el gobierno, fue también la derrota de aquellos que en el exterior apostaban al retorno de las políticas del “Estado mínimo”, privatizaciones y flexibilización de los derechos laborales. El “mercado internacional” hinchaba por la victoria de los que defendían en la campaña la inserción brasileña en las cadenas productivas internacionales, es decir, la subordinación de nuestra economía a los intereses de las empresas multinacionales cuya mayoría tiene sede en los EEUU, Unión Europea y Japón, implicando en el plano inmediato más apertura comercial, políticas de austeridad, protección a los inversores, entre otros flagelos neoliberales. Una prueba de ello fue la opinión de la revista británica The Economist defendiendo el voto por el candidato de la oposición Aécio Neves, una semana antes de las elecciones.
En este momento, además de demarcar su significado, es necesario analizar también cómo se dieron las cosas durante la campaña electoral y los sórdidos instrumentos utilizados por las oposiciones brasileñas, allí incluidos los partidos neoliberales, una expresiva parte de la prensa, sectores del poder judicial y sectores del aparato del Estado. Luego de la terrible tragedia que victimó al candidato Eduardo Campos, del Partido Socialista Brasileño, asume la candidatura presidencial por el PSB la ex senadora petista Marina Silva, que en 2010 se había postulado por el Partido Verde y, embalada por una supuesta aura ecologista y por un gran esfuerzo por parte de los medios de presentarla como representante de “una nueva política” y del fin de la disputa entre dos proyectos de país, asume la delantera entre los candidatos de oposición en las encuestas para la primera vuelta de las elecciones. Su diferencia de puntos en las intenciones de voto fue menguando a medida que avanzaba la campaña, con el horario electoral en los medios de comunicación, en función de la inconsistencia de sus argumentos en lo concerniente a la “nueva política” y la similitud con el proyecto neoliberal representado por Aécio Neves, este sí vocero de la matriz del pensamiento neoliberal brasileño. Así es como Aécio Neves emerge de la primera vuelta como el verdadero representante de esta matriz.
Cupo a la candidatura de la Presidenta Dilma Rousseff y a su campaña, en un movimiento muy acertado, desnudar a los ojos del electorado qué estaba por detrás del discurso de “cambio de verdad” del candidato Aécio Neves: bajar la inflación al costo de tener una política de altas tasas de interés, desempleo, el fin de las políticas de valorización salarial, la reducción del papel de los bancos públicos, el fin de la política de subsidios al programa de vivienda “Mi casa, mi vida”, entre otros temas importantes para el pueblo brasileño.
Las oposiciones, por su parte, venían con el discurso de combate a la corrupción, que el PT habría “inaugurado en el país”, siendo el principal argumento de Aécio Neves el de ser “el mejor candidato para derrotar al PT y a la corrupción”. En esta línea discursiva, contaron con expresivo apoyo de la mayoría de los órganos de prensa, que amplificaron las denuncias de corrupción en la Petrobras (cuyo ex director, Paulo Roberto Costa, nombrado en 1997 por Fernando Henrique Cardoso y despedido por Dilma Rousseff en 2012, está bajo investigación de la Policía Federal y del Poder Judicial Brasileño, con quien hizo un acuerdo de delación premiada, al igual que un cambista partícipe del esquema de corrupción investigado).
De esta manera, durante las tres semanas pasadas entre la primera y la segunda vuelta, se filtraron “selectivamente” a la prensa declaraciones de los delatores, con acusaciones sin pruebas a miembros o parlamentarios del PT que, tras enorme amplificación por parte de los medios, eran desmentidas por abogados, o no eran acompañados de ninguna comprobación. El propio abogado del ex director de la
Petrobras había sido miembro del Consejo de Saneamiento del estado de Paraná, gobernado por el mismo partido de Aécio Neves, el PSDB.
Aún así, la candidatura de Dilma Rousseff movilizó a miles y miles de personas, fue creciendo y consolidándose como vencedora en los sondeos de opinión y entre la mayoría del electorado brasileño.
