Por Fernando Gómez*
El 22 de Noviembre, en Argentina, el pueblo habrá de elegir no sólo a su futuro presidente, si no que habrá de decidir sobre dos proyectos de país que antagonizan a lo largo de los mas de doscientos años de historia de nuestra Patria.
Dos modelos de país, dos miradas antagónicas sobre la historia, el presente y el futuro de nuestra nación, se disputan en la arena de un balotaje.
Mauricio Macri encarna electoralmente el país que soñaron Mitre y Rivadavia, el país pequeño al que le sobra territorio y gente, que beneficia a los pocos que viven del trabajo de los demás, que se soñó como “granero del mundo” servil a las necesidades de las grandes potencias. El país de las relaciones carnales con yanquis e ingleses de Menem, del ajuste sobre la espalda de los trabajadores, de los humildes con hambre que terminó con De La Rúa escapándose del gobierno en un helicóptero.
En el otro rincón de la historia, andamos nosotros. La argentina grande con que San Martín soñó, que forjó Perón, y que tiene el testimonio indeleble de doce años de conquistas populares en los gobiernos de Néstor y Cristina Kirchner. Daniel Scioli es la síntesis electoral con la que el 22 de noviembre vamos a las urnas.
Pero no sólo está en juego el destino de nuestra Nación, también se pone en juego el futuro de nuestra Patria Grande. Mauricio Macri expresa electoralmente el proyecto de la ofensiva neoliberal sobre Nuestra América pensado en las usinas del Departamento de Estado de los yanquis. Bajo el discurso del “Cambio” se esconde una restauración conservadora sobre América del Sur, expresada por Capriles y López en Venezuela, por Uribe en Colombia, por Aécio Neves en Brasil, por Lasso en Ecuador, por Doria Medina en Bolivia, y encuentran soporte mediático en la brutalidad discursiva de Vargas Llosa.
Paradójicamente, Mauricio Macri esconde detrás de consignas lavadas su programa económico para la Argentina, que implica devaluación de la moneda, ajuste estructural del Estado como regulador de la economía y un proceso de endeudamiento progresivo en el mercado financiero mundial. Sin embargo, no encubre su mirada sobre la Patria Grande.
Ha señalado en reiteradas oportunidades que la Argentina se encuentra aislada del mundo, en referencia a su política de integración suramericana y su alejamiento de las potencias extranjeras. Ha reiterado su deseo fervoroso de revisar los aranceles de la importación, para permitir el ingreso de bienes y servicios que no precisamente llegan de nuestros hoy aliados suramericanos. Ha reiterado hasta el cansancio, que su política internacional tendrá como objetivo principal romper las relaciones diplomáticas con Venezuela.
Daniel Scioli, en tanto, simboliza la continuidad y profundización de un proceso de integración regional, que nos ha motivado enormes discusiones, pero que tiene como objetivo principal fortalecer a este rincón del mundo y proteger nuestra soberanía continental de los buitres que acechan nuestra tierra.
El capricho de nuestras naciones, es andar transitando la historia de modo sincrónico. Y la política, es un arte mucho mas complejo que las formas de la democracia. Debemos construir una victoria enorme de Daniel Scioli en las próximas elecciones, para impedir que a ofensiva neoliberal avance sobre los gobiernos populares de la región, habilitando un juicio político a Dilma en Brasil, desestabilizando a Correa en Ecuador y a Maduro en Venezuela, y acorralando a Tabaré en Uruguay y a Evo en Bolivia.
En Argentina, este 22 de noviembre, tenemos una cita con nuestra historia. Nuestro pueblo estará a la altura de las circunstancias, y nos quedará por delante, junto a Daniel Scioli, la enorme tarea de seguir fortaleciendo la integración de nuestros pueblos, la construcción de aquella Patria Grande con la que soñaron nuestros libertadores. La definitiva batalla de Ayacucho, en la que los Pueblos del Sur nos volvamos a reunir para seguir avanzando a paso de vencedores
*Abogado, Secretario Político de Descamisados, Director de la Revista Oveja Negra.