Otro México es posible junto con los que caminan con dignidad, abajo y a la izquierda.
«La niebla es el pasamontañas que usa la selva.
Así ella oculta a sus hijos perseguidos.
De la niebla salen a la niebla vuelven»
El 17 de noviembre de 1983 un reducido grupo de indígenas y mestizos, formado por cinco hombres y una mujer, armaron un campamento en el corazón de la selva Lacandona en el estado de Chiapas en México, bajo el cobijo de una bandera negra con una estrella roja de 5 puntas y las siglas E.Z.L.N., así formaron el Ejercito Zapatista de Liberación Nacional y le declararon de forma contundente la guerra al corrupto gobierno Mexicano.
10 años de clandestinidad.
10 años de secreto… secreto a sabiendas entre miles de indígenas rebeldes.
10 años preparándose sigilosamente para el ansiado levantamiento perpetuado el 1° de Enero de 1994.
Ya se cumplieron más de 20 años, y hace no mucho tiempo vimos atónitos como el subcomandante Marcos se despedía de los medios, dejando atrás su nombre pero no su lucha, hoy en día es el célebre Subcomandante Galeano, nombre que adoptó luego del triste asesinato del compañero maestro zapatista Galeano hace poco más de un año a manos de los paramilitares.
Siempre sentí una gran admiración por la lucha zapatista, cada palabra del subcomandante Marcos caló hondo en mi mente y en mi corazón. Este año entonces me decidí, compré pasaje a México y me fui, no quería esperar más.
Llegar a Chiapas es fácil. Y hablar de Chiapas es hablar del zapatismo. Entrar a Chiapas es entrar a territorio indígena libre. Allí dónde «el Pueblo manda y el gobierno obedece», dónde la tierra es de quien la trabaja.
Llegué a Chiapas con la idea de presentarme en el caracol de Oventic ya que es el más visitado del territorio zapatista por gente de todo el mundo. Hacia allí nos dirigimos luego de recabar información en el último pueblo que paramos: San Cristobal de las Casas, ya que los caracoles no se encuentran en lo mapas territoriales. Preguntando preguntando alguien en un bar nos dibujo un mapa y nos indicó que nos encontrábamos más o menos a una hora de carretera del lugar.
El tema fue que en los viajes como en la vida, los imprevistos están a la orden del día. Eran tiempos de elecciones, había ganado el PRI en la zona, y el partido Verde no aceptaba la derrota, por lo que decidió hacer corte de ruta justo a pocos kilómetros de Oventic, nos topamos de frente con un piquete con unos 30 hombres vestidos con remeras del partido verde, ahí mismo nos hicieron pegar la vuelta sin darnos por supuesto muchas explicaciones, creo que ni ellos sabían porque estaban allí. La plata manda y la necesidad obedece.
Seguimos viaje, fijamos nuevo rumbo. Alguien nos nombró un lugar, algo así como el paraíso en la tierra… «Roberto Barrios»… unas cascadas… unas cascadas que quedan justo inmersas dentro de una comunidad zapatista. Y hacia allí fuimos. Primero pasamos por las cascadas, un chapuzón, nos refrescamos y con toda la ilusión y las ganas nos presentamos en la puerta de la Junta de Buen Gobierno del Caracol N°5 Roberto Barrios.
Nos atendió un joven que nos mandó simplemente a esperar. Al parecer llegamos justo en el momento en que la junta se encontraba reunida con gran parte de la comunidad.
Tomamos asiento a un costado del camino, más precisamente al lado de lo que fue en algún momento el campamento de Paz en el cuál pernoctaban compañeros que llegaban de distintos rincones del mundo. Me dio un poco de pena verlo venido a menos, abandonado, me deprimió la situación pero al levantar la cabeza vi como seguía llegando gente a la gran asamblea que ocupaba a gran parte de la comunidad, y pensé alegremente: el movimiento sigue vivo!.
Después de casi una hora de espera volvió el mismo muchacho que nos recibió y finalmente nos abrió el portón de entrada y nos hizo pasar.
Ingresamos a una pequeña sala en dónde se encontraba un compañero zapatista con su rostro tapado con el habitual pasamontañas que los caracteriza, estaba sentado al frente de un pequeño escritorio ataviado con lo que pude observar un registro de visitas. Tras un par de preguntas de estilo, como de dónde venimos, nombres, nacionalidad, ocupación y motivo de nuestra visita, muy amablemente nos hicieron tomar asiento un rato más, pero ésta vez nos encontrábamos del otro lado.