Para nuestra alegría, enormes sectores de las juventudes brasileñas se involucraron espontáneamente en nuestra campaña, en todo el inmenso país. Además de defender el legado de los gobiernos del PT, altamente inclusivo, de protección de los empleos, salarios y de igualdad de oportunidades para todos los brasileños, Dilma Rousseff presentó un conjunto de nuevas propuestas para mejorar la vida de las personas, de combate a la impunidad y a la corrupción, de combate a la inflación, de mejora de la salud, de la educación y de la seguridad pública. Asimismo, otros sectores de la izquierda, intelectuales, movimientos sociales, que en un primer momento no estuvieron con Dilma, en esta segunda vuelta asumieron claramente el voto contra el retroceso que significaría la victoria de Aécio Neves, ya sea para nuestro país, ya sea para toda la región latinoamericana y caribeña. Así llegábamos, en vísperas de las elecciones, con la candidatura Dilma Rousseff en clara ascensión en todo el país.
Fue entonces cuando, la noche del jueves, a menos de 72 horas de la votación, restando ya muy poco tiempo de campaña electoral, ocurre el intento de golpe mediático. Una revista semanal, anticipando su edición (que usualmente sale los domingos), trae en la portada una supuesta declaración del cambista investigado, sin NINGUNA comprobación, de que Dilma y Lula estarían implicados en el esquema de corrupción de Petrobras. Además de ser debidamente amplificada por la prensa, la tapa de dicha revista, con ese titular y foto de Dilma y Lula, se convirtió en panfleto de campaña distribuido por los apoyadores de Aécio Neves en todo el país. Para completar el intento de golpe, la mañana del domingo mismo de las elecciones circularon notas en sitios web “fake” que imitaban las páginas virtuales de un periódico de repercusión nacional, de que el cambista delator habría sido “eliminado” por el PT… Puede parecer una historia de ficción, una telenovela, como dijo un senador amigo de un país vecino sobre las elecciones brasileñas. Pero fue así.
Evidentemente, Dilma Rousseff reaccionó públicamente con fuerte indignación a esas falsas acusaciones y al intento de golpe mediático, además de recurrir a la Justicia Electoral. El gobierno de Dilma Rousseff, así como los de Lula, fueron los que más medidas de combate a la corrupción tomaron en la historia del país, al igual que jamás dejaron encajonar cualquier denuncia de corrupción y siempre aseguraron la independencia de los órganos de investigación, policiales o judiciales (al contrario de los gobiernos del PSDB, a nivel nacional o estadual). Sin embargo, por el poco tiempo que restaba antes de los sufragios, la repercusión negativa fue uno de los factores que seguramente disminuyó el porcentaje que su candidatura venía presentando en todas las encuestas de opinión (entre 4 y 10 porciento de diferencia). Siempre supimos que este proceso electoral sería muy disputado, que fuerzas poderosas, nacionales e internacionales, la famosa “mano invisible del mercado”, estarían actuando. Fue así también en 1989, en la primera candidatura de Lula contra Fernando Collor, y los “personajes mediáticos” son los mismos.
Votaron 112.683.870 electores: Dilma Rousseff obtuvo 54.501.118 votos (51,64%), Aécio Neves 51.041.155 votos (48,36%), Blancos y Nulos: 7.140.000 (5,34%) y Abstenciones 30.137.000 (21,10%). En la Cámara de Diputados, el PT sigue como primera fuerza, aunque redujo su bloque de 88 a 70 diputados. Se destaca, además, en la Cámara, el crecimiento de grupos conservadores relacionados al bloque religioso, al bloque ruralista y a sectores de la extrema derecha (ex policías y ex militares), así como el crecimiento de la fragmentación: eran 22 partidos en 2010, tendremos ahora 28 partidos representados en la Cámara de Diputados. En el Senado Federal, el PT sigue con 13 escaños (uno menos que en 2010).
PT eligió además a 5 gobernadores: Acre (reelecto), Bahía (reelecto), Ceará, Minas Gerais y Piauí.
Al final, el pueblo brasileño triunfó. Los festejos de la victoria invadieron la madrugada del lunes, cuando Brasil amaneció con Dilma Presidenta de nuevo, ¡con la fuerza del pueblo! Muchos retos se nos plantean por delante, muchos de ellos similares a los de los pueblos latinoamericanos de esta parte del mundo, América Latina y el Caribe, que vienen dando al mundo un significativo ejemplo de solidaridad, inclusión social y oportunidades para todos. Por eso, compañeros y compañeras, decimos, ¡la lucha continúa!
Mónica Valente. Secretaria de Relaciones Internacionales de PT