Rafael Villas Boas (1), Manoel Dourado Bastos (2) y Miguel Stédile (3)
El Golpe de Estado es la única institución confiable en Brasil: durante el siglo XX fue empleado en diversas oportunidades y en 2016 ya convivimos con la primera edición del siglo XXI.
El Supremo Tribunal Federal (STF) puede ser moroso, el Ministerio Público Federal (MPF) es selectivo y el Congreso corporativo. Pero el Golpe de Estado se destaca por su infalibilidad. En cualquier momento que se sospeche de aspiraciones democráticas, en los que la correlación de fuerzas no bascule hacia la minoría privilegiada, siempre habrá un golpe para ser colocado por la clase dominante como carta en la manga. El sociólogo Florestan Fernandes definió el proceso conservador de la modernización periférica brasileña como un ciclo permanente de contrarevoluciones preventivas.
El pre-golpe puede ser confuso. Se invocan valores, banderas y camisetas nacionales, cuando en realidad, se propone la subordinación económica y política a intereses internacionales, como la entrega de las reservas del Pré-Sal para las petroleras y lobbys privados.
Se invoca el apartidismo, cuando son los fondos partidarios que financian los carros de sonido y las pancartas. Allí estan los investigados de la Operación Lava-Jato defendiendo el fin de la corrupción. Las intervenciones telefónicas y las filtraciones ilegales son permitidas porque son en defensa de la democracia y los derechos. Es necesario combatir la corrupción pues consume nuestros impuestos. Impuestos como aquellos que el asociado de la Federación Industrial del Estado de Sao Paulo (FIESP), financiadora de las protestas, no paga.
El pré-golpe puede ser obtuso. Pero el golpe, no. Este es transparente. Después de la abolición de la esclavitud, en una perfecta analogía, el poeta Machado de Assis escribió que la “esclavitud se llevó consigo las máscaras”. Se refería a las máscaras usadas para hostigar a los negros esclavos, pero también las máscaras de una sociedad que se decía liberal y admiraba la “libertad, igualdad y la fraternidad”, pero no veía problema alguno en esclavizar a otro ser humano, uno “menos igual” que no merecía nuestra hermandad como humano. El golpe también nos permite sacarles las máscaras: sin el disfraz de la ideología, nos topamos con el espectáculo de la desfachatez de la dominación, frente a frente.
“Al carajo con los escrúpulos”, habría dicho Jarbas Passarinho en la sesión que aprobó la creación del Acto Institucional Nº 5 (AI-5), en 1968 y que consolidó la dictadura militar en marcha. “Al carajo con los escrúpulos” es la definción de orden de los golpistas. En cuaquier época. En cualquier golpe.
Y no es necesario que el golpista se ensucie las manos. Basta con que insinúe. Cuando Secretarías y Ministérios que tratan asuntos de derechos humanos, negros y mujeres son suprimidos, así como carteras de la Agricultura familiar y las políticas sociales, el gobierno señala que lugares deben ocupar en esta sociedad: ninguno.
¿Y qué indica el nombramiento del Ministro de Justicia? Analicemos: Alexandre de Moraes es conocido por haber formado parte del gobierno estadual de Sao Paulo –aquel que liberaba los molinetes del Metro para los actos del impeachment– y consideraba a los actos contra el impeachment como “acciones guerrilleras”. Una de sus últimas acciones como Secretario fue ordenar la desocupación de escuelas públicas, sin orden judicial, por parte de la policia militar paulista contra las hordas de salvajes y peligrosos…. adolescentes, estudiantes de Secundaria.
Basta el gesto para señalizar a sus otros compadres que rechazan los derechos y las democracias para que la marca quede bien entendida. En Goiás, integrantes del MST estan presos acusados de Apología del delito. El delito, en este caso, es organizar familias para ocupar tierras de un senador cearense en Goiás, cuyo valor misteriosamente es muy superior al patrimonio del mismo. En Pará, tierra de la impunidad y la violência en el campo, la Polícia Militar convoca sus integrantes para el “I Curso de Intervenciones estratégicas en movimientos sociales”, para interiorizarse en el “empleo de acciones preventivas y represivas” frente a estos movimientos. No es en vano. Al final, es la misma Polícia que asesinó 19 trabajadores rurales sin tierra en la Masacre de Eldorado dos Carajás, con buses financiados por la empresa Vale do Rio Doce, incorporando matones y sicarios entre sus efectivos sin ningún tipo de identificación, haciéndose del know-how necesario para estos tiempos.