Unos diez minutos más tarde ya estábamos adentro del edificio de la Junta de Buen Gobierno, nos hicieron tomar asiento mirando hacia una larga mesa en la cuál se encontraban sentados un grupo de unas 6 o 7 personas, también con rostros tapados con pañuelos y pasamontañas, un saludo de bienvenida muy escueto, miradas curiosas, silencio y calor… no habían ventanas en la habitación, la puerta estaba cerrada y a nuestra derecha se encontraba otro compañero zapatista sentado con un cuaderno en su falda en el cual tomaba apuntes, atrás nuestro junto a la puerta de entrada otro compañero sentado muy sigilosamente el cuál no dijo una sola palabra durante toda la reunión.
Fue una entrevista en dónde ellos estaban preocupados en saber de nosotros, les daba curiosidad nuestra curiosidad, querían saber como era que sabíamos de ellos, como sabíamos del caracol Roberto Barrios, nuestras ocupaciones y sobre todo querían saber acerca de los movimientos indígenas en nuestro país (vergüenza aparte, pregunta que contestamos simplemente sin entrar en escabrosos detalles).
Mi primera impresión fue una mezcla de emoción y alegría al ver que en su mayoría la Junta estaba constituida por jóvenes, hombres y mujeres, que evidentemente no superaban los 25 años de edad. Fue mi primer comentario, comentario que desató el primer debate de la tarde, ellos hicieron hincapié en la importancia de incluir a los jóvenes de la comunidad, en hablarles e instruirlos, en la lucha ardua a la que se enfrenta el movimiento al tratar de evitar que sus jóvenes escapen a las grandes ciudades cegados por las luces de la «modernidad», palabra que usaron recurrentemente. Justamente ese es el problema del movimiento zapatista hoy día, la lucha contra la amenaza que representa para ellos la modernidad. La lucha en mantener y seguir sus orígenes. «No crean que es fácil, nuestros jóvenes parten a diario en busca de trabajo tentados por las grandes ciudades y no regresan» «el movimiento hoy día se mantiene gracias a la participación sostenida de nuestros jóvenes, gracias a los que se quedan y no abandonan sus costumbres».
La charla no era muy fluida, entre ellos dialogaban en Totzil que es un dialecto indígena, y el interlocutor era casi siempre el compañero que tenía el cuaderno sentado a nuestro lado. Los jóvenes asentaban con sus cabezas pero no preguntaban, salió casi como en broma el tema del Chapo Guzmán, tema que desató las risas de todos, y luego nosotros comentamos el corte de ruta cercano a Oventic por el partido verde, tema que los sensibilizó, resaltaron la violencia en la que está sumido hoy día el pueblo Mexicano, masacrándose entre sí: «Se están matando entre ellos», «nuestra gente vende su voto y su orgullo por un pollo y una remera» se remitieron a comentar. Es un tema que cala hondo y duele, basta con visitar algunas comunidades indígenas ajenas al zapatismo para ver la pobreza de su gente, chabolas precarias con carteles con la imagen del político de turno, los partidos políticos en México son todos iguales, todos malos, corruptos y violentos, la gente lo sabe pero simplemente se resignan. Por eso el zapatismo es una luz, porque representa para ellos la salvación. Después de vivir en carne propia como un grupo de niños pequeños me perseguían pidiendo agua y comida, de ver gente vestida solamente con remeras de distintos partidos políticos y ataviados con su merchandising tales como gorros, mochilas y paraguas, de ver indígenas cortando rutas por el poder de un partido político que no los representa, de ver la más triste e injusta ignorancia, después de ver todo eso, llegar a una comunidad zapatista y ver a su gente organizada y preocupada, con viviendas honradas, con escuelas y policlínicas simplemente me hizo emocionar y mantener mi fé en la especie humana. Los zapatistas siguen organizados, construyendo con sus propias manos todo lo que por años el gobierno les ha negado, orgullosos de sus raíces, conscientes de que su lucha representa un foco de resistencia a la globalización capitalista del mundo.
Ya lejos de Chiapas escribo esto y miro las fotos. Tengo la tremenda sensación de haber cumplido un sueño. Atrás quedó el calor de la selva, con su olor, sus ruidos y su verde… ese verde que cubre las ruinas de lo que alguna vez fue territorio Maya y que hoy día es el cobijo de la gran semilla zapatista.
Entre la luz y la sombra, la tierra y la selva, la palabra y el silencio… cuando no hay cámaras ni micrófonos, cuando los medios los ignoran y el gobierno los excluye, mientras muchos los callan y los persiguen, ellos simplemente existen, el movimiento está más vivo que nunca aunque se ignore y se calle.
Por: Fiorella Porro Lucas