Juan Manuel Karg
El asesinato del periodista Javier Valdez, de La Jornada, puso nuevamente a México en la discusión pública. Ocurre que, en lo que va de 2017, 7 periodistas han sido asesinados en ese país por apenas cumplir con su trabajo. Y en los últimos 17 años, esa cifra asciende a 126 reporteros asesinados, de acuerdo al registro que lleva adelante la Comisión Nacional de Derechos Humanos.
Es que más allá de que a veces se silencie, la situación social y política en México es sumamente grave y debe llamar a la reflexión (y acción) de los latinoamericanos en su conjunto. Algunos datos lo evidencian con claridad. El año que pasó, 2016, hubo 3803 desaparecidos en ese país, cifra reconocida por el propio Estado mexicano. Hablamos de más de diez desaparecidos por día. El narcotráfico y sus diversas connivencias con la élite política de ese país han llevado a este momento, donde inclusos algunos analistas se atreven a utilizar categorías como “Estado fallido” para dar cuenta de la gravedad del asunto. Los 43 de Ayotzinapa todavía resuenan en la memoria reciente de todos los latinoamericanos, evidenciando ese drama cotidiano.
Sin embargo, el resguardo mediático que tiene el gobierno de Peña Nieto fronteras afuera de su país es igualmente asombroso, visto y considerando la magnitud de los acontecimientos que tienen lugar allí. Hay minuto a minuto -tergiversado por intereses de fondo, claro- de lo que sucede en Venezuela, pero ni una palabra en la mass media regional sobre la crisis humanitaria mexicana. La desproporción noticiosa es evidente y tiene relación con un intento de instrumentalización de la política exterior en la política interna de nuestros países.
Hay además una razón fundamental: la derecha latinoamericana sabe que de invertirse la ecuación político-electoral en México, el propio mapa regional podría cambiar, reimpulsando un nuevo ciclo de gobiernos nacional -populares, progresistas y de la izquierda. Por eso se lanzan, ahora, en una campaña de demonización de Andrés Manuel López Obrador (AMLO), candidato de Morena que busca abrir su postulación a otros partidos de la izquierda y el progresismo mexicano. Solo una verdadera unidad de las expresiones nacional populares de México abriría la posibilidad concreta de que AMLO, muy bien situado en las encuestas, derrote al delfín que Peña Nieto quiera promover.
Mientras tanto, México en su conjunto deambula en un sinuoso camino, que buscará ofrecer continuidad política (y contención) dentro del bipartidismo PRI-PAN, en un escenario social crecientemente conflictivo: conviene recordar aquí las protestas por el Gasolinazo, apenas meses atrás, y las movilizaciones que ahora tienen lugar para exigir justicia por los periodistas asesinados. La otra opción, la que enarbola el dos veces candidato presidencial AMLO, es un México con mayor integración latinoamericana y con una voz resonante frente al Donald Trump de los muros. Un México que mire menos al norte y más al Sur.
Esos dos proyectos continuarán en pugna este año y el próximo. Por ello, el México que no sale en los grandes medios amerita toda nuestra atención y solidaridad. A la distancia física, pero con la cercanía de anhelar y compartir un mismo proyecto de Patria Grande.