Mercado… De omnibus dubitandum

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Por Andrés Peláez

Luego de mas de una década de batallas ganadas al neoliberalismo en Sudamérica, la guerra aun no ha terminado. Se han logrado victorias relevantes, pero no definitivas, que eviten un retroceso a tiempos “pasados”. No se ha logrado deconstruir una forma de ver el mundo y en su lugar construir una “nueva” realidad. Así el viejo fantasma del “mercado” parece renacer y vuelve rejuvenecido, disfrazado bajo el concepto de: por la positiva, cambiemos, etc.

El surgimiento de un mercado de trabajo es fundamental para el nacimiento del capitalismo. Sin embargo, hay muchas interpretaciones diferentes del significado de «mercado». Dada las múltiples interpretaciones del término es necesario poner en contexto que entendemos por “mercado” desde un punto de vista critico.

Los ideólogos modernos del mercado siguen considerando a Adam Smith como el profeta del ultraliberalismo. Así Friedrich von Hayek (filosofo, jurista y economista, de la Escuela Austriaca, defensor del liberalismo y critico de la economía planificada y el socialismo), por ejemplo, afirma que «el fundamento de la civilización moderna fue comprendida por primera vez por Adam Smith”. Y la base de la civilización moderna es el «orden espontáneo» del mercado competitivo.

Pero pongamos en contexto el pensamiento de Smith, quien buscó conciliar en su pensamiento la vieja ética y la nueva economía. En vez de rechazar la antigua ética, Smith intentó incorporar algunos de sus elementos centrales en una teoría moral y normativa que podría esbozar un medio para mantener la justicia y la bondad dentro de una sociedad comercial. Inevitablemente esto produce una enorme tensión en su pensamiento mientras intenta sintetizar la moral y el mercado en una nueva teoría.

La interpretación tradicional ha presentado a Smith como defensor del capitalismo y teórico del individualismo. Y es así que, los economistas clásicos como David Ricardo y John Stuart Mill se vieron como los justos herederos de Smith; y esto privó a los primeros autores socialistas de recurrir al autor de “La Riqueza de las Naciones” (publicado el 9 de marzo de 1776). Así en un proceso de vulgarización, la obra de Smith fue transformada por los apologéticos de la ideología burguesa, proceso en el cual Thomas Malthus tuvo un papel preponderante. Lo convirtieron en un apóstol del interés propio, la competencia y el mercado.

El concepto de sociedad de Smith es distinto al individualismo egoísta generalmente asociado con Thomas Hobbes y Bernard Mandeville. Ante todo Smith parte de la sociabilidad natural del ser humano. Y entiende la esencia de nuestra “sociabilidad” en tanto hábitos adquiridos de autocontrol de manera de que el ser humano pueda tener “sociedad”. Por otra parte, la división del trabajo y el intercambio son los presupuestos de su discusión en “La Riqueza de las Naciones”.

La división del trabajo y el intercambio se basan en la cooperación y en la interacción humana. Así, no es el carácter anónimo e impersonal del intercambio a que recurre Smith, sino a la posibilidad de que la participación en una economía de intercambio o «sociedad comercial» podría tener un efecto moralizante en las personas. El gran logro de la sociedad comercial de Smith es «que la opulencia universal se extiende a los estratos más bajos de la población”.

Mientras Smith veía en la sociedad comercial una forma superior respecto de otras, desconfiaba de que los prejuicios y las costumbres impidieran a los mas necesitados de disfrutar de mejores condiciones de vida, que por derecho les correspondía en la sociedad moderna. Es por ello que, siempre defendió el concepto de la “recompensa por trabajar” y en contra de un visión anticuada, afirmó que dicha recompensa “aumenta” en vez de disminuir la capacidad de trabajo de la gente común.

De hecho, define la riqueza en términos de consumo, que según él es “el único fin y propósito de la producción» y denuncia medidas para limitar los salarios. Smith prefiere una economía basada en productores de bienes independientes. Tales individuos son independientes, no sólo en el sentido de que no están vinculados a un Señor, también son propietarios privados de sus medios de producción y trabajan para sí mismos, no para un empleador.

Pero a pesar de su realismo histórico, su creencia en la importancia de la independencia y la seguridad personal, le permitió construir una defensa del orden social. Sin embargo, existen tensiones y contradicciones importantes en la teoría de la sociedad comercial de Smith como se establece en “La Riqueza de las Naciones”.

Con el desarrollo de su obra Smith pasa de un modelo basado en productores independientes a uno basado en la triada del capitalismo agrario: propietario, capitalista y obrero asalariado. Con esta variación su ideal de una sociedad comercial de productores independientes se debilita. La única manera de que su modelo contemple la realidad es tratar a los que venden su fuerza de trabajo como “comerciantes” al igual que los que venden mercancías producidas por sus empleados. Esta noción de Smith de que los capitalistas y obreros asalariados representan compradores y vendedores libres e independientes en el mercado es, por supuesto, uno de los fundamentos básicos de la economía capitalista.

