Operación Cantegriles

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@mateamargouy

Actas Tupamaras

24 de diciembre de 1963 en Montevideo.

Mediados de diciembre de 1963. Se acercan las fiestas, Navidad, Fin de Año. Para algunos serán días de festejo, de alegría, de regalos, de mesas bien servidas. Para otros, serán días iguales a todos los días de su vida, de chata tristeza, pesados de miseria y hambre.
Es cierto, muy cierto que lo que importa es que no solo sean buenos algunos días, sino todos los días de todos los años, de la vida de todos, absolutamente todos los seres humanos.
Eso es lo que importa y por eso hay que luchar.
Pero, ¿se desvirtúa esa lucha si quienes están consagrados a ella, proporcionan en algunas de aquellas fiestas, la elemental alegría de un poco de comestibles a algunos de los tantos que nunca los tienen?
No, evidentemente, no, concluyen los diez o doce compañeros que han considerado la cuestión. Se desvirtuaría si no se persiguiese otro fin que el agradecimiento, la conformidad. Pero la acción, buscara despertar conciencias y encender rebeldías. Tendrá un significado político, un sentido de lucha. Por medio de volantes se denunciara el alza del costo de la vida, la falta de viviendas y fuentes de trabajo, etc. Se señalaran las injusticias de un régimen que permite a unos pocos tenerlo todo, amasar enormes fortunas, mientras condena a la mayoría a la pobreza, la indigencia y el hambre. Se terminara con un llamado a la resistencia popular.
Aprobada pues, la acción, se planifica. El reparto se hará en un cantegril. Los comestibles se expropiaran a la firma Manzanares S.A.
Se estudian dos posibilidades tácticas para realizar la expropiación: tomar por asalto uno de los camiones llenos de comestibles o hacer un pedido dando determinada dirección próxima al objetivo. Se opta por esta última.
Varios compañeros, recorren discretamente el cantegril y sus alrededores. Relevan las vías de salida, para dispersarse luego de la acción, verifican la vigilancia policial, etc.
En la calle límite de la zona del cantegril – este empieza a unos 30 metros mas allá – hay un Club político instalado en un rancho, levantado a ese efecto. Es un Club de Mardones, político cimarrón, muy en auge en ese entonces.
Ver el Club e inspirarse fue todo uno…
Con 48 horas de anticipación – los pedidos por esas fechas eran abundantes – se llama por teléfono a una Sucursal de Manzanares y se explica que el 24 de diciembre el Club político de Nardone instalado en la calle tal, numero cual, hará un reparto de comestibles en el cantegril de la zona. Luego se detalla el pedido: artículos de primera necesidad pero también pan dulce, fruta seca y abrillantada, dulces, turrones, etc., pero bebidas, no…
Se recomienda que el envío este a las 9 de la mañana en el Club donde desde las 8 ya estarán las “autoridades” y Comisión de Damas par recibir, pagar y ayudar a descargar”. Se dice esto último a efectos de que no manden mucha gente en el camión.
El 23 se anuncia un paro del transporte urbano para el otro día. Esto complica en algo el plan ya que se usara un solo vehículo – una moto -; la retirada del grueso de la gente se hará en ómnibus. Entonces, con todo apuro hay que conseguir horarios de los ómnibuses interdepartamentales para servirse de ellos.
El día 24 a las 8 de la mañana, un par de compañeros frente al club cerrado espera el camión. Otros 10 se distribuyen estratégicamente en la zona. A esa hora, en tales lugares bastante solitarios y despoblados casi, algún compañero se siente sapo de otro pozo. Lo peor es que, aparte de lo que sienta advierte que ha llamado la atención de los pocos transeúntes del lugar.
Llegan las 9 pero el camión no llega. A las 10, la espera se ha vuelto nerviosa y plena de incertidumbre. Por fin, cerca de las 11 aparece el camión; es un camión de unas 6 o 7 toneladas, totalmente repleto. En él solo venían chofer y acompañante. Lamentablemente no es un camión de la firma con su letrero “”Manzanares S.A.” llamativo en la caja y en la cabina. Se trata de un vehículo alquilado. En los paquetes si, figura el nombre de la firma nacional.
Frente al Club, un compañero sube al estribo y tras una breve explicación marchan hasta el cantegril, en donde están aguardando tres “Directivos del Club”. Descienden el chofer y su acompañante, se les reduce, y son llevados por los tres “Directivos” hasta un lugar algo alejado del cantegril donde se les retendrá hasta una hora determinada.
En tanto, ocho compañeros – cinco hombres y tres mujeres – alborotan el rancherío con los volantes y la noticia del reparto. El restante compañero se dedica a sacar algunas piezas del vehículo para retardar su eventual partida. No ha terminado aun la tarea, cuando la gente agarra ya el camión por su cuenta. Cuando termina, aquello es un hormiguero: hombres y mujeres y niños cargados de paquetes, corriendo para volver por más, metiendo diente con ganas, riendo, locos de contentos. En verdad, que la operación valía la pena y mucho, aunque solo hubiera sido por la conmovedora alegría de tanta gente pobre.
Ya vacío se recomienda que todo sea muy bien escondido, porque seguramente la policía vendrá a investigar.
A las 11:30 no queda ya ningún compañero en el cantegril y ha partido también uno de los tres que cuidan al chofer y a su acompañante. Liberados estos 20 minutos después, sus dos cuidadores se alejan en moto…
El comando juvenil “José Artigas” ha salvado con éxito su prueba de fuego. Luego pasaran a engrosar el núcleo del M.L.N., con el cual mantenía contacto desde tiempo atrás.

Actas Tupamaras Fernando Martinez

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