Tareas y desafíos del movimiento sindical

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Por: Federico Steinhardt*

El movimiento sindical ha sido en el Uruguay el eje vertebrador de las distintas luchas sociales. Una riquísima historia de luchas que no se agotaron en lo meramente salarial, sino que siempre estuvo presente la necesidad de superación en términos de relaciones sociales, de las actuales condiciones que someten a las grandes mayorías a la voluntad de unos pocos privilegiados.

¿En qué terreno estamos parados? Mitos y realidades

La región latinoamericana, atraviesa un momento de complicaciones, producto de su inserción dependiente en el mercado internacional. Los distintos procesos (más o menos progresistas) si bien lograron notorios avances en la calidad de vida de muchos, no lograron modificar sustancialmente sus economías. Seguimos siendo exportadores de materia prima de escaso o nulo valor agregado (commodities), y por tanto, muy dependientes de los vaivenes de las economías centrales. Uruguay no escapa a esa realidad latinoamericana, y ciertos síntomas del enlentecimiento empiezan a sentirse por estos lares. El modelo de «pacto distributivo», que contemplaba cierto derrame hacia los sectores populares sin afectar los márgenes de ganancia del capital, parece estar llegando a su fin, y por lo tanto se acerca el tiempo de tomar definiciones. No es más que eso, y es una rotunda mentira, la cantinela de aquellos sectores que plantean que estamos en un escenario de crisis. Aquí no hay un tema de achicamiento de la economía, en todo caso, lo que sí hay es una «desaceleración» del crecimiento, pero igual la economía sigue creciendo.

Intentar desarmar algunos mitos

A los trabajadores se nos acusa de irresponsables por querer mantener cierta participación (muy menor por cierto en los ingresos del país) cuando la economía se enlentece. Pero, si nosotros no podemos ni debemos mantener ese margen, ¿por qué los capitalistas sí? No hay nada más corporativo que el Capital. Si en un momento de crecimiento (más lento, pero crecimiento al fin) plantean la congelación y hasta la pérdida salarial, ¿acaso eso no es avanzar de manera ofensiva sobre la contraparte? Es para cuidar la economía, porque según los economistas neo clásicos, el salario genera inflación. Algo de realidad tiene, pero sólo algo, y muy poquito. Según el estudio de Tajam y Cultelli, sobre la inflación del año 2013, sólo un 13% de esa inflación se explica por la variable salario, el restante 87% obedece a otros motivos. Un reciente estudio publicado en el semanario Brecha, nos muestra una variedad de productos importados, que son remarcados al mercado interno en casi un 1000%. ¿La especulación no genera inflación? ¿Acaso la evolución del precio de los alquileres no ha superado el IPC sistemáticamente? ¿Acaso la evolución del precio de la Canasta Básica Alimentaria no está 39% arriba de la evolución del IPC? Esas otras «variables» de la inflación, ¿no son más preocupantes que la incidencia del salario? Y este concepto es importante, al preguntarnos ¿quién es el corporativo?, ¿los 700.000 trabajadores que ganan menos de 15.000 pesos, o el 1% de la población que se queda con el 14% de los ingresos? Ese 1% más rico, acapara el mismo 14% de riqueza que el 40% más pobre. La desigualdad, sigue siendo algo que rompe los ojos del que tenga voluntad de ver.

Construir la ofensiva programática

Desde el movimiento sindical algo hemos avanzado en tal sentido y mucho es lo que nos falta por avanzar. En la elaboración de dicho programa, pero sobre todo en la comunicación de esas propuestas, y en un decidido Plan de Lucha, en un método para conquistarlo. En la encrucijada actual, y sabiendo que se terminan las condiciones materiales que dieron origen al actual «pacto distributivo», no habrá «punto muerto», de aquí en más, el que no avanza retrocede. Por lo tanto, o se ingresa en un nuevo ciclo de reformas estructurales que contraigan en algo las ganancias de los grandes poderosos (ese 1% de población que se queda con el 14% de la riqueza), o se ingresará indefectiblemente en un ajuste sobre las grandes mayorías de la población. Algunos temas son centrales en este debate, que requerirán mayor análisis que el de estos cortitos renglones, pero sólo en tren de ubicarlos. El déficit fiscal y sus componentes estructurales: a) la deuda pública, sus orígenes, cuándo, cómo y para qué se contrajo. b) la baja recaudación del Estado (aún en términos comparativos de región), la necesidad de disputa de la renta de la tierra que es el grueso del ingreso nacional. c) los «manuales contables del FMI» que obligan a contabilizar toda inversión de las Empresas Públicas como déficit fiscal en el año corriente. d) las «transferencias» a la Seguridad Social, que no es otra cosa que subsidiar las cajas deficitarias (militar, policial, bancaria), a su vez que licuar el desfinanciamiento progresivo del BPS producto del nocivo sistema de Afaps, que hace que la mitad de los aportes vayan a privados…

Podríamos seguir enumerando temas, pero con estos cuatro, hay para entretenerse, y sobre todo, habrá mucho por luchar, debatir y confrontar. Y sobre todo esto último, en cuanto al rol del movimiento sindical en un escenario de enlentecimiento. No tendremos otra que confrontar. Como primer aspecto, para no perder lo ya conquistado (que tanta pelea nos costó), al tiempo que sostener una perspectiva de posibles avances, que merecemos y mucho, como constructores de la riqueza.

Las fuerzas sociales para el cambio, el problema del «sujeto»

En el escenario anteriormente planteado, habrá que tener sabiduría para tejer las necesarias alianzas. La cual implica los distintos sectores que serían afectados por el ajuste que necesita aplicar el capital. Trabajadores asalariados, cuentapropistas (que trabajan básicamente para asalariados), pequeños comerciantes que venden a asalariados y cuentapropistas, productor agropecuario que coloca sus productos en el mercado interno. Todos estos sectores, serán afectados de aplicarse una política de ajuste sobre los ingresos de las grandes mayorías populares, en particular de los salarios. El movimiento sindical tiene una enorme responsabilidad en dicho proceso de acumulación de fuerzas sociales para el cambio. Por ser el más organizado de los actores del movimiento popular, por su acumulación histórica de elaboración y experiencia en defensa de las grandes mayorías. En síntesis, ante un escenario de “enlentecimiento” no queda otra opción que una contraofensiva programática, que vaya delineando las posibilidades de un desarrollo basado en el trabajo, con una fuerte intervención del Estado en la economía, ya que ese desarrollo no lo encabezará la gran burguesía rentista que se beneficia del actual patrón productivo y de acumulación. A su vez, para garantizar el acceso a productos básicos, la intervención del Estado, en la producción y regulación del comercio de productos considerados de la «canasta básica de consumo», cerrando espacio a la especulación, como política efectiva de freno y contención de la inflación.

El movimiento sindical es quien puede encabezar un bloque social que irá construyendo su correlato político, confrontando con la estructura de desigualdad y dependencia, para empujar los cambios que nuestra sociedad necesita. No es tarea fácil, pero es la tarea a realizar, obligados al avance para no retroceder.

* Miembro del Consejo Directivo Nacional del SUNCA.

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