De cualquier manera, a pesar de que en apariencia la cosa toda parece berreta, mal organizada, la manobra se va consolidando. Por detrás de la apariencia de precariedad, que le confiere cierto aire de amateurismo, de impulso espontáneo, existe ya debidamente expuesto un procedimiento de receta en aplicación en Brasil, testeado anteriormente en América Latina, al menos en Honduras y Paraguay. Es esa idea de golpe blando, o golpe democrático, que derribó a los gobiernos electos del hondureño Manuel Zelaya y del paraguayo Fernando Lugo.
Un método que se ha revelado como exitoso en el desmantelamiento del sistema democrático del único país del continente americano que integra el bloque de los BRICS. Esto sucede en cuanto, simultáneamente, otros dos países del bloque, Rusia y Sudáfrica, también padecen maniobras de desestabilización de sus gobiernos.
La capacidad de la élite brasileña en importar modas de las metropolis adecuandolas a sus convenciones e intereses perdura de forma muy eficaz: desde los atentados del 11 de setiembre de 2001 y la reacción del governo estadounidense con la Ley Patriótica, la derecha brasileña intenta de forma oportunista aprovecharse del clima de pánico causado por el terrorismo para convencer a la población de que es necesario adoptar medidas preventivas contra ese tipo de ataque en nuestro país. Pero el blanco de la derecha es otro: aquí quieren considerar a los movimientos sociales como movimientos terroristas, como medio de judicialización y prisión para aquellos que ejecuten acciones radicales contra la expropriación de los derechos de la clase trabajadora.
La doctrina de la Ley de Seguridad Nacional, que justificaba la represión arbitraria contra ciudadanos del país, suponía el combate al enemigo interno, movimientos comunistas y socialistas. Nuevamente, ahora con el nombre de Garantía de la Ley y el Orden (GLO), se reedita con fuerza en el momento de instalación del golpe el discurso de que la amenaza de estabilidad del país proviene de los movimientos sociales de masas con capacidad nacional de lucha mediante el empleo de diverso repertorio de acciones directas.
El alardeado Plan Nacional de Inteligencia(1) elaborado semanas después de la asunción del gobierno interino, es una de las pruebas claras que la maniobra represiva y restauradora del golpe venía desde hace mucho tiempo siendo planeada por representantes de los mismos sectores que pepetraron el golpe de 1964. Incluso hasta la figura del buchón o alcahuete quieren recuperar en su supuestamente moderno, plan: “Es importante que las capacidades individuales y colectivas, disponibles en las universidades, centros de investigación y demás instituciones y organismos públicos o privadas, colaboren con la Inteligencia, potenciando su actuación y contribuyendo con la sociedad y el Estado en la persecución de sus objetivos”.
El Estado de Excepción se va estableciendo con la competente neutralización de la capacidad de indignación de la clase trabajadora producida por los medios hegemónicos, al mismo tiempo en que se toman precauciones para fortalecer al aparato represivo reincorporando en la vida política nacional a representantes del medio militar que, después de desplazados del poder en 1985, nunca abandonaron la doctrina estadounidense de la Guerra Fría, y que ansiaban recuperar mayor protagonismo en la vida nacional. Volvemos a convivir con perfiles de sheriffs del Viejo Oeste, como el general que llegó a ministro del Gabinete de Seguridad Institucional que promete proteger la ciudad de los criminales, en este caso, los movimientos sociales brasileños.
En el blanco de la restauración conservadora en curso se encuentra la educación pública brasileña, que comienza a ser atacada por los medios golpistas como derrochadora, excesivamente ideológica, poco eficiente. Así propuestas de privatización de la enseñanza van ganando fuerza al mismo ritmo en que propuestas autoritárias como la “Escuela Sin Partido” ganan los titulares de la prensa.
El primer golpe brasileño del siglo XXI es diferente del golpe de 1964. Sin tanques en las calles para contener a los revolucionarios y comunistas, la artillería mediática, que primero generó el clima de angustia, inestabilidad y urgencia, ahora se empeña en la producción de una atmósfera de normalidad, patriotismo y seguridad. Nada mejor que las Olimpíadas en el medio del camino para, inclusive, asimilar como componente del paisaje urbano, a los tanques e soldados fuertemente armados: ¿están para proteger a quién de quién?
- Profesor Campus de Planaltina – Universidade de Brasília
- Profesor Departamento de Comunicación – Universidade Estadual de Londrina
- Coordinador Instituto Técnico de Capacitación e Investigación de la Reforma Agrária
(1) Decreto Nº 8793. Política Nacional de Inteligencia, disponible en: https://www.planalto.gov.br/ccivil_03/_Ato2015-2018/2016/Decreto/D8793.htm