Si bien Smith defendió una sociedad basada en términos capitalistas, en su obra trató de de que dicha sociedad encontrara sus limites en la ética. Así lo que buscaba era esbozar los acuerdos políticos y sociales en los que una parte ilustrada de la sociedad pudiera proteger al resto de los efectos de la creación de riqueza ante el abuso de los comerciantes y productores. Pero de su versión idealizada del mercado solo quedaron fragmentos que fueron apropiados por la ideología capitalista.

No olvidemos tampoco el marco histórico en el cual se enmarca esta discusión: pleno proceso de desarrollo capitalista en Inglaterra; situación de la incipiente masa obrera que comenzaba a sufrir los efectos del cambio de época; como afrontar desde lo estatal, los efectos del desarrollo económico en los mas desposeídos, “pobreza”; revolución francesa (radicalización del proceso); revolución en las colonias americanas; surgimiento de teorías radicales. Estos son tan solo algunos mojones de referencia histórica para comprender en que marco de referencia global el proceso de elaboración ideológica se venia gestando y que desembocó en la justificación ideológica del sistema capitalista como una ideología del “mercado”, pero que también gestó las condiciones para su transformación.

Pero fue Thomas Malthus, en “Ensayo sobre el principio de la población” (primera edición publicada en 1798), quien cumplió un rol fundamental a la hora de marcar la agenda pública y definir los términos para el debate de principios del siglo XIX sobre la pobreza En su obra, desplazó el debate sobre la mejora social del terreno de la Política al de la Naturaleza. Sostenía que los sueños radicales de mejora social eran incompatibles con las leyes fundamentales de la Naturaleza. Así su predica se volvió un ataque directo al pensamiento radical y a las doctrinas de mejora social, bajo el disfraz de análisis “científico” de la realidad.

Malthus concluía a partir de su ley de la población, según la cual el crecimiento de la población supera inevitablemente el crecimiento de la oferta de alimentos, el primero aumentando geométricamente, el último aritméticamente. Esta Ley Natural determinaba que no había manera posible de que la sociedad pudiera prevenir que las clases mas bajas de las sociedad sufrieran y lograran una mejora permanente de su situación. Y de esta manera sentó los argumentos para tratar de “anticientíficas” a las teorías radicales de mejora social que no lograban comprender las causas profundas de los fenómenos sociales.

También Malthus arremetió contra Smith criticando las bases de su pensamiento para mantener la red de contención contra los efectos del desarrollo económico (normas consuetudinarias como leyes para palear la pobreza y de regulación laboral). Así Malthus desató la fuerza ilimitada del mercado como regulador de la vida. Los pobres eran culpables de su condición, la cual era producto de leyes inmutables de la naturaleza y de esa manera las leyes destinadas a palear los efectos del desarrollo solo empeoraban su situación.

Pero irónicamente, las deficiencias teóricas de Malthus no hicieron nada para disminuir su influencia, de hecho, su principio de la población se hizo más influyente en las décadas siguientes. De esta forma tenemos un caso de apoyo a una teoría, debido a su importancia ideológica, independientemente de sus limitaciones e inconsistencias teóricas. Por lo tanto Malthus, establece los elementos del “conservadurismo social», que eran indispensables para la edificación del liberalismo económico.

Malthus logra un cambio fundamental en el argumento a favor del mercado. Mientras que Smith había conceptualizado el mercado como un medio para mejorar las condiciones materiales de los trabajadores, la defensa de Malthus postula el libre mercado en el trabajo como un mecanismo que reproduce la pobreza de los trabajadores con el fin de ayudar al mejoramiento moral e intelectual de una minoría. Así cualquier medida para mejorar la condición de los trabajadores seria trastornar la propiedad privada y la mejora moral. De esta manera edificó los cimientos de una economía de mercado pesimista y sobre todo transformó a la economía clásica en enemiga de la clase obrera.

En síntesis, el precio de la mano de obra (salario) debe ser gobernado por las mismas leyes de la oferta y la demanda que regulan los precios de las mercancías. Cualquier intento de regulación extraeconómica de los salarios es una interferencia con la «libertad» de comercio; el criterio para la subsistencia humana debe ser determinado por la demanda del mercado.

Pero en un movimiento dialéctico también se dio el surgimiento de un pensamiento critico de política económica, de critica al sistema capitalista y de conceptualizar a la clase obrera con iniciativa histórica y como movimiento político independiente. Vale así señalar el nacimiento del socialismo utópico: Robert Owen, Henri de Saint-Simon, Charles Fourier, Etienne Cabet, etc.

Los mismos, mas allá de idealizar una sociedad mejor mantenían al mercado como ente regulador. Era un socialismo construido desde la perspectiva de la burguesía, que buscaba mejorar la sociedad no mediante la supresión del mercado de mercancías, sino mediante la purificación del intercambio de mercancías.

Por su parte, Marx conceptualizó su obra y acción en función de una lucha mas amplia, la de liberar a la clase obrera de las relaciones mercantiles y del mercado capitalista. Para Marx era necesario superar la limitaciones y las contradicciones del sistema capitalista a través de la critica sistemática.

En un proceso de desmitificación del pensamiento hegeliano,como aclara él mismo en el epílogo a la segunda edición alemana del primer volumen de “El Capital” en 1873:

“Mi método dialéctico no sólo es en su base distinto del método de Hegel, sino que es directamente su reverso. Para Hegel, el proceso del pensamiento, al que él convierte incluso, bajo el nombre de idea, en sujeto con vida propia, es el demiurgo de lo real, y lo real su simple apariencia. Para mí, por el contrario, lo ideal no es más que lo material transpuesto y traducido en la cabeza del hombre”.

Para Marx el devenir humano no es transhistórico y abstracto, sino que por el contrario, las actividades humanas se desarrollan en el marco de una determinada forma de sociedad. Esto implica dejar “los principios eternos” de la ideología burguesa y basarse en lo real, la historia de los hombre en función de sus relaciones sociales. Por lo tanto, la dialéctica histórica debe tener sus raíces, en la actividad real y el autodesarrollo de la clase obrera. En términos de teoría política, se trata de la insistencia en que el Socialismo sólo puede lograrse a través de la autoemancipación de la clase obrera.

En este contexto la teoría del fetichismo de la mercancía de Marx refiere al hecho de que en el capitalismo las relaciones sociales entre las personas como los productores toman la forma de relaciones materiales entre las cosas – mercancías. Es imposible para los productos de las relaciones de producción socializados expresarse de una manera directamente social. Como dice Marx en “Grundrisse”, “el individuo lleva su poder social, así como su vínculo con la sociedad en el bolsillo”. Y esto es resultado directo de la enajenación peculiar en el capitalismo ya que «el dinero puede tener una propiedad social sólo porque los individuos han alienado su propia relación social de sí mismos para que tome la forma de una cosa». Y dado que los bienes no pueden expresar directamente su valor, necesitan de una relación externa, el dinero. Así se establece una relación binaria bienes/dinero dentro de los limites de las producción de mercancías, donde las crisis son inherentes a esta relación y por tanto al sistema capitalista.

En el centro de la concepción marxista del socialismo es la idea de que es posible “desfetichizar” la vida económica, para liberar al ser humano de la sujeción a las leyes económicas impersonales, para organizar la producción de bienes y servicios de acuerdo con un plan consciente en lugar del mercado. Es decir, es posible y necesaria una sociedad más allá del intercambio de mercancías, la ley del valor y el dinero.

Luego de la caída del “socialismo real” el embate ideológico respecto al mercado volvió con inusitada virulencia, por lo cual la discusión sobre los diferentes mecanismos de la economía socialista se trasladaron a cuestionar la experiencia socialista como una alternativa al capitalismo. Para el culto moderno del mercado la solución es clara, el socialismo y el marxismo no tiene fundamento de ser.

Ante este panorama hubieron reconvertidos que renegaron de sus ideas y otros quienes retomaron un socialismo aburguesado reivindicando un socialismo de mercado. Mientras que el socialismo de mercado se presenta como una alternativa al estatismo, a la dominación de la sociedad civil por parte del Estado, de hecho, tanto el «socialismo estatista» como el «socialismo de mercado» asumen que la sociedad no puede funcionar sino a través de las instituciones y mecanismos alienados que evaden el control popular. Ambas perspectivas descartan la posibilidad de que la «libre asociación de los productores representa una alternativa viable a la regulación social y económica, ya sea del Estado o el mercado”.

El socialismo de Marx era al mismo tiempo antiestatista y antimercado. No podía ser de otro modo para un revolucionario que teorizó el socialismo como la autoemancipación de la clase trabajadora y la transición hacia una sociedad libre. A través del desarrollo de su obra, Marx rechazó la idea de que el mercado sirva como mecanismo central de la economía socialista, y que este rechazo se basa en su teoría acerca de la naturaleza de las mercancías, el dinero y el mercado. Es claro que, durante el periodo de transición, el mercado tiene un papel que jugar hasta su completa desaparición.

Si el socialismo significa la emancipación del trabajo, en el corazón de este proyecto esta la liberación de la actividad de la vida humana de los dictados y las leyes del mercado. Hoy mas que nunca es necesario continuar por la construcción de un mundo distinto, no porque simplemente entendamos que es idealmente posible sino porque existe construcción teórica y practica popular que sintetizan la praxis de un pensamiento revolucionario.

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